Civil War

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“Ahora estamos envueltos en una gran guerra civil que pone a prueba si esta nación, o cualquier nación así concebida y consagrada, puede perdurar en el tiempo”; Abraham Lincoln, discurso de Gettysburg, 19 de noviembre de 1863.

Fernando Bahamonde A. Profesor. Punta Arenas. 11/11/2025. “Dejar el mundo atrás”, 2023, dirección de Sam Esmail, con Barack y Michelle Obama como productores. “Civil War” del director Alan Garland 2024 y “Una batalla tras otra” de Paul Thomas 2025, son tres películas del género de catástrofe en que Hollywood aventura la potencial apocalipsis política interna en EE. UU. ¡Algo flota en el ambiente!

El 2024 se publicó “Final de Partida. Élites, contraélites y el camino a la desintegración política”., del autor Peter Turchin. El libro desarrolla, precisamente, el camino de destrucción política que experimentan las sociedades complejas, es decir, con Estados.

El texto es fruto del trabajo de un equipo multidisciplinario que cualifica, a modo de constantes históricas, datos cuantitativos disponibles de las sociedades complejas desde 5 mil años antes del presente. Para centrarse, en gran medida, en la historia corta de EE. UU que ya experimentó una guerra civil entre 1861 y 1865.

Turchin, establece tres elementos que indican la existencia de una crisis interna o fase desintegradora que rompe con una fase integradora anterior. Los tres signos de crisis son: la bomba de la riqueza, la pauperización del pueblo y la sobreproducción de las élites.

La bomba de la riqueza en EEUU comenzó en la era Reagan (1981-1988) con la implementación cabal del neoliberalismo y la desregulación de los mercados internos que desembocó la supremacía de la especulación financiera por sobre la industria. La riqueza, por tanto, se incrementa para una minoría creciente debido a la pauperización del pueblo.

A su vez, la precariedad del pueblo presenta su dimensión más brutal en el quiebre de la trayectoria vital de manifiesto en una menor esperanza de vida y el aumento de las muertes por desesperación suicidios, alcoholismo, altos índices de obesidad mórbida y drogadicción.

La sobreproducción de la élite significa que nuevos actores han entrado al juego debido a la bomba de la riqueza. A la postre, esta sobreproducción es una competencia operando como un violento juego de sillas musicales que divide a las élites y su consenso hegemónico de dominación.

La fase social y política integradora sustentada en la paz interna, la estabilidad social y élites relativamente cooperadoras entre sí y abiertas a entregar derechos al pueblo se rompió hace 45 años en EE. UU. con el neoliberalismo. La fase desintegradora se caracteriza por la inestabilidad social, la ruptura de la cooperación entre las élites y aumento de su egoísmo. Y lo más peligroso son los estallidos persistentes de polarización y violencia política.

La suma de descontento popular y lucha entre élites puede llevar a rebeliones, revoluciones y guerras civiles. Ahora bien, la potencia en crisis exterioriza sus conflictos en el espacio internacional en un intento de obviar sus conflictos internos. No obstante, como señaló en su momento el historiador de las civilizaciones Arnold Toynbee “los grandes imperios no mueren asesinados, sino que se suicidan”.

Otras perspectivas actuales señalan que los síntomas del suicidio de EEUU son la disminución de la productividad, la pérdida de la iniciativa en innovación y, en consecuencia, desventaja comercial y desindustrialización. Lo que indica que otras potencias la han superado.

Asimismo, es señal de crisis el deterioro de su infraestructura puertos, carreteras, líneas férreas y puentes. Igualmente, gastos militares desorbitados por guerras constantes y la fatiga de tener que mantener bases militares en diferentes partes del planeta.

Se suman liderazgos políticos inadaptados que implementan decisiones políticas fundadas en la improvisación, por tanto; no existe planificación estratégica o de largo plazo. Lo que produce un declive institucional creciente con altos niveles de corrupción que penetran las esferas pública y privada.

El Estados Unidos actual intenta hacer frente a sus conflictos mediante una alianza entre la clase monopolista y estratos medios y bajos de su población, sector articulado políticamente en el Make Again Great America (MAGA).

Parte de la élite norteamericana busca desplegar una etapa neoimperialista con base nacionalista crítica a la globalización, para hacer frente a China. Por su parte, los estratos medios-bajos representan una diversidad de ideales como el patriarcado, la xenofobia, el racismo e integrismo religioso. Es un segmento de la población americana caracterizada como hombres blancos, protestantes y sin estudios. Afectados por el desequilibrio entre oferta y demanda laboral, allí nace el odio al migrante. Al mismo tiempo, son golpeados cotidianamente por la deslocalización de empresas e industrias y la robotización del trabajo precario.

La exteriorización de estas Ideas no es otra cosa que la acumulación de frustración que no sólo los agrupa, sino que los moviliza, muestra de ello fue el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.

La relación, en un primer nivel, de los ideólogos MAGA y esta oligarquía se evidencia en la fundación de centros de estudio, editoriales y el financiamiento de medios de comunicación virtuales para difundir sus ideas hacia abajo. La élite necesita una alianza de clases para sustentar su proyecto en lo interno con una base de movilización de estratos medios-bajos resentidos. Esta oscura alianza de clases tiene su precedente en las experiencias fascistas europeas de las décadas de 1920 y 1930.

La violencia en Estados Unidos no es nueva es fundacional al constituirse una sociedad que se fundó en la esclavitud y el exterminio de los pueblos originarios. Desde el siglo XIX al presente han sido comunes la violencia racial, los magnicidios políticos y hoy los tiroteos en escuelas, universidades o diferentes espacios públicos motivados por odio racial, homofobia u odio a cualquier cosa.

En una sociedad donde prima el individualismo y existe un culto al hacerse así mismo y ser lo que tienes la mejor forma de cuidarse, en esa lógica, es armarse. Se estima que hay aproximadamente 400 millones de armas de fuego en manos de civiles en Estados Unidos. Muchas de esas armas están en manos de organizaciones de veteranos de las FFAA dispuestos a defender el estilo de vida americano.

Más allá de los vaticinios catastróficos de Hollywood para su país, en las sociedades humanas no existen las causas y efectos mecánicos. Siempre hay salidas para evitar la desintegración total o parcial del Estado. Una cosa parece ser cierta, Estados Unidos no puede volver a un pasado de grandeza, primero porque no fue tal y, luego, porque esa misma sociedad idealizada fue la que generó las contradicciones del presente.

La solución al conflicto siempre es el camino político. En principio se demanda con urgencia desinflar la bomba de la riqueza, en consecuencia, redistribuir y esto ocurrirá en la medida que existan partidos políticos que representen a las y los trabajadores y una élite que enfrentada a la crisis deje atrás su egoísmo por la cooperación. A primera vista parece un camino difícil o imposible de recorrer para el decrépito Tío Sam.