El recuerdo del 26 de julio no es retórico, nostálgico o una simple efeméride. Es una conmemoración vinculada a lo que es Cuba en pleno siglo XXI, con sus características sociales, políticas, económicas e institucionales.
Hugo Guzmán R. Periodista. 25/07/2022. Cuando el 26 de julio de 1953 varias decenas de insurgentes cubanos, definidos como la Generación del Centenario, asaltaron los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba y Céspedes en Bayamo, en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, marcaron el curso de la historia contemporánea de la isla caribeña, que tiene impacto hasta la actualidad.
En efecto, ese episodio marcó el derrotero del proceso rebelde que se consagró el 1 de enero de 1959 con el triunfo insurgente y el comienzo de la Revolución Cubana.
Es imposible desprender esa gesta de hace casi 70 años en el Oriente de la Mayor de las Antillas, de lo que es hoy Cuba, porque ella constituyó el germen de lo que sería un nuevo proyecto de país y de sociedad.
Parece obvio que esos jóvenes, entre los que se encontraban Fidel y Raúl Castro, Abel Santamaría, José Luis Tasende, Haydé Santamaría, Melba Hernández, Juan Almeida y Ramiro Valdés, entre muchos otros, no sólo buscaban derrocar una tiranía sangrienta, sino iniciar la construcción de un país soberano, digno, desarrollado, justo y equitativo.
La evidencia revela que a 69 años de la acción rebelde, Cuba es un país capaz de fabricar sus propias vacunas anti Covid-19 (con 90% de esquema de vacunación completa) y avanzar en tecnología para enfrentar enfermedades como el Alzheimer y el Parkinson, que puede mostrar una labor fructífera de un Centro Internacional de Restauración Neurológica (Ciren) como vanguardia a nivel latinoamericano; un país que presenta avances notables en la industria del turismo a escala mundial y en activar proyectos como la Zona Especial de Desarrollo Mariel para captación de inversión extranjera y darle valor agregado a la economía nacional; un país con reconocimiento de la Unesco en materia de educación de calidad y de la Organización Mundial de la Salud en el ámbito de los servicios de salud a la población, y que hace un esfuerzo enorme por enfrentar el desafío de la vivienda social; un país que acaba de estructurar un moderno Código de la Familia que será sometido a referéndum ciudadano, y que avanza en derechos de la diversidad sexual. Por ejemplificar algunos ámbitos que muestran avances notables de la nación caribeña, muy delante de muchos países de la región y de otras latitudes.
Eso, junto a una estructura institucional y democrática propia y soberana, en la cual -es constatable- hay espacios para dinámicas evaluativas, críticas y autocríticas, de revisiones y adecuaciones, con el funcionamiento de una Asamblea Nacional del Poder Popular, procesos electorales con una participación casi constante del 80% del electorado, y la existencia de una nueva Constitución desde 2019 votada por el 86% de la población.
Cuando ocurrió el asalto a los cuarteles Moncada y Céspedes, y posteriormente cuando llegó el contingente en la embarcación “Granma”, desde Veracruz (México), para comenzar la lucha guerrillera en la Sierra Maestra -junto a la lucha política y social en las ciudades-, el Movimiento 26 de Julio fue criticado inclusive desde ámbitos de la izquierda latinoamericana. Con todo, fue un proceso victorioso. En todos estos años surgen cuestionamientos al proceso cubano, también incluidos sectores más allá de la derecha, pero Cuba consolida, con serias dificultades y no pocas carencias, su desarrollo y progreso.
Siempre, desde la década del cincuenta del siglo pasado, los conceptos de independencia, soberanía y humanidad, estuvieron presentes en el proceso revolucionario cubano, y en ello fue y es determinante el pensamiento de José Martí y de Fidel Castro, como lo apunta cualquier evidencia histórica. De hecho, el pensamiento martiano fue decisivo el 26 de julio.
Eso explica, entre otras muchas cosas, las características propias e incluso inéditas de la Revolución Cubana, la visión de desarrollo científico-tecnológico y de auto respuestas a las necesidades de la economía, la garantía de derechos sociales para toda la población, hasta una postura coherente y audaz en materia de política exterior, donde no escapa el haber enfrentado con sabiduría y firmeza la presión y la hostilidad de Estados Unidos como nadie lo ha hecho frente a esa potencia.
Es así que aquel combate de julio de 1953 no se trató de una mera acción voluntarista desprovista de proyección, sino que marcó el inicio de una idea de país, de un proyecto de sociedad, que definió de manera nítida Fidel Castro cuando se defendió en el proceso judicial, con aquel texto conocido universalmente, “La historia me absolverá”.
Por ello, el recuerdo del 26 de julio no es retórico, nostálgico o una simple efeméride. Es una conmemoración vinculada a lo que es Cuba en pleno siglo XXI, con sus características sociales, políticas, económicas e institucionales donde priman, de acuerdo a cualquier estadística seria -nacional e internacional-, el bienestar de las mayorías, los derechos sociales, la equidad económica, el Estado de Derecho, el respeto amplio de los derechos humanos, el desarrollo en áreas como la biotecnología y el turismo y la solidaridad interna y externa.