Daniel Jadue. Toda nuestra solidaridad con el pueblo de siria

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El derrocamiento de Bashr al Assad en Siria, más allá del conflicto en ciernes, marca entonces el término de una época en dicho país y también un punto de inflexión en la región de Medio Oriente. Discutir si se trata de una guerra civil o de una intervención extranjera es, sin duda, una tarea inútil. El país ha sido una zona de conflicto durante décadas y ha enfrentado, desde su independencia, una persistente intervención extranjera, con objetivos completamente ajenos a los intereses del pueblo Sirio. Por lo mismo, si bien resulta difícil saber quiénes son los protagonistas principales de los acontecimientos actuales, no lo es tanto, saber quién está detrás. Y para saberlo, como siempre, hay que preguntarse a quien sirve lo ocurrido.  Quien se fortalece y quien se debilita con la caída del gobierno sirio.

Daniel Jadue. Arquitecto y Sociólogo. Santiago. 17/12/2024. La crisis siria es, junto a la cuestión de Palestina, uno de los conflictos más prolongados y complejos del siglo XXI.

Comenzó en 2011 como una serie de protestas pacíficas contra el gobierno de Bashar al-Assad, enmarcadas en el contexto de la Primavera Árabe, pero rápidamente escaló a una guerra entre el Ejército regular de Siria contra organizaciones financiadas desde occidente a través de una fuerte intervención extranjera que apoyó el surgimiento de importantes grupos terroristas, dejando un saldo devastador.

Al conflicto se sumaron diversos grupos rebeldes, milicias kurdas, organizaciones yihadistas como el Estado Islámico (ISIS), y potencias extranjeras como Estados Unidos e Inglaterra que buscaban el derrocamiento del gobierno Sirio, e Irán y Rusia, que apoyaban la autodeterminación del pueblo sirio.

La guerra causó una destrucción masiva de ciudades, infraestructuras y el patrimonio cultural de Siria. Millones de sirios se vieron obligados a abandonar sus hogares, convirtiéndose en refugiados o desplazados internos. La situación humanitaria se turnó catastrófica, especialmente para los más vulnerables que, como siempre, comenzaron a enfrentar una escasez aguda de alimentos, agua potable y medicinas, además de la violencia y el trauma. A lo largo de los años se han llevado a cabo numerosas negociaciones y acuerdos de alto el fuego entre las partes, pero debido a la imbricada red de intereses extranjeros que se teje sobre la región, ninguno logró poner fin al conflicto de manera definitiva.

Si bien la intensidad de los combates fue disminuyendo en comparación con los primeros años de la guerra, el conflicto nunca terminó y Siria terminó dividida en varias zonas de influencia, controladas por el gobierno, grupos terroristas, milicias kurdas y fuerzas extranjeras, respectivamente. Millones de sirios comenzaron a vivir de la ayuda humanitaria y la reconstrucción del país se tornó un proceso largo y complejo a raíz del debilitamiento del Estado de Bienestar que siempre caracterizo a la Republica Árabe de Siria.

El derrocamiento de Bashr al Assad en Siria, más allá del conflicto en ciernes, marca entonces el término de una época en dicho país y también un punto de inflexión en la región de Medio Oriente. Discutir si se trata de una guerra civil o de una intervención extranjera es, sin duda, una tarea inútil. El país ha sido una zona de conflicto durante décadas y ha enfrentado, desde su independencia, una persistente intervención extranjera, con objetivos completamente ajenos a los intereses del pueblo Sirio. Por lo mismo, si bien resulta difícil saber quiénes son los protagonistas principales de los acontecimientos actuales, no lo es tanto, saber quién está detrás. Y para saberlo, como siempre, hay que preguntarse a quien sirve lo ocurrido.  Quien se fortalece y quien se debilita con la caída del gobierno sirio.

Para partir, entonces, no está de más recordar que quienes hoy celebran la caída de Bashr Al Assad, son los mismos que defienden el genocidio en Palestina y en Marruecos, y son los mejores amigos de las monarquías absolutas del Golfo Arábigo Pérsico, que han apoyado a grupos de mercenarios y terroristas, por lo que resulta indesmentible que nunca les ha interesado ni la democracia, ni los derechos humanos y mucho menos la libertad.  Solo se mueven por sus mezquinos intereses, en el marco del capitalismo financiero global. Es, por tanto, una pugna entre países capitalistas que se disputan las áreas de influencia en el ámbito de la geopolítica global.  Así las cosas, el nuevo escenario es sin duda un triunfo para EEUU e Israel quienes ven una oportunidad inmejorable de avanzar en la consolidación del proyecto sionista del Eretz Israel, pues se debilita significativamente el eje de la resistencia contra dicho proyecto imperial.  Es un triunfo también para la Turquía de Erdogan, que siempre ha jugado a dos bandas con el objetivo permanente de reconstruir el Imperio Otomano y jugar un rol de Potencia Mundial.

Ahora bien, el peor error es caer en la trampa más común a la que nos suele llevar el Imperio y su pensamiento hegemónico, que nos tratará de encerrar en el antinomio dictadura v/s democracia, presentando a quienes hasta ayer denominaba terroristas como emergentes luchadores por la libertad, manipulando una vez más la discusión acerca de los DDHH y dejando de lado, como siempre, el derecho a la autodeterminación de los pueblos, que hoy más que nunca se presenta como el verdadero obstáculo para el capital transnacional y su necesidad imperiosa de apoderarse de todos los territorios y de dominar a todos los pueblos para asegurar su tasa de ganancia en el ámbito global.

En este escenario, lo que sí es evidente, es que la caída de Al Assad no fue producto de un movimiento ni de una insurrección popular del pueblo sirio.  Hay por todas partes rastros de una operación internacional que supo interactuar con la justa indignación contraun gobierno asediado, agotado y debilitado por décadas de sanciones unilaterales y de una intervención extranjera que llego incluso a financiar a organizaciones terroristas y mercenarios que, finalmente, fueron las que derrocaron al gobierno y que hoy son tildados de rebeldes con los cuales todos están dispuestos a colaborar en “la nueva Siria”. Esta operación se da en un minuto en que el apoyo de Rusia e Iránse había debilitado por la guerra en Ucrania que hace rato concentra las preocupaciones del Kremlin mientras la resistencia contra el genocidio en Palestina y El Líbano, concentra hoy las preocupaciones de Teherán.

Estas circunstancias debilitaron aún más a un ya frágil gobierno, lo que transformó el colapso en algo inevitable ante la agresión israelí, las intervenciones abiertas de los EE.UU que financio desde un comienzo a la insurgencia terrorista, la intervención encubierta del Reino Unido y la presencia militar de Turquía que intentó legitimarse invocando el derecho a luchar contra el “separatismo kurdo”.  Siria estaba en rigor y como ya lo hemos dicho, dividida en áreas de influencia de los distintos actores y el gobierno de Al Assad, controlaba en realidad solo una parte de su Territorio, lo que facilito la reciente operación llevada a cabo por todas estas potencias de manera claramente coordinada.

No hay duda entonces de que se trató de una operación imperialista que será seguida de una paz imperialista que como sabemos, nunca ha traído paz a ninguna parte y tampoco lo hará en Siria. Lo que sin duda traerá será mayor explotación a la clase trabajadora y a los pueblos de esas latitudes, con el desmantelamiento del Estado de Bienestar, la privatización de todos los servicios públicos y la instalación de la hegemonía del Capital financiero Internacional sobre la vida cotidiana de los pueblos de Siria, tal como antes lo hicieron con Irak y Libia entre otros. Queda claro que la propaganda de la OTAN y sus aliados en la región según la cual “el pueblo derrocó a un dictador” no es más que una retórica falsa, como falso es todo lo que plantean dichas potencias imperiales a lo ancho y a lo largo del planeta.

No es poco probable además que se estén haciendo preparativos para un acuerdo entre Estados Unidos y Rusia que involucren simultáneamente a Ucrania y Siria, lo que podría desembocar en el desmembramiento de ambos países en favor de los intereses de ambas potencias capitalistas, por lo que el período entre las elecciones estadounidenses y la investidura de Trump será el más dinámico ya la vez el más peligroso.No es coincidencia que la administración Biden y Gran Bretaña, que están de acuerdo en que la guerra en Ucrania debe continuar un tiempo más, hayan decidido actuar rápidamente en Siria, queriendo resolver algunos temas antes de la llegada de Trump al gobierno, de tal manera de acotar la posibilidad de una toma de decisiones del nuevo gobierno, en otra dirección.

También resulta evidente que existe un acuerdo entre Rusia, Irán y Turquía para dejar caer al que hasta hace días era un aliado estratégico en la región, como evidente resulta que el apoyo tanto al Ejército Nacional Sirio como a HTS, considerada hasta hace poco una “organización terrorista” lo proporciona la coordinación de Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel y Turquía. Es impensable también que el gobierno del AKP, que lleva años reforzando su presencia militar, política y económica en Siria con una perspectiva neootomanista, permaneciera al margen de este plan.

No hay que olvidar que vivimos en una coyuntura internacional en la que quienes actúan de común acuerdo, simultáneamente compiten entre sí e incluso entran en conflicto una vez que consiguen sus objetivos de corto plazo, por lo que a diferencia de lo que muchos piensan y declaran esperar, luego de un corto periodo de tranquilidad vendrá la tormenta definitiva que acrecentara la confusión de la clase dirigente turca que coopera al mismo tiempo con Israel y con Irán, en contra del tercero, por lo que tendrá en breve que tomar una decisión que no dejara nada feliz a ninguna de las partes supuestamente triunfadoras y abrirá un frente interno de dimensiones imprevisibles.

Los únicos que parecen algo sorprendidos, son Irán, que no estaba dispuesto a enfrentarse a Estados Unidos e Israel en una guerra abierta y Rusia, que esperaba a Trump y que acaba de perder la influencia siria que pensaba poner sobre la mesa en las negociaciones sobre Ucrania. Hoy Rusia está buscando desesperadamente formas de proteger sus bases en Siria, lo que explica el entusiasmo de Ucrania por participar en la operación en Damasco.

Nos encontramos entonces ante una situación extraña en donde muchos son a la vez amigos y enemigos, lo único claro es que todas las opciones benefician a Estados Unidos e Israel y a sus aliados, quienes seguirán intentando por todos los medios posibles debilitar a la resistencia de los pueblos árabes en su apoyo a Palestina y El Líbano contra el estado genocida de Israel, lo que podría derivar en más de una revuelta popular y por qué no, la caída de otros gobiernos de la región.  Y no es poco probable que Turquía se convierta en el nuevo teatro de la intervención regional del imperialismo estadounidense para impedir las opciones de fortalecimiento que la nueva situación le ofrecen a Erdogan.

En esta compleja coyuntura, en la que todos los países capitalistas participan en una lucha imperialista por amplias sus áreas de influencia y dominio mediante la formación de alianzas altamente volátiles, sólo una perspectiva de clase tiene la posibilidad de dispersar la contaminación creada por las organizaciones de inteligencia y los acuerdos encubiertos y abiertos.

En El Líbano, que es un blanco abierto de la agresión israelí, podrían producirse muy pronto acontecimientos rápidos, pues sin Al Assad en Damasco el flujo de apoyo constante hacia la resistencia se verá a lo menos dificultado y podría llevar a Irán a convertirse en un importante escenario de enfrentamientos. Lo mismo podría pasar en Turquía ya que no pocas veces en la historia reciente del mundo árabe, la falta de apoyo real de los gobiernos árabes a la resistencia palestina ha llevado a levantamientos populares generando varios cambios de gobiernos en la región.

Lo que debemos tener claro, es que el hecho de encontrarse atrapado entre una postura “antiimperialista” y nuestras habituales “tareas democráticas” constituye una gran trampa para el movimiento popular y para los partidos comunistas en todo el mundo. En el pasado, durante la invasión de Irak, se enfrentaron las tareas “democráticas” y la postura contra el imperialismo y se buscó legitimar una intervención y una ocupación imperialista en nombre de la liberación de Irak de la dictadura de Saddam y del derecho de las naciones a la autodeterminación. Ya todo el mundo sabe en que terminó dicho engaño.

De la misma manera, apoyar al gobierno de los mulás en Irán, debido a su postura llamada “antiimperialista” o justificar las intervenciones de los países imperialistas en nombre de la democratización y la liberación de Irán, son dos caras diferentes de la misma desviación: la pérdida de la perspectiva de clase y el pensamiento dentro de los límites del dominio de la burguesía.

El mismo problema existe en Siria. Hay quienes dirán que los sirios se liberaron con la caída de Assad. Otros afirmarán que la fortaleza siria del antiimperialismo ha caído. Sin embargo, ambos están equivocados. Por supuesto, no creemos que todas esas falacias sean producto de “buenas intenciones”, pero sólo podemos adoptar una actitud amistosa ante esas posiciones que consideramos, que a veces también ocurren en nuestras filas y ofrecer algunas advertencias desde nuestra propia perspectiva.

En primer lugar, la idea errónea de que el equilibrio de poderes sólo permite una estrategia dentro de los límites del sistema imperialista; de que el movimiento de la clase trabajadora está limitado ya sea al paradigma de la democratización y la libertad, o a una oposición inconsistente y negociadora con los Estados Unidos, pulida por la retórica del antiimperialismo, debido a su propia ineficacia en la arena internacional, debe ser completamente abandonada después de todas estas grandes tragedias.La era de las revoluciones burguesas ya pasó hace tiempo. El movimiento obrero, y más aún los comunistas, atraviesan un período de debilidad en todo el mundo, pero mientras sigamos actuando según lo que podríamos llamar “ilusiones” en relación con las facciones dentro del mundo imperialista, sólo sangraremos más. La única alternativa es volver a levantar un horizonte de superación estratégica del Capitalismo en su fase Imperial, entendiendo que de aquí en adelante ningún pueblo se salva solo y que debemos reconstruir el internacionalismo proletario que sea capaz de enfrentar a todas las intervenciones extranjeras, en cualquier parte del mundo para salvaguardar el derecho a la autodeterminación de los pueblos en la búsqueda de una verdadera emancipación, dejando de lado de una vez por todas el lenguaje y el paradigma de la dominación que hoy nos encierra.

En casi todos los países, a quienes desafían al poder político se les acusa de ser agentes extranjeros. Es el caso de Estados Unidos, de Irán, de Kazajstán, de Georgia, de Turquía, de Rusia…Lo interesante es que realmente existen agentes y su número va en aumento. El fracaso del mundo popular y en particular de los comunistas en desarrollar una postura política independiente y su estancamiento en alianzas dentro del sistema corren el riesgo de que esta mancha se extienda hasta aniquilar toda posibilidad de superación del capitalismo.

En el caso específico de Siria, la transición hacia una paz duradera enfrentará numerosos obstáculos, como la falta de confianza entre las partes, la complejidad de la situación política y la presencia de actores externos con sus propios intereses que nada tienen que ver con los intereses de la clase trabajadora de Siria y del mundo.El conflicto traerá desestabilización en la región y tendrá repercusiones en países vecinos como Líbano, Jordania y Turquía, entre otros.

El colaboracionismo con Estados Unidos y sus aliados ha sido y debe seguir siendo la línea roja del movimiento popular y en especial de los comunistas.  No hay razón algunapara cambiar esto ahora. Pero el paradigma libertario es deslumbrante y hay quienes lo toleran en nombre del izquierdismo.Esto es una confusión. Es necesario salir de esta confusión y adoptar una posición clara. Ni la democratización, ni la solución de la cuestión nacional, ni el antiimperialismo pueden abordarse desde un marco de pensamiento burgués.Incluso si el movimiento obrero se encuentra en un momento de profunda debilidad respecto ala correlación de fuerzas, a menos que actúe con una estrategia independiente y se excluya de los equilibrios intrasistémicos,quedará atrapado entre la democratización y la postura antiimperialista y quedará atrapado en esta línea de tensión, independientemente de la elección que haga.

De hecho, ya trataron de hacernos elegir entre una dictadura de Sadam Husein y una invasión estadounidense y conocemos el resultado. Por supuesto, lo que debemos proponer no es una distancia igualitaria, es posible desarrollar una posición independiente haciendo hincapié en las tareas prioritarias del momento, para actuar sin olvidar algunos principios básicos, el movimiento internacional corre constantemente el peligro de quedar atrapado entre dos opciones dentro del sistema.La tragedia que la clase trabajadora y los pobres de Siria llevan sufriendo desde hace décadas ha entrado ahora en una nueva fase con consecuencias muy críticas y graves. Debemos mantener el optimismo, pero lo cierto es que Siria ha entrado en una fase muy, muy oscura que seguirá el camino de la instalación por la fuerza del neoliberalismo más radical como lo fue en el Chile de Pinochet y como lo es hoy en la Argentina de Milei y cuando todo se haya privatizado, la clase trabajadora será privada de todo y la precarización de la vida será más brutal que lo que jamás el pueblo sirio haya visto.  Los únicos que celebraran será el Capital Financiero internacional que s habrá apropiado de otro territorio donde establecer sus negocios, sus reglas y su pensamiento hegemónico, individualista y cruel.

Por lo mismo, es que el principio básico es adoptar una postura clara e inequívoca contra todas las intervenciones directas o indirectas, los intentos de “revolución de colores” y las ocupaciones de los países imperialistas, los bloqueos y las sanciones unilaterales a los pueblos que luchan por su libertad. Sin embargo, este principio sólo tiene sentido cuando va acompañado del principio de no alinearse con ningún gobierno burgués, mucho menos de monarquías absolutas y no participar en los gobiernos de los capitalistas. En tiempos en que estos dos principios parecen contradecirse, la manera de superar las dificultades y desarrollar una actitud independiente es colocar tanto la lucha por la libertad como la lucha antiimperialista en el eje de clase, ganar terreno y avanzar.

Tenemos que persistir en una posición política independiente y crear una nueva línea de resistencia que pueda transformarse fácilmente en una base para una ofensiva futura por el logro de una Siria democrática, socialista y popular de verdad, que es el mismo sueño que debemos reponer para todo el mundo pues la contradicción hoy más que nunca es socialismo o barbarie.

De lo contrario, mañana nos veremos obligados a apoyar nuevas operaciones contra los yihadistas en Siria, que ya han comenzado a cometer masacres, que seguramente lanzarán Israel y Estados Unidos con el pretexto de limpiar Siria de extremistas islámicos y lo único que habremos conseguido será entregarles en bandeja el territorio y el control sobre el destino de otro pueblo más del mundo.