HABLEMOS DE LA TELE. La caja de Pandora

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La televisión, en su afán morboso y sensacionalista, contribuye a normalizar prácticas y métodos delictuales como una escuela que nace en los penales y se difunde por todo el país, convirtiendo a sus autores intelectuales y materiales en verdaderas “estrellas” que se ufanan de sus “éxitos” por las redes sociales. La exhibición de autos de alta gama, relojes y joyas inalcanzables para la inmensa mayoría en manos de jóvenes “artistas urbanos”, “influencers” y otros especímenes constituyen genuinos modelos a seguir en nuestra sociedad actual.

José Luis Córdova. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 12/9/2024. En un derroche de creatividad todos los canales de televisión bautizaron el Caso Audios como una “caja de Pandora” aludiendo con gran originalidad a las sorpresas contenidas en los Whatssap del abogado Luis Hermosilla que reveló comprometedores contactos con personeros políticos y del poder judicial.

El vocabulario de periodistas, animadores, lectores de noticias y reporteros es tan poco variado que todos los incendios son “voraces” y “dantescos”, así como los hechos delictuales son “dramáticos” o “trágicos”.

En materia política, el empobrecimiento del lenguaje también es notable. El centro derecha se confunde con el llamado “socialismo democrático” y el progresismo es denominado “extremismo” o simplemente “ultraizquierda”.

Asimismo, el estallido social del 19 de octubre de 2019 es calificado a estas alturas de “estallido delictual” y hasta se acuñó el término “octubristas” para los millones de chilenos que salieron a la calle en ese momento exigiendo profundas transformaciones políticas, sociales e institucionales para nuestro país.

La mentada caja de Pandora no contiene un solo nombre de algún dirigente, militante o representante de la auténtica izquierda chilena, ni menos de parlamentarios o autoridades en el Gobierno, que sean militantes del Partido Comunista de Chile.

Los choques, accidentes vehiculares, portonazos, encerronas, turbazos, incendios forestales y actividades de la delincuencia se adjudican sin mayor investigación al denominado “Tren de Aragua” y otras supuestas ramificaciones de bandas del crimen organizado en nuestro país.

Es cierto que el hampa criolla ha sofisticado sus métodos y prácticas, muy probablemente con influencia de extranjeros, pero no se puede tomar a toda la emigración como la única responsable del aumento de delitos brutales y del uso de menores de edad en la comisión de estos. Para conocer el origen, financiamiento y personajes tras estas actividades es menester un sistema moderno de Inteligencia del Estado con la mayor especialización y probidad. La investigación sobre Hermosilla y otros delincuentes de cuello y corbata deberían constituir una buena escuela al respecto. Con todo respeto por Leonarda Villalobos y Katherine Martorell y un par de juezas o fiscales.

La televisión, en su afán morboso y sensacionalista, contribuye a normalizar prácticas y métodos delictuales como una escuela que nace en los penales y se difunde por todo el país, convirtiendo a sus autores intelectuales y materiales en verdaderas “estrellas” que se ufanan de sus “éxitos” por las redes sociales.

La exhibición de autos de alta gama, relojes y joyas inalcanzables para la inmensa mayoría en manos de jóvenes “artistas urbanos”, “influencers” y otros especímenes constituyen genuinos modelos a seguir en nuestra sociedad actual.

La industria de robo de autos, hurto de armamento y quitadas de drogas conforman un atractivo especial para sectores vulnerables entre las nuevas generaciones que malamente sobreviven en tomas de terreno y poblaciones carenciadas de absolutamente todo.

El problema no es siquiera comunicacional, sino también económico, social, político y cultural pero -como no nos cansamos de afirmar en estas mismas columnas- sobre todo la televisión tiene la misión y visión de orientar a la teleaudiencia hacia metas y objetivos formadores de conciencia, voluntades positivas y acciones favorables para una nueva convivencia social entre ricos y pobres, entre clases sociales, trabajadores, rentistas, pensionados y desempleados, es decir, la inmensa mayoría de la población del país.

La necesidad de una nueva estructura institucional, partiendo de una nueva Constitución Política del Estado, la renovación del Poder Judicial, de las FFAA y de Orden y del sistema político contribuirían en mayor medida a superar la actual crisis generalizada de la cual se responsabiliza a los sectores marginales exculpando al gran empresariado monopolista y representantes de transnacionales que expolian a los países más allá de las fronteras. Y sobre todo desde una ideología deshumanizada, mercantilista y consumista impuesta principalmente por los medios de comunicación conservadores, especialmente desde la televisión y las redes y plataformas digitales en línea. Esa es la verdadera caja de Pandora.