La historia de Micaela Rivero Castagnetto y su familia. Hija de dos tupamaros del Movimiento de Liberación Nacional (MLN-T). “La impunidad sigue reinando, para nosotros y para muchos. Los militares siguen sin decir la verdad y las madres se siguen muriendo, quedan muy, muy poquitas y ellos siguen mintiendo”.
Ana María Olivares. Periodista. “El Siglo”. Montevideo. 26/6/2023. El 27 de junio de 1973, respaldado por las Fuerzas Armadas, el presidente Juan María Bordaberry disolvió el Parlamento y dio un golpe de Estado que instaló una dictadura civil y militar que gobernó Uruguay durante 12 años. Este próximo martes, igual que en Chile, se cumplen 50 años de la asonada golpista.
Y de la misma manera que en nuestro país, también allá hay una disputa del relato, de buscar un contexto que lo justifique. “Acá no hubo dos demonios”, dijo Micaela refiriéndose a la tesis de la guerra interna. “Acá los militares hicieron incluso negocios, fueron unos delincuentes, criminales, es bueno que se sepa. Quizás la pandemia hizo comprender un poco lo que es estar encerrados, no poder reunirse más de tres personas en la esquina, ya que eso era asociación para delinquir, era sedición. Había que inventar cumpleaños para que la gente se pudiera reunir. Hay que tomar conciencia de ese momento para decir: nunca más, nunca más, nunca más”, apuntó.
En Uruguay, la represión política comenzó mucho antes del golpe de Estado; desde el año 1968 al 1985, oficialmente se reconocen 197 detenidos desaparecidos, alrededor de 300 mil exiliados, más de 5 mil presos políticos y 199 asesinados.
“Para el 1973, en mi familia ya todo había pasado, el golpe de Estado ni siquiera se sabe para qué fue. Dijeron (los golpistas): ahora terminamos de arrasar con esta gente, vamos por todo, vamos por los sindicalistas, por todos”, comenzó reflexionando Micaela en conversación con ElSiglo.cl.
La cadena comienza
Su abuela Blanca Da Rosa era una adelantada a su tiempo -sostuvo- porque se divorció y dejó su tierra en Tacuarembó, al norte de Uruguay, y se fue a Montevideo con sus dos hijos menores, Ana María y Héctor. Era modista de alta costura y para lograr instalarse dejó a su hija mayor, Blanquita, con el padre. Sin embargo, “ella (su tía Blanca) es la que rompe con todo, se va a Montevideo y entra en el MLN-T, de ahí empieza la cadena” contó Micaela.
Es que, en la década de los 60, la reciente Revolución Cubana influía en toda la izquierda latinoamericana. Los Tupamaros nacieron de una confluencia de dirigentes de izquierda uruguayos que se plantearon la lucha armada como única salida a la crisis social y económica del momento, donde sólo se disputaban el poder los partidos Colorado y Nacional o Blancos. La primera dirección del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros fue conformada por Raúl Sendic (padre), Eleuterio Fernández Huidobro y Tabaré Rivero Cedrés, el padre de Micaela.
En pocos años, los militantes tupamaros fueron creciendo al mismo tiempo que sus audaces operaciones militares, que iban desde copamientos de comisarías para obtener armas, robos de bancos en busca de fondos, hasta secuestros de funcionarios extranjeros, desde diplomáticos hasta agentes de la CIA encubiertos en la embajada norteamericana.
Blanca y Ana María eran activas militantes cuando en 1968 el presidente Jorge Pacheco Areco decidió poner “mano dura” a los guerrilleros invocando las Medidas Prontas de Seguridad (MPS) que limitaba ciertas garantías constitucionales ante casos de excepción. Con esta herramienta proscribió a partidos de izquierda, censuró medios de comunicación y, al alero de su Ministerio del Interior, surgió el Escuadrón de la Muerte o Comandos Caza Tupamaros, que eran integrados por militares y civiles que habían sido entrenados en Brasil.
El 23 de marzo de 1969, Blanca Castagnetto, de 21 años, fue detenida en la calle por estar repartiendo panfletos del MLN-T. Pasaría 2 meses recluida por el delito de “atentado a la Constitución en el grado de conspiración”. Posteriormente, el 4 de octubre, policías de civil allanaron la casa materna y se llevaron detenido a Héctor, el menor, junto a su madre Blanca Da Rosa a la Jefatura de Policía de Montevideo y cuatro días después -por orden judicial- fue internado en el instituto “Álvarez Cortés” del Consejo del Niño en el pabellón de seguridad. Tenía 17 años.
Por entonces, la madre de Micaela, Ana María Castagnetto ya era pareja de Tabaré Rivero. De hecho, en 1970 tenía 4 meses de embarazo cuando caen detenidos por primera vez. “Tras un tiroteo que tuvo lugar el 12 de febrero en el balneario Cuchilla Alta, fue capturado otro de los viejos miembros de la organización, Tabaré Rivero Cedrés, el Ismael tupamaro. Fue detenido junto a su compañera, también integrante del MLN, Ana María Castagnetto, y otros dos militantes…” señaló la prensa de la época.
“Yo nací en julio en el Hospital Militar, en un periodo donde el MLN-T no era ‘tan maltratado’; gracias a eso yo estoy acá” comentó Micaela, quien estuvo detenida con su madre hasta fines de ese año en la prisión de Cabildo, cuando tenía unos 6 meses de edad.
En tanto, la represión en el país se había agudizado. En septiembre de ese año el presidente Pacheco encargó a las Fuerzas Armadas la lucha contra el MLN-T y el 16 de diciembre se creó la Junta de Comandantes en Jefe y el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas para dirigir la tarea.
A mediados del 71 la policía volvió a detener a Ana María Castagnetto con la pequeña Micaela, las llevaron a la Escuela de Enfermería Carlos Nery, que desde 1968 funcionaba como centro de detención. “Al parecer yo (Micaela) estaba enferma. Terminé internada y ella conmigo; finalmente le dieron la libertad vigilada por ese motivo” comentó.
La desaparición de Héctor
En 1971, Héctor Castagnetto Da Rosa tenía 19 años y había entrado a estudiar Agronomía. Durante los fines de semana vendía discos en la feria de Tristán Narvaja y trabajaba como artesano. “Él hacía artesanía en cuero, hacía cinturones, vendía discos en la feria, le gustaban los Rolling Stones, Los Beatles”, recordó Micaela. Ese día salió a dejar un disco que había vendido, cerca de las 10 de la mañana. “Iba caminando por la avenida Italia y Propios y lo levantaron en un auto. Allí está ahora la marca de Memoria de mi tío y después una segunda marca que pusimos a los 50 años de su desaparición. Ahora se van a cumplir 52 años de ese 17 de agosto”, expresó con voz quebrada.
Ese día, Héctor Castagnetto fue capturado por un comando del Escuadrón de la Muerte y trasladado hasta las inmediaciones del Hotel Carrasco. Allí cambiaron de vehículo y lo llevaron hasta un rancho abandonado en el balneario “El Pinar”, donde fue interrogado hasta la noche. Posteriormente, lo llevaron a una casa perteneciente al Ministerio del Interior en la calle Araucana, en Carrasco, donde fue nuevamente torturado. Según Nelson Bardesio, funcionario del Ministerio del Interior que participó del operativo, Héctor fue asesinado y lanzado al Río de la Plata. Nunca más apareció.
“Mi tío desapareció en el 71, en democracia. Fue muy difícil llevar a cabo ese juicio porque implicaba el reconocimiento (de la existencia) de los Escuadrones de la Muerte previo a la dictadura. Mi abuela quedó en un estado emocional crítico. Me acuerdo mucho de ella y siempre se me llenan los ojos de lágrimas” reflexionó y continuó: “Unos compañeros vieron una lista del comando Caza Tupamaros en esa época, vieron que estaba él (Héctor) en la lista. Lo que no sabemos es por qué no se fue. No sé si por no dejar sola a mi abuela, o qué, pero no se fue”.
Cuando terminó la dictadura en el año 85, Uruguay abrió lentamente espacios a la justicia. Micaela y su madre caminaron por separado para lograr esclarecer el crimen de Héctor y terminaron ambas en el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ), que fueron los únicos que ayudaron con apoyo jurídico. Micaela dijo que el delito de desaparición forzada es algo que jurídicamente no es retroactivo en su país. “Entonces (uno de los culpables) está juzgado por homicidio agravado pero no por desapariciones forzadas y los otros están en sus casas con detención domiciliaria que nadie vigila. O sea, la impunidad sigue reinando, para nosotros y para muchos. Los militares siguen sin decir la verdad y las madres se siguen muriendo, quedan muy, muy poquitas y ellos siguen mintiendo”, indicó.
Golpe a los guerrilleros
El año 71 el padre de Micaela, Tabaré Rivero, aún continuaba preso en la cárcel de Punta Carretas junto a más de 100 Tupamaros. El 6 de septiembre de 1971 a las 5 de la mañana, participó de uno de los escapes más masivos de presos políticos de la historia: 111 presos, entre los que estaba el expresidente José Mujica, se fugaron a través de túneles en la operación que se conoció como El Abuso. Todos siguieron en la clandestinidad, pero volvieron a ser detenidos.
Cuando Juan María Bordaberry asumió la presidencia de la República del Uruguay en enero de 1972, se encargó de perseguir a la guerrilla como su principal misión. De hecho, ese año es reconocido como el de mayor violencia política y represión estatal del período. Según datos oficiales, las Fuerzas Conjuntas detuvieron a 2.146 ciudadanos y asesinaron a 55 personas, más de la mitad de los muertos y asesinados en el período 1968-1973, en una población total de poco más de 2 millones 800 mil personas. Para tener una idea, en Chile vivían, ese mismo año, más de 10 millones de personas.
“(A mi padre) lo vuelven a tomar preso y se vuelve a escapar en otro operativo que se llamó el Gallo, fueron 12 presos que se escaparon por las cloacas”, aseveró Micaela. El 12 de abril de 1972 los túneles habían sido cavados desde el exterior y Pepe Mujica también escapó con ellos. Poco días después el MLN-T dio un golpe contra el Escuadrón de la Muerte y asesinó a 4 integrantes de éste. Al día siguiente las Fuerzas Conjuntas contraatacaron dejando 8 tupamaros fallecidos. El 15 de abril el Parlamento aprobó el Estado de Guerra Interna.
Ese año las Fuerzas Conjuntas denunciaron que el MNL-T había comenzado un nuevo operativo llamado “Plan Tatú”, que era “la creación e instalación de escondrijos (tatuceras) ubicados en el interior rural. Dichos escondrijos generalmente dispuestos cerca de las rutas, servían tanto de refugio como para guardar armas, ropa, alimentos y más”, según se lee en un acta de ese año en el Archivo de la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente de Uruguay.
“Mi tía Blanca murió en un enfrentamiento y tengo algunas versiones: una de ellas es que estaban en una ‘tatucera’ y la picó una víbora; dicen que estaba herida y ella se quedó aguantando para que sus compañeros arrancaran. Eso fue en Dolores, tenía 24 años en 1972”, narró Micaela.
El año 2010, el diario La República de Uruguay entrevistó a Wilfredo “Gaucho” Eizaga, un exmilitar de la Dirección de Investigaciones. Allí recordó el tiroteo de El Espinillo, cerca de Dolores, el 23 de abril de 1972: “Ahí murió una muchacha preciosa, Blanca Castagnetto Da Rosa”. Eizaga cuenta que, tras una denuncia, descubrieron una “tatucera” con tupamaros. “Habían como 6 ó 7 tupamaros metidos en una zanja y a esta muchacha le picó una yara (serpiente venenosa) y tenía la pierna inflamada. Le dieron la voz de alto y no hizo caso, salió con la metralleta corriendo, se dio vuelta y la partieron al medio”, señaló Eizaga.
El año 1991, Micaela volvió a saber de su tía, pero era distinto. Su amigo, con quien jugaba de pequeña y era hijo de la hermana de su madre de crianza, era en realidad el hijo de su tía Blanca Castagnetto. Ella lo había parido en la clandestinidad y la familia le había escondido su verdadera identidad para protegerlo durante la dictadura. Su padre, también del MLN-T, lo había buscado; pero el hijo, llamado Héctor en honor a su tío, no estaba preparado para ese encuentro ni para retomar los apellidos verdaderos.
Secuelas
En 1973 los padres de Micaela fueron nuevamente capturados juntos y no saldrían hasta mucho después. “Mi madre sale cuando yo tenía 14 años recién cumplidos, en agosto del 84, y mi padre sale en marzo del 85. Los hermanos de mi padre también estaban presos, la hermana de crianza de él también estaba presa”, apuntó.
Tabaré Rivero, reconocido líder del MLN-T, fue considerado siempre un elemento peligroso. “Estuvo casi todos sus años de cárcel sólo en una celda, al final le pusieron a su hermano Roberto, antes de liberarlo. Mi madre, al contrario, estaba en una barraca con cuchetas (camarotes) de un lado y del otro. Fue difícil para hombres y mujeres. Acá lo que hubo fue mucha cárcel masiva. Hay muertes y desapariciones pero hubo mucha, mucha cárcel. No se sabe realmente las cifras de los lugares donde hubo más cárcel y más prolongada”, aseguró.
Desde la detención de sus padres, cuando tenía 2 años, Micaela vivió en una casa donde ella les decía a sus cuidadores papá y mamá. “Hasta el día de hoy son mis padres de crianza, ya están fallecidos los dos” manifestó. Su vida cambió a los 8 años porque su madre de crianza viajaba mucho para ver a su propia hija que estaba exiliada, primero en Chile, después en Buenos Aires, después en Suecia; y un poco en Tacuarembó, otro poco en Colonia.
Cuando sus padres Ana María y Tabaré regresaron a casa, las cosas no mejoraron. “Los padres que me devolvieron nunca pudieron ser totalmente mis padres, eran personas rotas también. Yo nunca pude componer del todo los vínculos con mi madre y me ha afectado muchísimo; y mi padre nunca asumió un rol de padre. Con mi madre, que aún vive, tenemos un vínculo con alguna distancia”, señaló con tristeza Micaela.
Los 50 años
“Este año lo estoy viviendo de una manera muy participativa, estamos haciendo muchas cosas, hay mucho movimiento social. Acabo de terminar de bordar un pedacito de un tapiz que estamos haciendo la mitad en Uruguay y la mitad en Chile por los 50 años”, acotó Micaela, que además es dirigente de la agrupación cultural de memoria Jacarandá.
Las actividades comienzan este domingo 25 de junio, cuando se despliegue un tapiz bordado en la cárcel de Cabildo, un sitio de memoria, donde se podrá ver un cóndor rodeado de palomas blancas. El martes 27 se realizará la tradicional marcha por los derechos humanos y a las 14 horas será la inauguración del primer memorial a las ex Presas Políticas de Uruguay.
“Además, este año realizaremos por primera vez una Vigilia por la Democracia y los derechos humanos que se realizará la noche anterior al golpe de Estado en el Palacio Legislativo”, anunció Micaela. La Vigilia, auspiciada por sindicatos, organizaciones sociales y el Estado, comienza a las 17 horas, con los Fogones de la Memoria que relatarán cuentos de memoria para niños; un escenario con actividades artísticas instalado por la Intendencia de Montevideo; una “batalla” Free-Style de Rap con temas de memoria; una Femiferia de mujeres emprendedoras y una Olla Popular que dará alimento a todos y todas.
“Unos minutos antes de las cero horas vamos a prender todas las velas, para que a esa hora se ilumine todo el Palacio Legislativo. La idea es que vaya todo el mundo, de todas las edades, ya que también recordamos la huelga general sindical más larga de nuestro país que se hizo a raíz del Golpe de Estado y que también cumple 50 años. Lo que queremos -señaló Micaela- es iluminar la democracia y no dejar que se apague…NUNCA MÁS”.