Los ataques que se hacen en estos días contra el Partido Comunista, los relatos distorsionadores en torno a los comunistas, terminan dañando a todos los demócratas, a todos los actores de la política, a las representaciones de la sociedad civil y del movimiento social, en definitiva, al buen y sano curso de la democracia, reemplazado por el oscurantismo y la irracionalidad.
“El Siglo”. El Editorial. Santiago. 4/3/2024. Es obvio esperar de voceros de la derecha y la ultraderecha y de representaciones del mundo conservador y retrógrado expresiones de confrontación y debate con el progresismo, la izquierda y específicamente con el Partido Comunista.
Lo que no debiera naturalizarse es que esas expresiones adopten formatos de mentiras, mediocridad y odio que apuntan más que a reflexionar y discutir, a lastimar el desenvolvimiento sano y serio de la democracia, y querer eliminar a un actor del escenario político.
El país tiene en su historia más o menos reciente dramáticos episodios originados en tesis como “extirpar el cáncer marxista” y de un anticomunismo enfermizo y agresivo, que llevó a establecer un marco en el cual, por ejemplo, fueron asesinados y hechos desaparecer una veintena de dirigentes y militantes del PC en dos meses; un par de años más tarde fueron degollados tres profesionales comunistas.
No se debe olvidar que la derecha y sectores conservadores promovieron la ilegalización y persecución de chilenas y chilenos de militancia comunista, lo que derivó en cientos de ellas y ellos asesinados y desaparecidos, y miles de ellas y ellos torturados, encarcelados, exiliados y relegados. Detrás de esos sucesos hubo “planteamientos políticos” que justificaron esa represión y ese aniquilamiento. El PC en dos ocasiones fue declarado un partido ilegal utilizando la violencia y el terrorismo de Estado, por sus planteamientos ideológicos. Muchos de actuales voceros y voceras derechistas y ultraderechistas respaldaron y respaldan esas acciones. No se olvidan los gritos de algunos venezolanos aquí en Chile, ante grupos del PC, como “comunistas maricones, los mataron por huevones”.
En estos días, hubo declaraciones de representantes de Chile Vamos, del Partido Republicano y de personeros del pensamiento ultraconservador del país y el extranjero, junto a notas y editoriales de medios afines a esas posturas, que apuntaron explícitamente a enlodar y desacreditar a los comunistas, no con argumentos sólidos o contenidos de adecuado nivel político, sino más bien con especulaciones, falacias, insinuaciones y “noticias falsas”.
Se insinuó que los comunistas podrían tener vínculos con alguna hipotética operación para secuestrar y asesinar a un exmilitar venezolano, y explícitamente se quiso establecer que el PC podría ayudar a proteger y defender a quienes supuestamente podrían ser responsables de ese crimen, insistiendo (incluso por encima de la investigación policial y judicial) en una “motivación política”. Se exigió que funcionarios públicos de militancia comunista dejaran de cumplir sus funciones por “desconfianza” de la ultraderecha en el proceso investigativo. Se volvió a hablar de la supuesta defensa del PC de “violentistas”. Se afirmó que el Partido Comunista “es un peligro en Chile”, y se estableció como “bueno” que se extienda el anticomunismo en la sociedad chilena. También se señaló que el PC no apoya medidas contra la violencia por no sumarse a proyectos de la oposición, que ejerce posturas antidemocráticas y manipuladoras al valorar y promover las movilizaciones sociales, y que hay “dudas” respecto del PC y el secuestro y asesinado del exmilitar venezolano por “la cercanía que este tiene con el chavismo” y con “personeros de Venezuela que se pudieron ver involucrados” en el crimen.
Medios de prensa recurrieron a individuos extranjeros poco conocidos y menos legitimados más allá de ámbitos de la ultraderecha y medios conservadores, para construir hipótesis sobre sucesos que se producen en el país. Inclusive algunos extranjeros, con espacios destacados en medios locales, se permitieron dudar de las indagatorias policiales y judiciales chilenas e hicieron exigencias que alteran procedimientos habituales y legales frente a hechos delictivos graves. Se hizo una conversión de un grave hecho delictivo, en una campaña política que, entre otras cosas, buscó golpear al PC.
Técnicamente, se apuntó a aquello de que “un titular genera una percepción”, que una especulación genera opinión, que una mentira repetida se convierte en una verdad y a situar hipótesis como episodios veraces, recurriendo a “noticias falsas” y distractivos.
Es la reiteración de un relato falaz, agresivo y de odio que se conoce hace décadas y que apunta no sólo a desacreditar a un partido político y vincularlo a crímenes, sino que a considerarlo un peligro para el país. El paso que viene después de eso se vivió en al menos dos períodos históricos de Chile con la secuela de miles de chilenas y chilenos que militaban en el Partido Comunista ejecutados, desaparecidos, torturados y encarcelados.
Por cierto, quienes obran así pertenecen a orgánicas de derecha, ultraderecha y conservadoras que respaldaron la dictadura, que nunca han condenado nítidamente la ejecución y desaparición de más de 4 mil compatriotas, que guardan silencio ante la actual denuncia de miles de niñas y niños secuestrados en dictadura, que no respaldan la búsqueda de más de mil chilenas y chilenos desaparecidos, que reivindican el régimen militar, que apoyan a Israel en el ataque al pueblo palestino y que simpatizaron y simpatizan con políticas represivas de Jair Bolsonaro, Álvaro Uribe, Donaldo Trump, Javier Milei y regímenes fascistas y nacionalistas en Europa.
Como sea, al referirse al Partido Comunista se está hablando de la colectividad que, de acuerdo a datos del Servicio Electoral, tiene la mayor cantidad de militantes del país (es a ellas y ellos a quienes se pone en peligro con mentiras, agresiones, odio y distorsiones), de la organización mayoritaria en el conglomerado de Gobierno, la que tiene la mayor bancada oficialista en el Congreso, la que participa en elecciones democráticas respetando la ley y que ha promovido un sinnúmero de leyes en beneficio de los trabajadores, las mujeres, los pensionados, los jóvenes, los pescadores artesanales, los indígenas, los deportistas y respondiendo a otras demandas.
Se está hablando de un partido que denunció la violación de los derechos humanos durante la revuelta ciudadana de 2019, que promueve la búsqueda de más de mil detenidos desaparecidos, que apoya el esclarecimiento del caso de 20 mil niños secuestrados y dados en adopciones ilegales, y que se niega a criminalizar fenómenos sociales y la movilización de la ciudadanía.
Puede causar enojo en la derecha, la ultraderecha y el ámbito conservador que las y los comunistas tengan esas posiciones, se puede no compartir políticamente esas posturas, se puede cuestionar el accionar legislativo, municipal, social y en defensa de los derechos humanos que hace el PC, sin embargo, aquello no debe llevar a actitudes destempladas e irresponsables destinadas a generar un cuadro de odio y descrédito respecto a una colectividad política que actúa con todas las de la ley en el país.
Por lo demás, los comunistas, como cualquier fuerza política nacional, puede actuar con soberanía respecto a su política internacional, y es un despropósito querer vincularlo a actuaciones o especulaciones que tengan que ver con gobiernos o fuerzas de otros países que, por lo demás, sabrán defenderse por sí solas. Si se trata de eso, no se debería olvidar el documentado episodio en que altos personeros de Renovación Nacional recibieron informes de la Inteligencia y el Ejército de Colombia para perseguir, encarcelar e incluso extraditar a compatriotas chilenos. O el apoyo de las Fuerzas Armadas y de personeros de la dictadura que después militaron en la derecha, para el desarrollo de la Operación Cóndor que dejó una estela de chilenas y chilenos y de latinoamericanos asesinados y desaparecidos. Son casos acreditados y documentados, no especulaciones y falacias como las que se difunden hoy; casos sobre los que la actual derecha y ultraderecha no se hacen cargo y prefieren que pasen al olvido.
De todo ello no parece desmedido el planteamiento del Presidente Gabriel Boric de que se está ante un “anticomunismo visceral” y de legisladores del PC en cuanto a que ese partido, a diferencia de partidos y personeros de derecha, jamás ha respaldado un golpe de Estado, jamás ha defendido políticas de terrorismo de Estado, ni ha violado los marcos democráticos. Adelantando reacciones, se debería reiterar que las acciones armadas del PC durante la dictadura, fueron en contra de organismos represivos y del régimen militar, y se produjeron en el marco del derecho a rebelión ante una tiranía, consagrado por la Organización de Naciones Unidas y que tiene su origen en la resistencia ciudadana contra el fascismo.
El asunto es que cuando se rompe el marco de discusión de ideas, de confrontación genuina de posiciones, de mantención de la calidad intelectual de la polémica, cuando se miente, distorsiona y genera odio, cuando se establece que un sector de la población perteneciente a una colectividad es un peligro para el país, cuando hay medios que dedican espacios y tiempos a construir hipótesis débiles y falaces en torno de sucesos delictivos, todo se coloca color de hormiga, se entra en un espacio oscuro y complicado que puede traer consecuencias deleznables y trágicas para quienes profesan una idea con honestidad y compromiso, y también para el conjunto del país.
Porque los ataques que se hacen en estos días contra el Partido Comunista, los relatos distorsionadores y de odio en torno a los comunistas, terminan dañando a todos los demócratas, a todos los actores de la política, a las representaciones de la sociedad civil y del movimiento social, en definitiva, al buen y sano curso de la democracia, reemplazado por el odio, el oscurantismo, la mediocridad y la irracionalidad.