El pueblo es el que genera base social, política y electoral para las transformaciones. Es importante no sólo convocarlo, sino promover su organización y movilización, sectorial y territorial, potenciar su participación, abrirle espacios, escucharlo y no minimizar sus fuerzas.
El Editorial. “El Siglo”. Santiago. 30/12/2022. En los últimos tres años volvió a quedar en evidencia la capacidad de los movimientos sociales y populares, de la sociedad civil, y de amplias y diversas capas de la población, para incidir y producir remezones en la realidad del país y en el tránsito de procesos políticos, sociales y constituyentes.
Nadie podrá negar que los acontecimientos determinantes de los últimos tiempos en nuestro país, estuvieron marcados por la movilización, la convocatoria, la voz y la participación del conjunto del pueblo. Sólo para poner un ejemplo trascendental: fue el pueblo el que instaló el inicio del proceso constituyente por una nueva Constitución.
Desde una perspectiva transformadora y democratizadora, eso permitió avances notables.
También es cierto que este año hubo retrocesos a tener en consideración, como el resultado del plebiscito y cierto repliegue social.
Como sea, el protagonismo y preponderancia de las acciones del pueblo, las movilizaciones y diversidad de luchas sociales, la participación en comicios electorales, es un camino que debe persistir. Que el pueblo sea el protagonista de los sucesos políticos, sociales y constituyentes.
Hay que frenar los intentos destinados a elitizar los procesos que vivimos, dejarlos en manos sólo de representaciones políticas orgánicas y espacios formales y, peor aún, de grupos fácticos.
Lo preciso es que para que se materialice el protagonismo del pueblo, es imprescindible avanzar en la organización del movimiento social, en el reforzamiento de los colectivos populares, en el estado de consciencia de los problemas y las demandas en cuanto a derechos, en dinamizar a la sociedad civil, todo en la perspectiva de mejorar la calidad de vida y garantizar la dignidad de chilenas y chilenos.
En definitiva, el pueblo es el dueño de su destino. Los sujetos sociales son los que pueden mover los procesos hacia transformaciones que posibiliten un Chile con justicia social, equidad económica y auténtica democracia.
Poderosas fuerzas retardatarias y conservadoras se opondrán a un papel protagónico del pueblo y levantarán muros de contención. Siempre fue así, y seguirá siendo así. Con carros de cola que se reivindican “de centro”, “apolíticos” o “liberales”.
Estamos frente a un periodo desafiante, de cara a un nuevo proceso constituyente (se mantiene la reivindicación de nueva Constitución), con un Gobierno que impulsa reformas decisivas para el bienestar de la gente, con demandas de derechos, en una etapa económica muy difícil y con problemas sensibles como el alza del costo de la vida y la seguridad pública.
En todo lo que venga, en todo lo que se piense y todo lo que se haga, se debe considerar al pueblo como actor principal.
No sólo convocarlo, sino promover su organización y movilización, sectorial y territorial, potenciar su participación, abrirle espacios, escucharlo y no minimizar sus fuerzas.
El pueblo es el que genera base social, política y electoral para las transformaciones.
Es el que garantiza que se respete la voz y las reivindicaciones de los de abajo, y puede evitar que manden los poderosos, los de arriba, los que quieren dejar todo igual, pero con maquillaje.