Se tituló “A 50 años del golpe nuestro deber es defender la democracia”. Fue su último artículo redactado antes de fallecer. Lo hizo en un esmerado esfuerzo mientras se mantenía hospitalizado y en delicado estado de salud. Manifestó que quería cumplir con el compromiso adquirido con “El Siglo” de hacer llegar su trabajo.
Guillermo Teillier del Valle. Presidente del Partido Comunista de Chile. Santiago. Agosto 2023. A 50 años del criminal y fatídico golpe de estado civil-militar, que atentó contra nuestra democracia, contra el pueblo de Chile y contra nuestro proyecto de construir una sociedad más justa y democrática, quisiera compartir algunas reflexiones a través de este artículo.
No puedo partir este mensaje sin primero manifestar toda mi solidaridad y mi más profundo respeto y afecto a todas y todos los familiares de detenidas y detenidos desaparecidos, que de manera permanente y sin descanso siguen buscando a sus seres queridos; compatriotas, madres, padres, hijos, hijas, hermanas, hermanos, nietos y nietas, que aún no saben dónde están sus familiares, porque fueron víctimas de la acción criminal de las unidades represivas de las Fuerzas Armadas o de los servicios de Inteligencia que actuaron desde las sombras. Aunque parezca increíble, y a pesar del tiempo transcurrido, aún existen cobardes pactos de silencio de parte de los responsables materiales e intelectuales, civiles y militares, que se niegan a decir la verdad y no cooperan con la justicia para esclarecer estos deleznables crímenes. Quiero abrazar también a las y los familiares de ejecutadas y ejecutados políticos, que siguen luchando por lograr la tan anhelada y necesaria justicia que tanto bien le haría a nuestra patria. Y, por supuesto, homenajear a cada uno de mis compañeros y compañeras, con los que luchamos codo a codo, a quienes estuvieron dispuestos y dispuestas a arriesgar y entregar su vida, en la lucha decidida por recuperar la democracia.
Tampoco puedo dejar de mandar un abrazo lleno de complicidad y solidaridad a los cientos de compañeras y compañeros que al igual que yo, por el sólo hecho de abrigar la lucha por la democracia y la construcción del socialismo, como un proyecto legítimo para la búsqueda del bienestar de nuestro pueblo, fuimos sometidos al secuestro y la tortura.
Siendo víctimas no sólo del agravio físico, sino que también con el pasar de los años, de una revictimización permanente por parte de fuerzas políticas de derecha que de manera tozuda y fanática, practican y promueven un negacionismo que a estas alturas se está convirtiendo en un fenómeno muy peligroso para el presente y el futuro de nuestro país. Esto debe ser un llamado de atención para quienes creemos en la democracia, porque resulta alarmante que fuerzas políticas de extrema derecha con representación parlamentaria en el Congreso y escaños en el actual Consejo Constitucional, busquen reivindicar de forma permanente el golpe de Estado, naturalizando esta práctica y con ello justificando todas las terribles consecuencias que vivimos durante 17 años de nuestra historia reciente.
Por todo lo anterior, es que quiero incitar y llamar a nuestro querido partido, el Partido Comunista de Chile y todas las fuerzas democráticas de nuestro país a que -empuñando la memoria de las y los caídos- perseveremos y sigamos bregando con más fuerza y convicción por terminar con el dañino manto de impunidad que se ha impuesto por todos estos años, ya que sólo se ha transformado en un caldo de cultivo para el negacionismo.
La búsqueda de justicia, verdad, reparación y garantías de no repetición es un desafío que toma mayor prioridad e importancia ante la defensa y profundización de nuestra democracia. Sobre todo, ante la aparición de voces públicas que intentan relativizar y negar el horror que significó el golpe de Estado civil militar que interrumpió a sangre y fuego el Gobierno democrático y transformador de nuestro Presidente Salvador Allende; proyecto político que representó una gran esperanza para nuestro pueblo.
Como ya lo dije anteriormente, la derecha envalentonada despliega una ola de negacionismo, de tergiversación de la historia, y con cinismo y poca vergüenza quiere señalar a las víctimas como responsables del golpe y así exculpar sus propias responsabilidades criminales e históricas como autores intelectuales y materiales del quiebre democrático. A todas luces esto implica un gran retroceso para el pacto democrático de mínimos comunes que tanto nos ha costado construir como sociedad. La derecha se olvida rápidamente, que incluso algunos de sus propios dirigentes políticos esbozaban recientemente una leve autocrítica por su papel de “cómplices pasivos” ante el golpe y también durante la dictadura. Es a lo menos preocupante que la reaparición de sectores de ultraderecha empujen a todo ese sector político al retroceso histórico que significa el negacionismo y la clausura de las memorias. Algunos llegan más lejos y reivindican con entusiasmo la masacre.
En contraste con este negacionismo antidemocrático y como ha sido desde el primer día, los sectores democráticos nos hemos desplegado por todo el país con múltiples iniciativas para conmemorar los 50 años desde ocurrido el golpe de Estado civil militar, para reivindicar la memoria histórica y homenajear a nuestros mártires. Este ejercicio de memoria debe convertirse en un nuevo hito en la construcción de una conciencia nacional de respeto y compromiso con los derechos humanos y con las demandas de verdad, justicia y reparación. Un país eleva sustancialmente la calidad de su convivencia democrática cuando es capaz de ratificar y apreciar colectivamente el valor de estos principios .
Compañeras y compañeros, que la conmemoración no quede encerrada sólo en las importantes y necesarias actividades culturales. Que el ejercicio de la memoria colectiva sea capaz de extender los puentes necesarios entre lo ocurrido ayer, con lo que vivimos hoy y sin ninguna duda, también debe ser un ejercicio de pensar y proyectar los anhelos de un mejor futuro para nuestro país.
No podemos perder de vista que el golpe de Estado se hizo para castigar los sueños y la osadía de nuestro pueblo, que quería terminar con un orden de cosas que concentra riquezas en pocas manos y condena a las grandes mayorías a vidas verdaderamente precarias. Lo dijo el compañero Presidente Salvador Allende en sus últimas palabras: “El golpe lo impulsó el mismo sector social que hoy estará en sus casas, esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios”.
El proyecto político de la Unidad Popular fue fruto del desenvolvimiento de un amplio y diverso movimiento popular de masas, que a través de varias décadas fue tomando forma y que se abrió paso construyendo un camino de desarrollo social, político y económico que ensanchó nuestra democracia.
El pueblo chileno a pesar de sufrir una y otra vez la exclusión política, la injusticia social y la represión policial y militar ante sus justas demandas, definió su voluntad transformadora con la defensa y lucha por sus intereses, abrigando esperanzas de que el Gobierno Popular del Presidente Allende, era la posibilidad real de cambiar sus vidas.
Sin falsa modestia, reivindicamos nuestro aporte como comunistas en la construcción de este camino genuinamente popular, enraizado en las mejores tradiciones de la lucha política, social y cultural desplegada por la clase obrera y el pueblo chileno. El ensanchamiento y profundización de la democracia, la expansión de la ciudadanía y de los derechos sociales son fruto de la acción estratégica desplegada por el proyecto de la Unidad Popular. Ni regalo, ni medida de cooptación: es conquista de la lucha emancipatoria.
En este sentido y en continuidad con el movimiento real de humanización de las condiciones de vida que porta en su acción consciente y organizada la clase trabajadora y el conjunto del pueblo, es que vislumbramos para Chile un camino inédito de construcción progresiva del socialismo en democracia. Socialismo cuyas formas y profundidad serían las que el pueblo chileno democráticamente decidiera. La llamada vía chilena al socialismo.
La adhesión utilitaria a la democracia de las clases dominantes: “el golpismo”
Hay por estos días el intento de algunos representantes de la derecha de separar el golpe de Estado de las violaciones a los DDHH que llevaron adelante bajo el régimen de la dictadura. Se han levantado voces desplegando diversos argumentos para justificar el origen del golpe, responsabilizando incluso al Gobierno democrático del Presidente Salvador Allende “de haberlo provocado”. Lo que a todas luces es un acción deshonesta con la historia vivida por nuestro pueblo; es sabido que la acción desestabilizadora estaba decidida incluso antes de que el Presidente Allende asumiera la conducción. Esto fue planificado con el apoyo material de los EEUU y con el despliegue práctico de la derecha golpista, en expresión civil y militar. Quiero enfatizar que me parece un acto de honestidad intelectual visibilizar y no minimizar estos elementos decisivos en los hechos ocurridos.
La adhesión táctica y utilitaria de la oligarquía chilena a la democracia, (cuya sintomatología golpista se puede rastrear a través de diversos hechos históricos durante el siglo XX) se expresó tempranamente para impedir que se cumpliera el mandato democrático de las urnas: días antes que asumiera Salvador Allende como Presidente de Chile, la ultraderecha asesinó al comandante en jefe del Ejército, general René Schneider. Y 4 años más tarde, asesinaron en Buenos Aires a otro comandante en jefe del Ejército, el general Carlos Prats.
Además de la activa participación de EEUU para desestabilizar al Gobierno de la Unidad Popular, se suman aristas sobre las actividades (muy bien financiadas por cierto) del dueño de El Mercurio Agustín Edwards, y su papel de traidor a la patria como uno de los organizadores de la conspiración golpista. Formó parte de una cofradía de conspiradores anti-allendistas, generales civiles del golpe, que fueron los encargados de organizar las operaciones de sabotaje a la economía, el financiamiento a la acción de los gremios golpistas y de los grupos fascistas y de promover la sedición en las FFAA. Esta camarilla antinacional incluía, entre otros, a Hernán Cubillos, quien luego sería nombrado ministro de RREE por el dictador.
La creación de condiciones para el golpe de Estado y la represión brutal sobre el pueblo chileno, son un continuo de la acción de un sector social que al ver amenazados sus privilegios recurre al terrorismo de Estado para imponer un sistema económico y político a la medida de sus intereses de clase.
En la base del conflicto político, en su origen principal, se encuentra la decisión y voluntad de la oligarquía y la derecha de desestabilizar y de impedir, al precio que fuera y desde antes que asumiera, el Gobierno Popular. No hubo grandes debates ni tampoco dudas en la derecha al decidir impulsar la estrategia de desgaste y derribo del Gobierno. Con planificado entusiasmo sedicioso asumieron el camino de construir las condiciones del desborde institucional y desechar sin más la democracia como sistema de convivencia.
En la medida que el proceso avanzaba, sectores dentro y fuera de la Unidad Popular tomaron distancia de la estrategia allendista. No comprendieron ni supieron calibrar el esfuerzo por ampliar la base de apoyo para asegurar una creciente correlación de fuerzas a favor de las transformaciones. Adoptaron una retórica inflamada, irresponsable, que además de no ser realista, no dimensionaba las fuerzas reales en disputa y era funcional al juego desestabilizador que impulsaba la derecha.
Como Partido Comunista apoyamos cada una de las iniciativas que propuso el Compañero Presidente Salvador Allende para superar la crisis política; apoyamos el diálogo con la Democracia Cristiana y aprobamos también la decisión de llamar a un plebiscito, cuyo anuncio el Presidente no pudo hacer. Insistimos en afirmar la necesidad de la disciplina estratégica y la flexibilidad táctica que el presidente Allende reclamaba; la historia atestigua nuestro comportamiento y nuestra responsabilidad y lealtad con Salvador Allende, con la democracia y con el pueblo chileno.
La memoria como un puente entre hoy y el futuro
La impunidad, el olvido y la relativización de los crímenes erosionan la convivencia democrática. Las palabras de buena crianza declamadas con hipócrita intención pero que no se materializan en garantizar verdad y justicia, no conducen a la construcción de una cultura de los derechos humanos. Los intentos de “dar vuelta la página” o dar “por cerrado el problema de los derechos humanos” que de tanto en tanto han pretendido algunos sectores, una y otra vez se ven desbordados por la irrupción indomesticable de una digna memoria colectiva.
Permítanme recordar aquí algunos nombres de mujeres incansables que han sido fundamentales para la pervivencia de dicha memoria histórica: Sola Sierra, Viviana Díaz, Carmen Vivanco, Anita de Recabarren, Alicia Lira, Carmen Hertz, Gladys Marín. En ellas simbolizo mi más sentido homenaje a miles de hombres y mujeres que dieron lo mejor de sí. Entre todas, han contribuido a la poca justicia y verdad que hemos logrado.
El pueblo chileno es el más interesado en desarrollar y afianzar una cultura de los derechos humanos, pues para garantizar el futuro de las nuevas generaciones hay que afirmar una y otra vez los valores y principios de respeto a la persona humana. El peligro mayor de esta ola negacionista es que deja abierta la puerta para nuevas asonadas represivas.
Pensando en el futuro de nuestro país, somos enfáticos en hacer un llamado a todas las fuerzas políticas y sociales a comprometerse ante las nuevas generaciones por asegurar verdad, justicia y garantías de no repetición. Las y los comunistas reafirmamos este compromiso ante el país, nosotros y nosotras que vivimos en carne propia la represión más brutal y fuimos parte del contingente social y político que asumió decididamente la lucha por la recuperación y reconstrucción de la democracia.
Casi 50 años después, en el momento en que la revuelta social de 2019 acusaba con justa indignación el carácter abusivo y excluyente del modelo económico, la clase dominante, asustada por este despertar y con la intención de apaciguar el ánimo popular, expresa un coro de buenas intenciones, de reconocer desigualdades y de allanarse a medidas redistributivas. Sin embargo, en voz de Cecilia Morel, primera dama en ese entonces, y esposa de Sebastián Piñera, escuchamos una constatación y reconocimiento: “Tendremos que ceder nuestros privilegios”. Pocas veces en nuestra historia representantes de la clase dominante fueron tan sinceros y claros sobre sus intereses, preocupaciones y el nudo de contradicciones que determina la fractura social profunda que lastra nuestra sociedad. Nada queda de esas supuestas buenas intenciones. Prueba de ello es que este mismo sector social y sus representantes políticos nunca se han dispuesto de manera real a transformaciones profundas en beneficio de las grandes mayorías, sino que muy por el contrario, nunca han reconocido un momento adecuado para llevar adelante reformas y políticas públicas basadas en medidas redistributivas del capital. Han dejado demostrado estar incluso dispuestos a hipotecar la democracia, cuando ven amenazados sus mezquinos intereses económicos y cuando no les resulta útil para la preservación de sus privilegios.
La memoria histórica nos permite proyectar un mejor futuro, el aprendizaje colectivo nos deben llevar a reafirmar con mucha fuerza la defensa de la democracia y su constante perfeccionamiento. Es por ello que debemos defender y luchar para lograr las transformaciones sociales, políticas y económicas que ha impulsado el Gobierno del Presidente Gabriel Boric y que ha comprometido ante el pueblo de Chile. Las políticas redistributivas con el nuevo pacto fiscal, para que los más ricos paguen los impuestos que realmente correspondan; la reforma a las pensiones es una tarea de primera prioridad porque las personas mayores no pueden seguir esperando y viviendo con pensiones de pobreza; la reforma a la salud para que todos y todas tengan acceso a una atención de calidad; y todas aquellas medidas que beneficien a quienes más lo necesitan, deben ser nuestro horizonte. Construir una sociedad más justa es el mejor homenaje que podemos hacer a quienes dieron la vida para que esto fuera posible.
Por Chile, por la defensa de nuestra democracia, por verdad, por justicia y garantías de no repetición, a 50 años del golpe, mil veces venceremos.