Pese al triste papel de nuestra selección de fútbol a nivel internacional, han vuelto ante las cámaras queridos deportistas como Jean Beausejour, Elías Figueroa, Iván Zamorano, Marcelo Salas y hasta Claudio Bravo y Fernando Zampedri. Estos “modelos a seguir” para la juventud, sin embargo, se prestan para auspiciar -entre otras- a las agencias de apuestas, una actividad que ni siquiera está normada en Chile.
José Luis Córdova. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 3/2025. Está claro que la industria televisiva no podría sobrevivir ni desarrollarse tecnológicamente sin la publicidad. Pero algo muy distinto es abusar con la teleaudiencia que debe soportar horas y horas de incansables avisos propagandísticos (llamados spots en la jerga televisiva) de dudosa calidad y cuestionable eficiencia.
Los supermercados (retail), las grandes corporaciones financieras y de seguros compiten con empresas de telecomunicaciones, productoras de artículos de consumo e instituciones privadas o fiscales en emitir reiterados mensajes comerciales que llegan a ser francamente insoportables.
La actual estética en diseños y producciones artísticas está fuertemente influenciada por creaciones del mundo oriental (más específicamente japonesas y surcoreanas), una cultura muy diferente a la nuestra y no por ello menos respetable, pero ocurre que nuestros sentidos -sobre todo de quienes peinamos canas- no estamos acostumbrados a la vorágine de imágenes que, en forma vertiginosa nos atiborran de colores y movimientos con sonidos ensordecedores y música. El presunto dinamismo de imágenes nos resulta hasta agresivo o provocador.
Las tandas comerciales de la televisión duran entre 20 hasta 40 minutos con odiosas repeticiones y una estridencia que pone en riesgo hasta la popularidad o empatía de figuras como Pancho Saavedra, Diana Bolocco, Jorge Zabaleta, Javiera Contador, Fernando Larraín, y los doctores Sebastián Ugarte o Carolina Herrera, entre otras.
Pese al triste papel de nuestra selección de fútbol a nivel internacional, han vuelto ante las cámaras queridos deportistas como Jean Beausejour, Elías Figueroa, Iván Zamorano, Marcelo Salas y hasta Claudio Bravo y Fernando Zampedri.
Estos “modelos a seguir” para la juventud, sin embargo, se prestan para auspiciar -entre otras- a las agencias de apuestas, una actividad que ni siquiera está normada en Chile y tras las cuales muy probablemente se lava dinero, actúan mafias internacionales y se realizan estafas de distintos tipos.
Es cierto que los “famosos” tienen pleno derecho a complementar sus ingresos con la venta de su imagen y suculentos contratos para publicidad, pero un mínimo de responsabilidad y de ética debería llamarles la atención sobre los contenidos de los mensajes que recogen sin filtro niños y adolescentes. Icónico resulta el ejemplo de “Bam Bam” publicitando el fracasado sistema del Transantiago, inolvidable para toda una generación.
Si bien la publicidad goza de los beneficios de la libertad de expresión, en todo caso hay actividades comerciales como las oficinas digitales de apuestas y el sistema de vehículos de alquiler mediante aplicaciones electrónicas, que hoy en día no están suficientemente legisladas en nuestro país.
Habría que esperar que los objetivos de lucro, la competencia en el mercado y el uso de imágenes -artificiales o “en vivo y en directo”- no contribuyan aún más a la desinformación, al riesgo de caer en ilegalidades o simplemente ser víctimas de dolo y otros delitos más graves.
Los ejecutivos de los canales se frotan las manos cada vez que se anuncian los “black days” y/o “black weeks” -desde luego en inglés- una promoción de rebajas que antes llamábamos criollamente “liquidaciones”, “ofertas” y hasta los inolvidables “retazos”, aunque en el último tiempo estamos inundados de campañas de “sale”, “low cost” (ventas) y otros anglicismos.
Todo indica que la publicidad acapara gran parte de los espacios de la televisión, sin importar las noticias, las telenovelas, los programas de farándula de entretención, matinales, concursos o espacios de carácter político.
El mal gusto, la excentricidad van a la par con la originalidad de los relatos propagandísticos en diseños absolutamente ajenos a nuestra realidad cotidiana y que hacen ilusionarse a niñas, niños, jóvenes y jovencitas con acceso a productos y bienes en muchos casos inalcanzables. Esa es la llamada ¿magia de la televisión? Esperemos el próximo “black Friday” y lo constataremos lamentablemente una vez más.