Cuando termine “Chile 50”, la teleaudiencia seguirá preguntándose ¿quién encendió las estaciones del Metro?, ¿quién mató a 5 personas que aparecieron acribilladas y maniatadas entre las llamas de la fábrica Kayser? Y muchos otros cuestionamientos que necesitan respuestas y no deben volver a caer en el manto que cubre, desde el 11 de septiembre de 1973, el destino de los detenidos desaparecidos, de los ejecutados políticos, los exiliados, exonerados y torturados, cuyos deudos y seres queridos conviven con los torturadores, violadores a los derechos humanos que se pasean desde hace 50 años libremente por la calle. En este caso una TVN aséptica no contribuye a la buena comunicación ni a la formación ciudadana, sino más bien a la impunidad y falta de justicia.
José Luis Córdova. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 3/5/2023. En su rol de único de canal público del país, TVN no tiene excusas para ignorar y no incorporarse a las actividades políticas, culturales, humanitarias, comunicacionales, pedagógicas e históricas para conmemorar los 50 años del luctuoso 11 de septiembre de 1973 y los trágicos acontecimientos precipitados desde el quiebre de nuestra democracia desatados por la derecha, el empresariado y el imperialismo que arrastraron a las Fuerzas Armadas a terminar con la democracia en Chile.
Extraña pero afortunadamente en estas vísperas nos hemos enterado de que gracias a Amira Arratia, una joven funcionaria de archivos de TVN -quien desobedeció la orden de los interventores militares del canal- ocultó hace cinco décadas numerosas cintas de archivo del Departamento de Prensa, con varias imágenes del Hobierno de la Unidad Popular, de Salvador Allende, Pablo Neruda, Víctor Jara, Violeta Parra, que se había decidido hacerlas desaparecer. El heroico acto es recientemente revelado sin mayores reconocimientos, pese a su inconmensurable valor histórico y político.
Asimismo, comenzó a exhibirse la serie documental de investigación “Adoptados, la historia que nos falta”, sobre casos de los más de 20 mil niños y niñas chilenas secuestrados y vendidos en el extranjero durante la dictadura por autoridades de salud como el doctor Gustavo Monckeberg, la sicóloga María Carolina Celedón, la asistente social Thelma Uribe, Ana María Elmgreen del Centro de Adopción Sueco; los sacerdotes Alceste Piergiovanni (nacionalizado por gracia de Pinochet) y Gerardo Joannon, religiosas y juristas como la jueza de menores Tatiana Román Beltramí.
Gracias a algunas corporaciones y organismos internacionales se ha logrado el reencuentro de algunas familias afectadas por este crimen de lesa humanidad y violación de derechos humanos. La tragedia no termina aún y el espacio televisivo convoca a quienes sufren la desaparición de un hijo o hija que fuera arrancada de su lado, a escribir a hmdelsilencio@gmail.com, una fundación que investiga estos terribles casos. El espacio es dirigido por Cristián Leighton, autor de series como “Los patiperros”, “Colonia Dignidad”
Ambos materiales han conmovido a la teleaudiencia pero, como corolario, TVN está presentando otra serie de memorias de 50 años, con la correcta animación de la actriz Blanca Lewin que comenzó con la revisión informativa desde el año 2022 (durante el Gobierno de Piñera) con imágenes conocidas, sobre todo escenas de violencia y desórdenes que destacan por sobre la masividad, alegría y optimismo de quienes se sumaban a las protestas en forma pacífica.
TVN nos ha mal acostumbrado a ver unilateralmente las informaciones sobre actos multitudinarios en las calles, siempre desde la perspectiva de jóvenes lanzando bombas molotov, destruyendo semáforos y paraderos, rayando muros y hasta saqueando negocios o quemando iglesias. Poco hemos visto del accionar policial, que debería comenzar con labores de Inteligencia para apartar y aislar a los violentistas, impedir desmanes pero que casi siempre terminan con represión desatada y brutales agresiones de policías contra manifestantes, actos que son minimizados sistemáticamente por periodistas, conductores o animadores de programas.
“Chile 50” no escapa a esa lógica reduccionista, unilateral y hasta negacionista del devenir de los acontecimientos desde el bombardeo al palacio de La Moneda en adelante. Hasta ahora hemos visto una cronología que nos ha rememorado algunos hechos ocurridos el 2021 y el 2020 y no parece esperarse demasiado de las imágenes que mostrarán del año 2019 -sobre todo a partir del 18 de octubre- y la seguidilla de incendios (sin explicaciones ni investigaciones) del edificio Entel, de las bodegas de la empresa Kayser, de la “universidad” Pedro de Valdivia, varias estaciones de Metro y algunos templos. Las 40 víctimas fatales, el medio centenar de mutilados sobre todo en los ojos, miles de detenidos, niñas y jóvenes maltratadas y vejadas parecieran no contar con testimonios gráficos ni mayor interés del periodismo investigativo.
Hasta la colega Carmen Rodríguez en el diario El Mercurio criticó que las alteraciones cronológicas “le restan tensión dramática al relato”. Según ella, “el intento de mostrar el pasado y el presente, se ven forzados. Lo importante es no perder el único hilo conductor: el año que estamos viendo”.
Pero se sabe que en los tiempos que corren, muchos “comunicadores” aficionados y cualquier transeúnte pudo recoger imágenes terribles en las calles, los perdigones en el cuerpo o la cara, el lanzamiento de un joven al río Mapocho, atropellos, torturas y otros casos denunciados internacionalmente y que no tuvieron eco en los medios de comunicación locales ni menos en la justicia, aunque estas manifestaciones se sucedieron durante meses en las principales ciudades del país, con el mismo ánimo represivo, revanchista y brutal por parte de las llamadas “fuerzas del orden”.
Todo indica que la serie “Chile 50” será una muestra más de la indolencia con que el canal público comunica estos hechos con un sesgo unilateral, intentando desprestigiar las manifestaciones de protesta, las demandas ciudadanas y ocultar el brutal accionar policial que todos los chilenos vimos con nuestro propios ojos sobre todo a partir de 2019.
Se trata simplemente de una nueva expresión del negacionismo, ahora en el principal medio de comunicación del país, que tiene la obligación legal de formar e informar sin énfasis autoritarios y en defensa de nuestro sistema democrático. Si bien es loable que TVN aborde abiertamente hechos históricos, la memoria debe respetarse para que sucesos como los acontecidos en Chile no vuelvan a suceder y una información aséptica respecto a estas brutalidades no contribuye a la no repetición y más bien colabora a la impunidad.
Está claro que la intención de la serie documental no es plantear tesis ni explicar lo sucedido, sino simplemente mostrar, pero cuando termine “Chile 50”, la teleaudiencia seguirá preguntándose con plena justicia: ¿Quién encendió las estaciones del Metro?, ¿Quién mató a 5 personas que aparecieron acribilladas y maniatadas entre las llamas de la fábrica Kayser? Y muchos otros cuestionamientos que necesitan respuestas y no deben volver a caer en el manto que cubre, desde el 11 de septiembre de 1973, el destino de los detenidos desaparecidos, de los ejecutados políticos, los exiliados, exonerados y torturados, cuyos deudos y seres queridos conviven con los torturadores, violadores a los derechos humanos que se pasean desde hace 50 años libremente por la calle. En este caso una TVN aséptica no contribuye a la buena comunicación ni a la formación ciudadana, sino más bien a la impunidad y falta de justicia.