Quienes fueron parte del pacto transicional, de los 90 en adelante, hoy postulan cambios cosméticos, porque no explicitan, ni buscan, transformaciones estructurales que hagan que Chile crezca y se desarrolle con indicadores a escala humana. Por eso es que defienden, cómo defienden, los llamados 30 años. Y, desde sus filas, surgen con vehemencia descalificaciones a quienes postulamos los urgentes y necesarios cambios que Chile requiere para ser un país de verdad habitable en ámbitos como salud, salarios, pensiones, viviendas, real crecimiento económico sostenido en el tiempo (que no dependa del mezquino interés bancario y corporativo). Y esas transformaciones, sí son estructurales.
Juan Andrés Lagos. Miembro de la Comisión Política del Partido Comunista. Santiago. 6/2025. Más allá de las encuestas, es real que las diversas expresiones de la derecha, crecen. En representación y en intención de voto.
Es fundamental explicarse este fenómeno y sus causas. Que tampoco es tan nuevo.
Poco se saca con “mirar para el techo” y omitir este fenómeno del análisis.
Son varias circunstancias. Pero la que surge con más fuerza es que, a través del inmenso e incontrarestable poder que tiene la derecha en el sistema de medios hegemónico, y en el sistema de representación institucional, ha logrado tomarse parte relevante del descontento ciudadano, para intertar encauzarlo hacia sus propósitos y direccionalidades políticas, sociales, culturales y éticas.
Es cuestión de observar cómo situaciones como los fraudes, la inseguridad ciudadana, el crimen organizado, el narcotráfico, las carencias socio-económicas (que son reales), la derecha las usa y las espectaculariza, y saca provecho.
Lamentablemente, las expresiones sociales, los movimientos, las multitudes, que han sido claves y totalmente determinantes para abrir cambios sustantivos en las últimas décadas (estallido social; 2011; Revolución Pingüina; paros nacionales; movimientos sindicales; identitarios y medioambientales; Pueblos Originarios), hoy no tienen la dimensión que los llevó a jugar ese papel democrático tan importante para los cambios y en beneficio de mayorías nacionales.
Y la derecha no oculta sus propósitos estratégicos fundamentales: Una refundación del neoliberalismo, del capitalismo salvaje al servicio de transnacionales y en particular del sistema financiero-bancario, para imponer por décadas el rasgo principal del nuevo ciclo económico-político de Chile.
Es claro que este programa estratégico traerá a Chile nuevas y grandes fragmentaciones, desigualdades, abusos, represiones, grietas de nuevas dimensiones.
Y, en rigor, no es que este tipo de situaciones no existan. Existen. Sólo que su agudización será mayúscula. Porque en el escenario mundial, y regional, tal como lo hace Milei en Argentina, la derecha, el imperialismo y las transnacionales no tienen otra alternativa para imponer sus intereses en el nuevo ciclo.
En el llamado campo del “progresismo”, es evidente que existen contradicciones, y se han reflejado mucho más en el marco de las primarias del sector.
Quienes fueron parte del pacto transicional, de los 90 en adelante, hoy postulan cambios cosméticos, porque no explicitan, ni buscan, transformaciones estructurales que hagan que Chile crezca y se desarrolle con indicadores a escala humana. Por eso es que defienden, cómo defienden, los llamados 30 años.
Y, desde sus filas, surgen con vehemencia descalificaciones a quienes postulamos los urgentes y necesarios cambios que Chile requiere para ser un país de verdad habitable en ámbitos como salud, salarios, pensiones, viviendas, real crecimiento económico sostenido en el tiempo (que no dependa del mezquino interés bancario y corporativo).
Y esas transformaciones, sí son estructurales.
La candidatura del Partido Comunista, que representa Jannette Jara, y que tiene el apoyo político de la Izquierda Cristiana y Acción Humanista, gradualmente ha ido abriendose camino con este perfil. Y crece.
Queda muy poco tiempo. Y se necesita acentuar este perfil y el diálogo con quienes, con voto voluntario, votarán por estas razones, y no otras. Y esto implica ir a una ciudadanía que no lo está pasando bien.
Una parte de esa ciudadanía se define de izquierda. En términos amplios: militancia y no militancia. Incluso sin ningún interés por relacionarse con alguna orgánica.
Pero también hay sectores de personas, no menor, que no se definen por ningún sector político, y que comienzan a mirar con mayor optimismo a una candidata que perfila contenidos y muestra capacidad probada de gestión. Sobre asuntos que son de máximo interés ciudadano. Y con total y absoluta razón.
Por eso, es que desde el “otro lado”, se usa y abusa de descalificaciones tales como “el jaduismo”; “el apoyo a dictaduras”; “no gana a la derecha”.
Todo, basado en temores y prejuicios, que hay que tenerlos en cuenta.
Sin embargo, los problemas sociales, económicos, de convivencia, internacionales, son de tal magnitud, que la ciudadanía que puede ir a votar (con voto voluntario) no se definirá, necesariamente, por el intento de imponerle temores atávicos que no tienen sustento en la realidad.
Queda poco tiempo.
El desafío está planteado.