El Gobierno de China acusó a Washington de buscar una confrontación y, una vez más, advirtió que habrá una respuesta contundente.
Claudia Fonseca Sosa. Periodista. Cubadebate. 17/08/2022. A menos de dos semanas de que la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, visitara Taiwán, una delegación de congresistas llegó a esa isla para reunirse con autoridades locales. La reacción de Pekín no se hizo esperar.
El Gobierno de China acusó a Washington de buscar una confrontación y, una vez más, advirtió que habrá una respuesta contundente.
Pekín señaló que con esta visita la Casa Blanca solo aviva la inestabilidad en la región, por lo que responsabilizó a Washington de un potencial incremento de las tensiones en el estrecho de Taiwán.
La visita de los congresistas es una flagrante violación del principio de una sola China y las disposiciones de los tres comunicados conjuntos China-Estados Unidos; infringe la soberanía y la integridad territorial de China y envía una señal equivocada a las fuerzas separatistas a favor de la «independencia de Taiwán», dijo Wu Qian, portavoz del Ministerio de Defensa Nacional de China, entidad que ha anunciado más ejercicios militares en la zona.
La prensa local afirma que la presencia en Taiwán de la delegación bipartidista, encabezada por el senador Ed Markey e integrada por otros cinco congresistas, evidencia que Washington sabotea la paz y justifica más contramedidas desde Pekín.
Luego del viaje de Pelosi, el 2 y 3 de agosto, China inició maniobras militares con fuego real, convocó al embajador de EE.UU. en Pekín y aplicó sanciones comerciales.
Canceló también varios mecanismos de diálogo bilaterales en defensa y otros sectores estratégicos y aplicó sanciones personales contra la presidenta de la Cámara de Representantes y sus allegados.
No obstante,las provocaciones de Washington no han cesado. Pelosi, incluso, insinuó que no da importancia a las sanciones de Pekín y que su viaje había valido la pena.
La política estadounidense estuvo al menos 19 horas en Taiwán, lapso en el que visitó el Parlamento taiwanés, se reunió con la presidenta del Gobierno de la isla, Tsai Ing-wen, y sostuvo un encuentro con otros líderes separatistas.
Una agenda similar cumple en Taiwán la delegación de los congresistas estadounidenses.
La carta de Taiwán
No es la primera vez que las relaciones entre China y EE.UU. se tensan por Taiwán. En 1996, luego de la visita del entonces presidente taiwanés, Lee Teng-hui, a EE.UU., China disparó misiles en aguas cercanas a la isla y Washington envió dos portaaviones a la zona «en apoyo» a Taipéi.
Además de sobrevolar constantemente la zona de identificación aérea con aviones del ejército, EE.UU. lleva a cabo ejercicios militares con muchos países de la región, entre ellos los llamados Rimpac (los ejercicios navales de mayor envergadura en todo el mundo).
En los últimos 18 meses, Washington también ha aprobado cinco ventas de armas a Taiwán y ha permitido las visitas de tres grupos de parlamentarios.
A raíz de estos sucesos, el consejero de Estado y canciller de China, Wang Yi, ha advertido que EE.UU. no debería fantasear con manipular la geopolítica.
«Los intentos de retrasar el desarrollo de China y socavar su ascenso pacífico, creando problemas con respecto a la cuestión de Taiwán, serán totalmente inútiles y sin duda estarán condenados al fracaso total. EE.UU. no debería fantasear con manipular juegos geopolíticos», dijo el canciller en unas reflexiones publicadas por la agencia Xinhua.
Denunció que la visita de la tercera figura política de Washington (Pelosi) a Taiwán violó gravemente el principio de una sola China.
«Algunos políticos estadounidenses se han convertido en alborotadores de las relaciones chino-estadounidenses», dijo, y denunció que «EE.UU. ha pasado a ser el mayor destructor de la paz en ambos lados del estrecho de Taiwán y de la estabilidad regional».
Wang Yi recalcó que Taiwán forma parte del territorio de China. «Sin importar cómo EE.UU. apoye o muestre connivencia con las fuerzas por la independencia de Taiwán, todo será en vano, y EE.UU. solo dejará otra fea marca en su historial de flagrante intromisión en los asuntos internos de otros países».
Añadió que «el principio de una sola China se ha convertido en una norma básica que rige las relaciones internacionales y una parte integral del orden internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial.
«Lo que EE.UU. debería hacer es, de inmediato, dejar de violar los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y dejar de jugar la carta de Taiwán para perturbar la región de Asia-Pacífico. EE.UU. no debería fantasear con distorsionar los hechos a voluntad».
La política de contención a China
Las provocaciones constantes de EE.UU. hacia China responden a su estrategia de «contención» ante el vertiginoso desarrollo socioeconómico y militar chino, así como a la influencia del gigante asiático en el mundo. En otras palabras, EE.UU. ve amenazada su hegemonía y actúa en consecuencia.
En mayo de 2022, el secretario de Estado Antony Blinken pronunció en la Universidad George Washington un discurso en el que delineó el guion del Gobierno de Joe Biden respecto a China.
Blinken calificó a China como “el desafío más serio a largo plazo para el orden internacional”, asegurando que es “el único país que tiene tanto la intención como el poder para remodelar el orden internacional” en una perspectiva que, según el secretario de Estado, «nos alejaría de esos valores universales que han abanderado el progreso mundial en las últimas décadas».
El jefe de la diplomacia estadounidense reconoció en su discurso que China es una potencia mundial con un alcance, influencia y ambición “extraordinarios”, pero también con una agenda de política interior y exterior «preocupante” para los intereses de Washington.
Es por ello, afirmó Blinken, que EE.UU. aspira a configurar “el entorno estratégico en torno a Pekín para hacer avanzar nuestra visión de un sistema internacional abierto e integrador”.
Analistas coinciden en que la estrategia a seguir por la actual Administración estadounidense se resume en la tríada “invertir, alinear, competir”, teniendo en cuenta que EE.UU. sabe que se ha quedado rezagado en aspectos importantes del desarrollo industrial y tecnológico respecto a China, condición que, según Blinken, es tarea de primer orden revertir.
La Casa Blanca ha llamado a sus aliados y socios a estar unidos para “promover una visión compartida” que tendrá como referencia básica la región del Indopacífico con su IPEF (Marco Económico Indopacífico para la Prosperidad) y QUAD (Australia, Japón, India, y EE.UU.), además del Aukus (con Australia y Reino Unido).
En ese sentido, EE.UU. mantiene relaciones estrechas y acuerdos militares con gran parte de los países que rodean a China en el Pacífico (Japón, Corea del Sur, Filipinas y Vietnam, entre otros), además de Taiwán, y compite por mercados y posiciones económicas en otras áreas donde China actúa con fuerza, como América Latina y África.
Además, el alineamiento “a través del Atlántico”, erigiendo la alianza con la Unión Europea y la revitalización de la OTAN, es pilar clave de la política exterior estadounidense.
El componente comercial de la política de contención
En 2021, EE.UU. exportó bienes por 151 442 millones de dólares a China e importó desde ese país por un valor de 504 935 millones de dólares.
Por volumen total de exportaciones e importaciones, EE.UU. es el principal socio comercial de China, y también sucede a la inversa: China es el principal socio de EE.UU.
China es, además, el tercer destino de las exportaciones de EE.UU. (9.1% del total), detrás de Canadá (16.2%) y México (14.6%), según datos de 2020 del Observatorio de Complejidad Económica.
Esa fuente señala que el 19.5% de las importaciones de EE.UU. provienen de China, su principal proveedor. Los productos que más vende EE.UU. al país asiático son maquinaria eléctrica, soja, combustible e instrumentos de precisión.
Por otro lado, EE.UU. es el principal destino de las exportaciones de China, con el 16.5% del total, y el tercer mayor origen de sus importaciones con el 7.91%, detrás de Japón (8.57%) y Corea del Sur (8.5%). Los productos que China vende a EE.UU. son fundamentalmente maquinaria eléctrica, maquinaria en general, juguetes, artículos deportivos, muebles y textiles.
No obstante, la notable imbricación de ambas economías tampoco está exenta de tensiones.
Washington ha acusado en repetidas ocasiones a Pekín de manipulación de moneda; es decir, de mantener un tipo de cambio artificialmente bajo para favorecer las exportaciones y desalentar las importaciones.
Durante una reunión del G20 en Corea del Sur en 2010, el entonces secretario del Tesoro, Timothy Geithner, pidió medidas enérgicas para que los mercados emergentes, especialmente China, apreciaran su moneda.
China, por su parte, respondió acusando en 2012 a EE.UU. de mantener el dólar débil mediante la política monetaria de la Reserva Federal.
El expresidente Donald Trump volvió a acusar a China de manipulación de moneda en 2019, en el contexto de su política de «desacoplamiento» de las dos economías (la reducción progresiva de la dependencia de EE.UU. de bienes, servicios y cadenas de suministro vinculados a China).
El republicano Trump mantuvo una estrategia de confrontación con China durante su presidencia, que se exacerbó con la pandemia de covid-19 en 2020.
De acuerdo con expertos, este intento de desacoplamiento es parte de la «guerra comercial» que han encarado EE.UU. y China en los últimos años, que ha tenido un impacto incuestionable en la economía global.
Lo cierto es que el enfrentamiento político y económico de ambos países mantendrá en vilo al mundo en lo adelante.
En una reciente entrevista publicada en The Wall Street Journal, el exsecretario de Estado norteamericano Henry Kissinger expresó su preocupación por una posible crisis entre las dos economías más grandes del mundo.
Para evitar tal escenario, el hombre de 99 años, quien desempeñó un papel clave en el acercamiento de ambos países décadas atrás, recomendó que Washington elija un camino consistente con su política de larga data sobre la región china de Taiwán, que dijo que «ha preservado la paz entre China y EE.UU. durante 50 años».
Consideró que EE.UU. está al borde de una guerra con Moscú y Pekín por razones de las que es coautor.
“Estamos al borde de una guerra con Rusia y China por cuestiones que en parte creamos, sin ninguna idea de cómo va a terminar esto o a qué se supone que conducirá”, afirmó Kissinger.
“Ahora no se puede decir que vamos a separar y enfrentar (a Rusia y China). Lo único que se puede hacer es no acelerar las tensiones y crear opciones, y para eso hay que tener algún propósito”, agregó el ex alto funcionario.