El inmediato giro táctico que esta formidable coalición política dio en la noche misma del 29-J, fue complementado cuatro semanas después con un giro similar del Partido Demócrata-Cristiano, uno de sus ejes históricos. Todo ello la ha catapultado desde una posición defensiva sin perspectivas, a encabezar a la ofensiva el proceso electoral en curso, con altas probabilidades de elegir una mayoría en el próximo Parlamento y a Jeannette Jara Román, Presidenta de la República.
Manuel Riesco. Vicepresidente de CENDA. Santiago. 8/2025. La amplia coalición política que respalda la candidatura presidencial de Jeannette Jara Román ha sido reconocida por El Mercurio como un adversario político formidable y lo ha confirmado plenamente: al reaccionar de inmediato y asumir con toda decisión, el extraordinario giro de la situación política ocurrido en la noche de la elección primaria del 29 de junio de 2025; fecha que, cómo el 18-O, el 15-N y el 22-S, los tres grandes giros que le preceden en el curso de la actual crisis política nacional, probablemente pasará a la historia cómo “29-J”.
La política es, cómo se sabe, por una parte una ciencia, plano en el cual lo principal consiste en adecuar acertadamente su programa mínimo al carácter de las reformas en cada momento necesarias; y su estrategia a la correlación de fuerzas sociales y políticas que corresponden a cada fase del ciclo de actividad política popular; no es lo mismo hacer política en tiempos de “calma chicha” del movimiento popular, que son los más, a hacerlo en tiempos de crisis política nacional. Estas condiciones de la política son mayormente objetivas, en el sentido que están determinadas por corrientes profundas de la sociedad, que exceden la capacidad de incidencia sobre las mismas de las fuerzas políticas.
En el plano táctico, en cambio, la política es un arte, cuya principal cualidad es precisamente la capacidad de las fuerzas políticas de adecuar su accionar oportunamente a los constantes giros de la situación política concreta, aferrando siempre con firmeza el “eslabón principal”, es decir, aquel que en cada momento es “capaz de arrastrar toda la cadena de acontecimientos” (Lenin).
El inmediato giro táctico que esta formidable coalición política dio en la noche misma del 29-J, fue complementado cuatro semanas después con un giro similar del Partido Demócrata-Cristiano, uno de sus ejes históricos. Todo ello la ha catapultado desde una posición defensiva sin perspectivas, a encabezar a la ofensiva el proceso electoral en curso, con altas probabilidades de elegir una mayoría en el próximo Parlamento y a Jeannette Jara Román, Presidenta de la República.
Ante este giro político impresionante y guardando ciertamente las debidas proporciones, resulta inevitable recordar el giro político asimismo gigantesco que tuvo lugar en 1986, el año decisivo de la anterior crisis política nacional experimentada en Chile: El 1 de octubre de ese año, la dictadura dictó la ley 18.556, cuyo artículo N°1 transitorio señalaba que los Registros electorales debían abrirse a la ciudadanía, luego de tres meses de publicada la misma ley.
Aquel giro sólo fue posible en la estela de cuatro años de gigantescas y heroicas protestas nacionales, que incluían miles de efectivas acciones populares en todos los terrenos y que culminaron masivamente en la protesta del 2 y 3 de julio de 1986; del descubrimiento, el 6 de agosto, del último cargamento de la mayor y más compleja operación de internación de armamento ocurrida en América Latina; de la Operación Siglo XX, la precisa operación militar que culminó en el atentado contra Pinochet el 7 de septiembre; y del consecuente giro de la política hacia Chile de los EE.UU., en contra del dictador. Sólo entonces, las FF.AA. le impusieron a Pinochet la apertura de los registros electorales para participar en el plebiscito acerca de su continuidad, abriendo así un cauce democrático para acabar con la dictadura.
En los meses que siguieron, habían decidido inscribirse en los registros electorales casi todas las fuerzas políticas que conformaban la poderosa coalición opositora a Pinochet; la que incluía a todos los partidos entonces existentes de la actual coalición democrática progresista; todos los cuales hasta ese momento exigían su renuncia inmediata. Casi todos comprendieron el giro político ocurrido y se inscribieron más o menos rápidamente, con una importante excepción: el Partido Comunista de Chile (PC), sin duda el partido eje de la resistencia a la dictadura hasta ese momento, que demoraría un año en hacerlo.
“No podíamos ser los primeros, pero nos demoramos mucho”, fue la acertada sentencia autocrítica, en su característico tono, del Secretario General del Partido Comunista, Dn. Luis Corvalán Lepe. En efecto, la postergación de esa decisión aisló al PC de casi todos sus aliados, hasta los más estrechos como el Partido Socialista (PS) dirigido por Clodomiro Almeyda, que a mediados de 1987 había resuelto inscribirse; incidió en la exclusión del PC del Parlamento durante dos décadas y sin duda fue un factor importante que impidió lograr una lista única al Parlamento en las elecciones de 1989, la que con toda probabilidad hubiera excluido en buena medida a la derecha del mismo ¡por el binominal!