Con toda la esperanza puesta en Jeannette

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Una candidatura que confronta el miedo, con vocación mayoritaria, de experiencia, coherencia y gobernabilidad. Un antídoto ante la ultraderecha. Esta candidatura es la expresión de una voluntad colectiva, histórica y militante que asume el desafío de construir una nueva mayoría social y política.

Esteban Navarro Saldundo. Santiago. 6/2025. Los tiempos políticos actuales, no solo en Chile sino en el mundo, han colocado a la rabia, la frustración y el miedo como los principales resortes de movilización política. Las élites conservadoras y neoliberales han sabido capitalizar el desencanto generado por décadas de desigualdad, precarización y desprotección social, para orientar esa energía hacia respuestas autoritarias, nacionalistas y profundamente excluyentes. No es casual: cuando las promesas del capitalismo globalizado fallan, la derecha ofrece orden y castigo como respuestas emocionales a problemas estructurales. Lo vimos con Trump, con Bolsonaro, con Milei, y Chile no es la excepción. La ultraderecha, al calor del descontento, construye un relato de enemigo interno -el migrante, el comunista, el feminismo, los pueblos originarios- para justificar su programa regresivo y mantener los privilegios de una minoría.

En este contexto, las últimas elecciones en Chile han mostrado un patrón alarmante: un electorado crecientemente permeable al discurso de odio, al populismo y a las soluciones fáciles que apelan al miedo más que a la razón. Desde la segunda vuelta presidencial de 2021, la derecha ha profundizado su estrategia de agitación emocional y guerra cultural, movilizando a un votante que responde no tanto a ideas, sino a impulsos viscerales. Este votante atraviesa clases sociales, edades y territorios, y ha sido estimulado por una maquinaria comunicacional que exacerba el miedo a la delincuencia, la migración, la pérdida de privilegios, y que instala un «sentido común» reaccionario como si fuera la única verdad posible. En ese ruido ensordecedor, el pensamiento crítico, la organización popular y los proyectos transformadores parecen acallados. Pero no están derrotados.

  1. Una candidatura que confronta el miedo

Es en este escenario adverso donde la candidatura comunista -colectiva, programática y con arraigo popular- adquiere un valor político y simbólico fundamental. No nace desde una lógica testimonial ni personalista, sino desde una lectura estratégica del momento político: es una respuesta serena, firme y profundamente racional al miedo impuesto por la derecha. No se trata solo de disputar el poder institucional, sino de disputar el sentido común. En ese marco, el Partido Comunista propone una candidatura presidencial que rompe con la caricatura instalada durante décadas: la de que las y los comunistas no pueden gobernar. Esta propuesta encarna justamente lo contrario: templanza, formación técnica, compromiso social, y una visión de futuro que se sustenta en la dignidad, no en la revancha.

Cuando se afirma la necesidad de “superar el temor a una presidenta comunista”, no se está pidiendo permiso: se está desafiando directamente el corazón del relato de la ultraderecha, que ha hecho del anticomunismo su bandera permanente. Esta candidatura invita a las y los trabajadores, a las mujeres, a la juventud, a los sectores medios precarizados, a mirar al Partido Comunista no como una amenaza, sino como una fuerza histórica, transformadora, confiable y capaz de gobernar. La candidatura de Jeannette Jara, en tanto expresión de ese proyecto colectivo, ofrece una forma distinta de hacer política: no desde el espectáculo ni el ruido, sino desde la seriedad, la convicción y la confianza en el pueblo, valores que están en el acervo comunista de un Partido centenario.

  1. Unidad amplia y vocación mayoritaria

Uno de los elementos más potentes de esta propuesta es su vocación de mayoría. No es una candidatura exclusiva del PC, sino una que interpela a todos los sectores populares y democráticos que buscan un país más justo. Esta propuesta plantea un desafío y una oportunidad: construir una unidad amplia, programática y transformadora, capaz de enfrentar a la derecha no solo con convicción, sino con votos, con organización y con proyecto. En tiempos de fragmentación, la fuerza comunista y su disposición al diálogo estratégico ofrecen una posibilidad real de cohesionar al progresismo, al mundo social y sindical, a los feminismos y a los pueblos originarios bajo un horizonte común.

  1. Experiencia, coherencia y gobernabilidad

Lo que aquí se propone no es una aventura ideológica, sino una ruta posible y necesaria hacia un nuevo ciclo político. La experiencia del Partido Comunista gobernando desde el Ejecutivo —particularmente con compañeras como Jeannette Jara en el Ministerio del Trabajo— ha demostrado que la izquierda puede transformar sin improvisar. Políticas como las 40 horas, el salario mínimo, la ley Karin, la reforma previsional y la defensa del trabajo decente muestran una gestión coherente con sus principios y con la realidad de millones de personas. La gobernabilidad desde la izquierda no solo es posible: ya está en marcha, y además no tiene relación con mantener el status quo, es gobernabilidad para concretar. Y lo que esta candidatura plantea es profundizar ese camino, con más participación popular y más justicia social.

  1. Un antídoto ante la ultraderecha

Mientras la ultraderecha ofrece miedo, castigo y retroceso, esta candidatura propone una política de dignidad, organización y soberanía. Pone en cuestión el discurso hegemónico que asocia seguridad con represión, desarrollo con extractivismo y progreso con desigualdad. Representa una izquierda que no evade los temas urgentes —como la seguridad, la migración, la crisis climática o la desconfianza institucional—, sino que los aborda desde una mirada estructural y con propuestas que fortalecen al pueblo y al Estado. Frente a la banalización de la política y la seducción del autoritarismo, esta es una propuesta para gobernar con el pueblo, y no sobre él.

  1. Encrucijada histórica para la izquierda

Estamos ante una encrucijada. O la izquierda se repliega, se divide y se acomoda, o se atreve a disputar con fuerza y proyecto el rumbo de Chile. Esta candidatura es la expresión de una voluntad colectiva, histórica y militante que asume el desafío de construir una nueva mayoría social y política. No es una candidatura personal, sino un paso más en la lucha del pueblo organizado por conquistar sus derechos. No es una improvisación, sino una síntesis de luchas, aprendizajes y compromisos. No es una nostalgia del pasado, sino una apuesta por el futuro.

Que la esperanza se vuelva fuerza

Con toda la esperanza puesta en Jeannette, con toda la confianza en un proyecto de izquierda transformador, nos enfrentamos a una posibilidad concreta de cambiar Chile desde abajo y con dignidad. Esta candidatura no es solo una apuesta electoral: es la expresión de una convicción profunda de que los pueblos pueden y deben gobernar.

Este es un llamado a creer, pero sobre todo a actuar. A organizarnos, a militar, a conversar, a sumar voluntades en cada sindicato, en cada barrio, en cada liceo y universidad, en cada rincón donde palpita la esperanza. Porque frente al odio, respondemos con dignidad. Frente al miedo, respondemos con unidad. Frente al retroceso, avanzamos con la fuerza del pueblo.

La historia no está escrita. Se está escribiendo, con todas y todos. Que la esperanza se vuelva fuerza. Y que esa fuerza, en manos del pueblo, se transforme en victoria.