En esa línea, el líder chileno expuso que “la lección es que cada pueblo tiene su propia realidad y frente a esa realidad hay que actuar. No hay recetas”. En una entrevista con el periodista francés, Régis Debray, a mitad de su mandato, Allende hizo relatos y análisis que permiten comprender no sólo el momento que se vivía, sino la ética, la estética y valores que guiaban al jefe de Estado y su trayectoria. Habló de su condición de masón y la masonería en la historia, de su lectura de Lenin y cómo la derecha lo persiguió por eso. El origen de su amistad con Fidel y el Che, y su encuentro con Ho Chi Minh. El relato del proceso de la Unidad Popular con sus desafíos y dinámicas propias de su época y sus afirmaciones de que “el Jefe de Estado que es socialista sigue siendo tal, eso sí que su actuación tiene que estar de acuerdo con la realidad”. Hay acciones y pensamientos de Salvador Allende que hacen sentido al momento actual. El recuerdo de cómo, ante la posibilidad de triunfo electoral de alguien de izquierda, la derecha recurrió a “la difamación, la mentira, la calumnia, un anticomunismo soez, vulgar” y cómo los “órganos de prensa hablaban del ‘peligro marxista’”. Su referencia a Estados Unidos y que la “cuestión del imperialismo tiene una connotación principal en los países subdesarrollados y, especialmente, en los de América Latina” y la comprobación -que se puede considerar hasta estos días- de que “la experiencia de Latinoamérica es dramática y es sangrienta. Pudiéramos hablar de la política del garrote o de la política del dólar, del desembarco de marines…”. El paso que dio de abrir relaciones con China, por primera vez. Y su sentencia que tiene asomo de vigencia: “En el caso de Chile, si me asesinan, el pueblo seguirá su ruta, seguirá su camino con la diferencia quizá que las cosas serán mucho más duras, mucho más violentas, porque serán una lección objetiva muy clara para las masas de que esta gente no se detiene ante nada”.
“El Siglo”. Santiago. 9/2025. Desde su estatura ética, intelectual y política, es constatable la vigencia de contenidos expresados por el Presidente Salvador Allende en la entrevista del periodista francés Régis Debray en medio del proceso de la Unidad Popular. Seguramente, pensamientos de Allende que hoy, sobre todo, aportan a la reflexión y el debate al interior de la izquierda chilena, más allá de la precariedad intelectual, de las caricaturas fáciles, de las distorsiones conservadoras y mediáticas, de los sectarismos y donde parece necesaria la honestidad política y la solidez argumentativa.
Las siguientes son partes de la entrevista de Debray a Allende, manteniendo la perspectiva histórica, y dando cuenta de episodios reveladores que vivió el Presidente chileno.
Compañero Presidente: ¿cambia un hombre cuando está en el poder?
Mira, Régis, a mí me dijeron siempre “el compañero Allende”. Hoy me dicen “el Compañero Presidente”, claro está que yo peso la responsabilidad que eso significa.
¿Cambia un militante socialista cuando es jefe de Estado?
No. Yo creo que el jefe de Estado que es socialista sigue siendo tal, eso sí que su actuación tiene que estar de acuerdo con la realidad.
¡Es una gran novedad que un socialista estando en el poder se sienta socialista y “haga socialismo”! No hay tantos ejemplos de eso, compañero.
Yo lo sé también, por desgracia. Tampoco hay muchos partidos socialistas que sean marxistas, propiamente tal.
Y volviendo un poco más atrás. Usted es uno de los fundadores del Partido Socialista.
Si, exacto.
Por el 32…
1933, precisamente.
¿Cuáles han sido los elementos de su formación personal, política, cómo usted llegó a adherir al Partido Socialista?
Yo no adherí al Partido Socialista, Régis, yo soy fundador del Partido Socialista, uno de los fundadores.
Mi pregunta sería: ¿por qué socialista y no comunista?
Bueno, efectivamente, cuando fundamos el Partido Socialista existía el Partido Comunista pero nosotros analizamos la realidad chilena y creímos que había cabida para un Partido que teniendo pensamiento filosófico doctrinario similar, un método como el marxismo para interpretar la historia, era un Partido que no tenía vinculaciones de tipo internacional, lo cual no significaba que nosotros desconociéramos el internacionalismo proletario.
Las lecturas de “El Capital”, de Lenin, de Trotsky
Yo sé que usted no es un hombre de teoría, pero se nota en su actuación, en sus discursos, una básica solidez conceptual, digamos. Entonces, yo me pregunto: ¿cómo usted se acercó al marxismo-leninismo?
Bueno, la verdad es que en la época de estudiante, te estoy hablando del año 26 y 27, cuando recién ingresé a medicina, los estudiantes de medicina éramos los más avanzados.
¿No eran los filósofos o los “humanistas” de la Facultad de Letras?
No, éramos los estudiantes de medicina por tradición; nosotros vivíamos en esa época en un barrio que era muy modesto, convivíamos prácticamente con el pueblo, éramos la mayoría estudiantes de provincia, y en las noches nos reuníamos los que vivíamos en la misma pensión y en voz alta leíamos “El Capital”, a Lenin, y también a Trotsky.
Se dice que esto lo diferenciaba de los camaradas del PC, que no leían a Trotsky, supongo.
Bueno, yo creo que algunos te dirán que el PC no lo leería, pero, nosotros no teníamos fronteras. Yo sé perfectamente bien que no hay acción revolucionaria sin teoría revolucionaria, pero esencialmente yo soy un hombre que ha actuado. Desde estudiante estoy en la primera barricada y eso me ha enseñado mucho.
Sí, la Universidad de la vida, dicen, pero hay otra también. Es, digamos, la de los libros; y una pregunta concreta: ¿Ud. leyó “El Estado y la Revolución” de Lenin?
Sí, claro…Cité en muchos de mis discursos en el Parlamento párrafos de esa obra, los que motivaron críticas de los voceros de la prensa reaccionaria. Durante la última campaña presidencial uno de esos voceros, el diario “El Mercurio”, reprodujo párrafos de un discurso mío y párrafos de la obra de Lenin mencionada para señalar, por cierto, que lo que yo pretendía era “suprimir el Estado burgués”. Pienso que obras fundamentales como “El Estado y la Revolución” encierran ideas matrices pero no pueden ser usadas como el Catecismo Romano.
“Yo tengo una tradición masónica”
Siempre he oído hablar de usted como habiendo tenido relaciones con la masonería y usted es marxista; usted sabe que se presentó una discusión que en un momento fue importante dentro del movimiento obrero internacional. En los años 20, por ejemplo, en Francia expulsaron a los masones del Partido Comunista, que se estaba fundando; ¿ve usted una contradicción entre su supuesta relación con la masonería y su posición marxista, su posición de clase?
En primer lugar quiero recordarte, Régis, que el primer secretario general del Partido Comunista francés fue masón.
Cierto, cierto…
Y que se estableció la incompatibilidad a partir de la Tercera Internacional. Ahora, desde el punto de vista personal, yo tengo una tradición masónica. Mi abuelo, el doctor Allende Padín, fue Serenísimo Gran Maestre de la Orden Masónica en el siglo pasado, cuando ser masón significaba luchar. Las logias masónicas, las logias lautarinas, fueron el pilar de la independencia y de la lucha contra España.
Bolívar, Sucre, eran masones.
Exacto. Entonces, tú comprendes perfectamente bien que por esa tradición familiar y, además, porque la masonería luchó por principios fundamentales como Libertad, Igualdad y Fraternidad, uno puede tener esas conexiones. Ahora bien, yo he sostenido dentro de la masonería que no puede haber igualdad en el régimen capitalista, ni siquiera de oportunidades, por cierto; que no puede existir fraternidad cuando hay explotación de clase, y que la auténtica libertad es concreta y no abstracta. Así es que yo le doy a los principios masónicos el contenido real que deben tener. Ahora, yo sé perfectamente bien que hay países en que la masonería no podría ser considerada de acuerdo con esos principios.
“Me siento un político criollo que está caminando muy apegado al pueblo”
¿Cómo un hombre de la pequeña burguesía -con todas esas amarras parlamentarias, masónicas, ideológicas y sociales- puede permanecer consecuente con una línea de acción revolucionaria? Después de haber atravesado por tantas instituciones burguesas y de las más representativas del sistema, ¿cómo es posible que haya logrado convertirse en un líder de masas, en el máximo responsable de un proceso que apunta a la revolución?
Muchas veces he pensado en esa cuestión. Primero hay un compromiso intelectual que surge en la juventud y, más tarde, surge el compromiso real con el pueblo. Soy hombre de partido y siempre he trabajado con las masas. Me siento un político criollo que está caminando muy apegado al pueblo. Piensa, Régis, que una gran mayoría de los dirigentes revolucionarios han salido de la pequeña y mediana burguesía. Algunos de ellos, sin sufrir en su propia persona la explotación, la han comprendido, la han sentido y se han colocado al lado de los explotados contra los explotadores. Siempre llevé a las instituciones que has enumerado mi posición política y ésta siempre representó las ansias de justicia social del pueblo, exactamente como está representándola ahora.
¿Cuándo a usted se le hizo patente el problema del imperialismo? Digamos, ¿cuándo usted empezó a descubrir su vocación antiimperialista? Nunca la han descubierto los otros, o si la han descubierto la han abandonado. ¿Cuándo usted, digamos, se enroló en las filas antiimperialistas?
Yo creo que los que han leído a Lenin y especialmente su obra “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, ya tienen los conceptos teóricos. Esta cuestión del imperialismo tiene una connotación principal en los países subdesarrollados y, especialmente, en los de América Latina. Los socialistas advertimos que nuestro enemigo número uno es el imperialismo y por eso concedimos, y aun lo hacemos en la actualidad, primera prioridad a la liberación nacional. La penetración y dominación del capital foráneo se ha acentuado en los últimos años hasta hacer casi invisible la burguesía llamada nacional. El Partido Socialista tiene una tradición antiimperialista que se liga en la historia al proceso conocido en nuestro país como “Revolución Socialista” y que comienza el 4 de junio de 1932. Aunque de corta duración, el proceso dejó huellas importantes en el pensamiento de avanzada. En el Programa de Acción Económica Inmediata de los revolucionarios de 1932, que aquí tengo a mano, se escribió: “Nuestra clase privilegiada ha vivido embriagada con los lujos y la molicie que le proporcionaba el capital extranjero a cambio de nuestras riquezas naturales y de la miseria del pueblo”.
Pero este antiimperialismo, ¿era el punto central del Frente Popular que emergió en Chile en 1936 y que llegó al gobierno en 1938?
Mira, nosotros tuvimos conciencia que el Frente Popular indiscutiblemente representó un gran avance, porque fue la incorporación de la pequeña burguesía al ejercicio del poder, porque organizó la clase obrera en una Confederación de Trabajadores, pero al mismo tiempo comprendimos perfectamente bien que la dependencia económica implicaba el sometimiento político. Y si bien es cierto que el Frente Popular era un paso hacia adelante, no implicaba ni podía implicar la liberación política y la plena soberanía que estaba supeditada a la dependencia económica. Nosotros conscientemente actuábamos en el Frente Popular como una etapa, pero indiscutiblemente cada vez veíamos que los problemas de fondo no podían solucionarse. Y ¿por qué no podían solucionarse?Porque nuestras riquezas esenciales estaban en manos del capital extranjero. De ahí entonces que esa experiencia vivida fortificó nuestra convicción de que la lucha esencial en los países capitalistas dependientes o “en vías de desarrollo” es la lucha anti-imperialista. Este es el fondo, la base de los otros cambios estructurales.
La tónica era más antifascista en el tiempo de Pedro Aguirre Cerda.
Porque acuérdate tú también en la época en que estábamos viviendo: la guerra de España, la Segunda Guerra Mundial…Lógicamente frente a la alternativa de democracia burguesa o fascismo, estábamos con la democracia burguesa al igual que todos los otros movimientos obreros del mundo.
¿Acaso la Revolución Cubana no desempeñó un papel en su ruptura con lo que podríamos llamar la socialdemocracia latinoamericana?
Nosotros rompimos antes con el APRA y con el partido de Betancourt. Con posterioridad, indiscutiblemente, la Revolución Cubana ha influido en forma extraordinaria porque hemos visto con más claridad todavía lo que es el imperialismo y de qué manera no hay fronteras que lo detengan cuando trata de defender sus intereses.Pero nosotros también tenemos el recuerdo de más de 50 desembarcos, en América Latina, de los marinos. Y tú has de recordar, por ejemplo, que Sandino es una figura incorporada a la lucha social del continente.
¿Hasta en la mentalidad chilena, está en la conciencia histórica chilena?
Siempre, siempre estuvo presente. Nosotros, los partidos populares, siempre hemos recordado a Sandino. No te olvides, también, que el propio Bolívar tiene una frase que dice: “Estados Unidos quiere sumergir a América en la miseria en nombre de la Libertad”.
Eso explica, entonces, por qué ya desde mucho tiempo atrás el Partido Socialista chileno nada tiene que ver con la socialdemocracia europea.
Evidente. Nada tiene que ver, ni tampoco con algunos partidos que se dicen socialistas en Europa.
La amistad con Ernesto Guevara y Fidel Castro
Creo, Compañero Presidente, que usted fue uno de los primeros políticos que llegaron a Cuba después del triunfo.
Es cierto.
¿Cuál fue su primer contacto con la Revolución Cubana?
Yo estaba en Venezuela para la ascensión al mando de Betancourt y se me ocurrió, porque tenía unos dólares de más, ir a ver Cuba. Ya Fidel Castro había entrado en La Habana.Debe haber entrado Fidel el 6 de enero, según me acuerdo, o el 5 de enero. Pues bien, yo llegué a Cuba el 20 de enero y llegué en un momento muy curioso. Estaba en el hotel y esa tarde hubo un desfile que para mí no sólo fue impactante, sino sencillamente fue una cosa increíble. Ese desfile estaba encabezado por 200 policías de Miami e iba en auto abierto el alcalde de Miami y, me parece, el alcalde de La Habana. Entonces, yo al día siguiente pensé tomar el avión y regresar a Chile, cuando me encontré con Carlos Rafael Rodríguez, a quien había conocido en Chile y me dijo: “¿Qué estás haciendo acá?” Le dije: “Vine a ver esta revolución, pero como no hay tal Revolución, me voy. ¿Qué revolución va a ser ésta cuando están los policías de Miami?” Entonces me dijo: “Cometes un error, Salvador, quédate aquí, conversa con los dirigentes”. Le dije: “No, no, me voy”. Pero me insistió tanto, y además yo conocía a Carlos Rafael, que le dije: “Conforme, pero ponme en contacto con los dirigentes”. Efectivamente, esa tarde yo recibí un llamado de Aleida, a quien no conocía, no sabía quién era. Era la secretaria del Che, no estaba casada con el Che todavía, y me dijo: “El comandante Guevara le va a mandar su automóvil y lo espera en el Cuartel de la Cabaña”. Ahí llegué yo y ahí estaba el Che. Estaba tendido en un catre de campaña, en una pieza enorme, donde me recuerdo había un catre de bronce, pero el Che estaba tendido en el catre de campaña. Solamente con los pantalones y con el dorso descubierto, y en ese momento tenía un fuerte ataque de asma. Estaba con el inhalador y yo esperé que se le pasara, me senté en la cama, en la otra, entonces le dije: “Comandante”, pero me dijo: “Mire, Allende, yo sé perfectamente bien quién es usted. Yo le oí en la campaña presidencial del 52 dos discursos: uno muy bueno y uno muy malo. Así es que conversemos con confianza, porque yo tengo una opinión clara de quién es usted”. Después me di cuenta de la calidad intelectual, el sentido humano, la visión continental que tenía el Che y la concepción realista de la lucha de los pueblos, y él me conectó con Raúl Castro y después, inmediatamente, fui a ver a Fidel. Recuerdo como si fuera hoy día: estaba en un Consejo de Gabinete. Me hizo entrar y yo presencié parte de la reunión. Hubo una cena y después salimos a conversar con Fidel a un salón. Había guajiros jugando ajedrez y cartas, tendidos en el suelo, con metralletas, y de todo. Ahí, en un pequeño rincón libre, nos quedamos largo rato. Ahí me di cuenta de lo que era, ahí tuve la concepción de lo que era Fidel.
Sintetizando un poco sobre este aspecto. Chile tiene su camino al socialismo, pero usted ha seguido de cerca la Revolución Cubana en estos 12 años. Por supuesto no hay modelo, no hay cosas que imitar mecánicamente, pero ¿qué lección personal le dio la Revolución Cubana a usted?
Una lección extraordinaria. Primero, un pueblo unido, un pueblo consciente de su tarea histórica, es un pueblo invencible. Además, cuando tiene líderes consecuentes, cuando tiene hombres capaces de interpretar al pueblo, sentirse el pueblo hecho gobierno, y es el caso de Fidel, y es el caso del Che.
Hablaba usted de Fidel. ¿De dónde nació esa amistad entre ustedes dos?
En realidad, desde el primer momento me impresionó esa inteligencia desbordante, esa cosa increíble y arrolladora -porque es como una especie de catarata humana- y su franqueza. Y nuestra amistad ha sido una amistad a veces con…
¿Con discusiones?
Profundas y fuertes.
Pero con franqueza siempre.
Siempre.
¿Cómo reaccionó Fidel cuando se enteró del triunfo de la Unidad Popular en Chile?
Me envió una portada del diario Granma, el vocero oficial de la Revolución Cubana, en el que se publicó la noticia de nuestra victoria electoral a lo ancho de la página. Él estuvo en la redacción del diario esperando las informaciones de Chile y en esa portada en la cual se destacaba con un titular que el triunfo nuestro era sobre el imperialismo, estampó un saludo y su firma, y luego hizo firmar a todos los que estaban junto a él. Guardo esa portada como recuerdo. Además, me llamó en la madrugada siguiente al día de la elección para saludamos.
Usted, Compañero Presidente, me habló del Che. ¿Cuál fue su relación personal con él?
Ya te dije, la primera vez que llegué a Cuba me conecté con el Che y desde ese instante tuve por él afecto, respeto, y creo, podría decirte que fui amigo del Che.Tengo aquí un retrato de él que tiene una dedicatoria, dice: “A Carmen Paz, Beatriz y María Isabel, con el cariño fraterno de la Revolución Cubana y el mío propio”. Esto te demuestra que conocía a mis hijas, que sabía que familiarmente le teníamos afecto, cariño, pero más que eso, te quiero mostrar algo que tiene un valor inestimable para mí. Algo excepcional, que guardo como un tesoro: “La guerra de guerrillas”. Este ejemplar estaba encima del escritorio del Che, debe haber sido el segundo o tercer ejemplar, porque -me imagino- el primero se lo dio a Fidel.Y aquí tienes una dedicatoria que dice: “A Salvador Allende que por otros medios trata de obtener lo mismo. Afectuosamente, Che”. Tú te acuerdas, después, que en el año 1961 se realizó en Uruguay, en el balneario de Punta del Este, una conferencia económica en la cual el Presidente de Estados Unidos, John Kennedy, lanzó su programa Alianza para el Progreso. En esa reunión estuvo el Che y en ella pronunció su célebre y profética crítica a este programa demagógico. Paralelamente, las organizaciones antiimperialistas uruguayas me invitaron a participar en una reunión que se efectuó en Montevideo destinada a responder a la que se realizaba en Punta del Este. Otro de los invitados fue el Che y por este motivo nos volvimos a juntar, esa vez en Uruguay. Yo ofrecí dos charlas y el Che una, con la que se clausuraron las jornadas antiimperialistas, que tuvieron como escenario el Salón de Honor de la Universidad de Montevideo. Al salir, luego de la charla del Che, éste me dijo: “Salvador, salgamos separados para no dar un solo blanco en caso de atentado”. Abandonamos separados el lugar. Después nos enteramos que se produjo un atentado y que un desconocido agente reaccionario disparó sobre la masa que esperaba la salida de los líderes políticos, asesinando a un profesor uruguayo. Esa noche el Che me invitó al hotel en que estaba hospedado para conversar durante la comida. En esa ocasión me presentó a su madre, la quería mucho. En medio de la conversación me contó un secreto del momento: al día siguiente viajaría a Buenos Aires, en forma reservada, invitado por el Presidente argentino de la época, el civil Arturo Frondizi. El viaje se realizó y la consecuencia del encuentro privado pero evidentemente político fue el derrocamiento de Frondizi. Poco después el Presidente de Brasil, Janios Quadros, sería derribado por condecorar al Che a su paso por Brasil. La noticia de su asesinato me causó un pesar profundo. Compartí el dolor de miles y miles de mis compatriotas. En verdad, debo decirte, Régis, que he conocido muchos hombres en las más altas responsabilidades, pero dos personas me han impresionado por algo que no he encontrado en otras, su mirada: el Che Guevara y Chou En Lai. En ambas había una fuerza interior, en ambas había firmeza, en ambas había ironía. Cuando conversaba con el comandante Guevara y lo miraba, sabía la respuesta antes que él la dijera con palabras. En sus ojos vi muchas veces ternura y soledad. Lo que siempre me golpeó fue esa respuesta que sin ser dicha yo veía en sus ojos.
La consecuencia al enfrentar a la derecha, protegiendo a combatientes de la guerrilla del Che
Después del asesinato del Che, cuando la dictadura militar en Bolivia, ¿tuvo oportunidad de manifestar en diversos planos su solidaridad con la lucha revolucionaria del país hermano?
Yo era presidente del Senado, tú sabes, cuando llegaron aquí los guerrilleros que acompañaban al Che. Entonces yo estuve con ellos en Iquique y después volé a Pascua y Tahití con ellos. Ahí me firmaron Pamba, Benigno y Urbano en este libro, “La guerra de guerrillas”, que yo llevaba, y ellos pusieron lo siguiente: “Compañero, en el libro que le obsequió el Che, queremos que queden estas palabras como homenaje a él, de los que fuimos sus compañeros de la guerrilla boliviana”.
Y ha sido valiente de parte suya, porque tengo entendido que la derecha aprovechó mucho el gesto de solidaridad suyo para montar algunas provocaciones y gritar por todos lados: “¿Qué pasa con Allende? ¿Está en contra del camino democrático?” Ahí usted tuvo que, no solamente defenderse, sino atacar a toda la burguesía que le cayó encima.
Fuertemente, y yo creo que durante los 10 días que estuve fuera de Chile, sobre todo usaron la ironía, el sarcasmo, la burla, la befa, en contra mía. De ahí, entonces, de atacado me transformé en atacante. Y sin modestia, barrí con mis detractores y desde ese instante se acabaron los ataques. El propósito era, además censurarme y echarme de la Presidencia del Senado. No se atrevieron a intentarlo.
Cuando la trasmisión del mando, en el Estadio Nacional, donde usted pronunció su primer discurso político como Presidente, estaba el retrato del comandante Guevara. Usted lo mencionó como ejemplo para la juventud chilena. Una pregunta: ¿por qué usted con posiciones políticamente distintas de las del Che sigue asumiendo la bandera del Che Guevara, de la Revolución Cubana, del internacionalismo latinoamericano?
Porque yo creo, indiscutiblemente, que en la vida de Latinoamérica pocas veces, o quizá nunca, ha habido un hombre que haya demostrado más consecuencia con sus ideas, más generosidad, más desprendimiento. El Che lo tenía todo, renunció a todo por hacer posible la lucha continental. Ahora, la respuesta del porqué está en la propia dedicatoria del libro del Che: “Para Allende, que por otros caminos trata de obtener lo mismo”. Había diferencias, indiscutiblemente, pero formales. En el fondo, las posiciones eran similares, iguales.
Diferencias de tácticas…
Exacto. Cada dirigente debe proceder al análisis concreto de una situación concreta, ésa es la esencia del marxismo. Por eso cada país frente a su realidad traza su propia táctica.
“Nada me ha impactado más que la actitud de Ho Chi Minh con nosotros”
Después de la llegada de los guerrilleros latinoamericanos acá, cuando lograron romper el cerco militar boliviano en febrero de 1968, creo que usted estuvo en Canadá en una Conferencia de solidaridad con Vietnam y después hizo un viaje por el Asia revolucionaria.
Fui invitado a Corea y a Vietnam.
¿Influyó este viaje sobre su pensamiento político?
Desde luego. No modificó mi pensamiento político, sino que lo robusteció. Corea me impactó fuertemente por el nivel alcanzado en su desarrollo económico, sabiendo lo que ha significado la lucha de Corea y comprendiendo que el primer armisticio firmado por el Ejército norteamericano fue con los coreanos, y sabiendo lo que existe hoy todavía en Sud-Corea. Después en Vietnam, y ahí sí que se reafirmó mi convicción, la que yo había sentido y palpado en Cuba: un pueblo unido, un pueblo con conciencia política, un pueblo cuyos dirigentes tienen la fortaleza moral, el prestigio y el ascendiente de Ho Chi Minh, es un pueblo invencible. Me impresionaron el coraje y la vitalidad de todo este pueblo. De los contactos que pude tener con los compañeros de Vietnam del Sur, saqué una lección de claridad y de amplitud política. Los 10 puntos del programa del Frente Nacional de Liberación, son un ejemplo de esta amplitud. La concepción que tienen del Frente Revolucionario, como frente de la Patria, me interesó mucho.
A propósito y antes de hablar en términos propiamente políticos, creo que usted vio a Ho Chi Minh muy poco antes de su muerte.
Yo creo haber sido, fíjate, uno de los últimos políticos que tuvo la oportunidad de estar con Ho Chi Minh y ha sido para mí lo más interesante de mi vida.
¿Cómo era, qué impresión le dio?
En primer lugar, era un hombre más alto que el término medio de los vietnamitas; un anciano de una dignidad, de una mirada transparente, diáfana, de una modestia increíble y, sin embargo, ése era Ho Chi Minh, un hombre cuya historia conocía, que sabía lo que había hecho; que había luchado en el Partido Comunista francés, que era fundador del Partido Comunista de Indochina, que había sido conductor de su pueblo, que hablaba con una sencillez…Fíjate que durante el tiempo que estuvimos juntos, esencialmente, habló de los niños -yo sabía que le decían el “tío Ho”- con un cariño, con una cosa que indiscutiblemente obedecía a lo que el pueblo sentía, había aprendido y comprendía. Para mí, nada me ha impactado más que la actitud de Ho Chi Minh con nosotros, cuando nos dijo, por ejemplo: “Gracias, compañero, gracias por haber venido de tan lejos, ustedes que se han sacrificado por traernos su apoyo moral”. Oír esta frase de parte de Ho Chi Minh, de un hombre que había dado su vida entera a una lucha; al conductor victorioso, al que había derrotado a los japoneses y a los franceses y que estaba derrotando a los norteamericanos…
¿Muy simple Ho Chi Minh en su trato?
Se comportaba con una sencillez casi increíble. En su trato con nosotros fue particularmente afectuoso, lo que resaltó cuando nos expresó en español: “Compañeros, gracias”. Siempre en español agregó: “¡Qué lejos está su país!” Sorprendido le pregunté dónde había aprendido el español y contó que había hecho viajes por las costas de América Latina, las que tocaba como ayudante de cocina, en barcos mercantes. Ese hombre, que como exiliado se había ganado la vida como un simple pinche de cocina, estaba frente a nosotros con esa modestia a pesar de la enorme gravitación que tenía en el mundo. Conocía bien la realidad de nuestros pueblos.
Decisión de establecer relaciones con China
¿Usted está por anunciar muy pronto el restablecimiento de relaciones con la República Popular China?
Hoy, a las 12:00 horas en París, en Pekín, y en Santiago se dará a conocer un comunicado en que se establece relaciones con la República Popular.
Es un paso trascendental en Latinoamérica. Chile es el primer país del continente…
Después de Cuba, claro…
¿Qué significación tiene para usted, para el gobierno de la Unidad Popular, la reanudación de relaciones diplomáticas con la República Popular China?
Tiene gran significación, primero, porque Chile ejercita el derecho como nación soberana de tener relaciones con todos los países del mundo; enseguida, indiscutiblemente, desde el punto de vista de lo que representan sus relaciones con un país como China, en lo cultural, en lo político y en lo comercial, representa un horizonte amplísimo para nosotros. De ahí que este paso había sido establecido en el programa de la Unidad Popular, porque debo decirte, Régis, que tanto las relaciones con Cuba, las relaciones con China y, hay aquí una delegación comercial de Corea y la habrá de Vietnam, y el restablecimiento de relaciones con la República Democrática Alemana, son cosas que el pueblo ha conquistado, son cosas que el pueblo ha hecho posible por su conciencia política. No es un regalo de nosotros, los dirigentes, no; hace muchos años que se está luchando, hace muchos años que la gente lo está exigiendo, lo que prueba que hay un nivel político y que hay una conciencia.
“En la etapa electoral recurrieron a todos los medios…difamación, la mentira, la calumnia, un anticomunismo soez, vulgar”
Compañero Presidente, usted como marxista sabe muy bien que ninguna clase social abandona el poder de buen grado. Ya sabemos que el pueblo no está todavía en el poder, pero al menos está en el gobierno y parecería, para uno que mira de afuera las cosas, que el cambio de gobierno se produjo con mucha gentileza y con mucho estilo. Por ejemplo, cayó en mis manos un artículo reciente del periódico Le Monde, en el cual se puede leer, textual: “…que por primera vez en la historia, el marxismo en Chile se instala cómodamente en el sillón de la democracia burguesa”. ¿Han sido de verdad tan cómodas las cosas? ¿Han sido de verdad estos señores del gobierno anterior tan benevolentes con el gobierno de la Unidad Popular?
Yo creo que hay una imagen un poco desfigurada respecto a la resistencia de los sectores reaccionarios a que nosotros llegáramos al gobierno. En la etapa electoral recurrieron a todos los medios. Ya el año 58, ya el año 64, la difamación, la mentira, la calumnia, un anticomunismo soez, vulgar, y el año 70 todavía peor…Bueno, ellos se equivocaron, no nosotros. Ellos fueron tan insolentes que creyeron que podían triunfar aun a tres candidatos. Ganamos, pero, Régis, debo decirte, yo le dije al pueblo, te lo acabo de decir hace un instante pero te lo voy a ampliar: Ganar es difícil pero no imposible. Ganamos dentro de sus reglas del juego. La táctica nuestra fue correcta, la de ellos equivocada. Pero yo le dije al pueblo: “Entre el 3 de septiembre y el 4 de noviembre, Chile se va a sacudir más que una pelota de fútbol pateada por Pelé”. Se lo dije así para que el pueblo entendiera. El diario Le Monde puede decir lo que quiera pero la realidad en Chile ha sido muy distinta de eso. Desde el 4 de septiembre, día en que fui elegido Presidente, hasta el 3 de noviembre de 1970, fecha en que tomé el mando, yo no fui un hombre que se preparaba para tomar el gobierno, fui prácticamente un director de Investigaciones.
¿Durante ese periodo, esa función no estaba en manos de un personero del anterior gobierno?
Por supuesto que había un director general de Investigaciones, pero que no tenía interés en proteger la legalidad que daba a la Unidad Popular el gobierno. Yo le notifiqué oportunamente a ese funcionario que un poderoso industrial textil había preparado un autoatentado que consistía en hacer explotar una bomba en su hogar para justificar su salida con capitales de Chile. El jefe policial no tomó medidas y la bomba explotó. Fueron detenidos con posterioridad los autores del autoatentado ante las protestas y denuncias públicas nuestras, pero el magistrado encargado de hacer el sumario los puso en libertad y los sujetos, miembros de un partido político ultrarreaccionario, huyeron de Chile. Para que comprendas mejor este caso debo señalarte que la primera fase de la conspiración de los enemigos de Chile y de su clase trabajadora fue la alarmista, para provocar pánico en los sectores más débiles. El terror de éstos contribuía a asustar a otros y así podía ponerse en práctica otra fase de la conspiración, que, por lo demás, fue organizada. Alguno de los que estaban en la organización del plan conspirativo retiraron espectacularmente fondos de los bancos, lo que impulsó a miles de angustiados ciudadanos a retirar los suyos de los bancos de ahorro. Radioemisoras y órganos de prensa hablaban del “peligro marxista” y el ministro de Hacienda del gobierno existente, en lugar de llevar la paz a los que estaban verdaderamente alarmados por la campaña de rumores alarmistas, pronunció un discurso destinado a aumentar la falsa imagen caótica del país. En medio de ese clima se puso en práctica la segunda fase de la conspiración, la de los atentados explosivos contra los edificios y obras públicas, viviendas, oficinas, etcétera.Estuvo a punto de ser volado el aeropuerto internacional de la capital.
¿Esta situación se presentaba por primera vez en Chile?
Lo que te he contado es sólo el comienzo. Se inventó una organización para atribuirle los atentados; por supuesto que fue presentada como una organización revolucionaria. Se trataba de culparnos de los atentados. Elementos de la conspiración reaccionaria asesinaron a un policía uniformado que estaba de guardia en un edificio público y dispararon sobre otro al que dejaron grave, que cuidaba la entrada de una embajada extranjera. Dos veces atentaron contra mi vida, pero no consiguieron éxito porque se estrellaron con el celo de la guardia personal formada por compañeros revolucionarios.
Fue el comandante en jefe del Ejército el que cayó en su lugar.
La víctima debía haber sido yo. Lamentable y dolorosamente asesinaron al comandante en jefe del Ejército, porque se opuso a participar en la conspiración reaccionaria. Los conspiradores esperaban que el crimen fuera imputado a la fuerza política que yo representaba y que las Fuerzas Armadas, especialmente el Ejército, reaccionarían políticamente, impidiendo que se consumara la decisión del pueblo de llevarnos al gobierno. El Ejército, por intermedio de sus servicios de informaciones, tuvo de inmediato antecedentes que le permitieron descubrir de dónde había surgido el grupo asesino.
¿Usted sintió la guerra civil como una posibilidad? ¿La vio venir? ¿La temió? ¿La vio pasar de cerca?
Sí, el asesinato del general René Schneider lo probó. Si acaso los reaccionarios hubieran secuestrado al comandante en jefe del Ejército, indiscutiblemente que habríamos quedado al borde de la guerra civil. Ellos perseguían provocar a las Fuerzas Armadas para lanzarlas contra el Congreso. No debes olvidar que el atentado criminal se produjo 48 horas antes que el Parlamento se reuniera en Sesión Plenaria para pronunciarse constitucionalmente sobre los resultados de la elección presidencial. A esa altura, la Unidad Popular ya tenía los votos del Parlamento para ratificar la victoria obtenida en la elección del 4 de septiembre, con lo que había quedado desterrada la maniobra anticonstitucional que se pretendió hacer con una carta enviada por el candidato presidencial conservador derrotado, Jorge Alessandri. Desaparecida la posibilidad de una derrota de la Unidad Popular dentro de la legalidad, los conspiradores obraron fuera de la ley burguesa.¿Qué iba a hacer el pueblo? Teníamos que defendernos.
Así es que no concuerdan con la realidad las apariencias de un juego limpio y democrático por parte de la burguesía. ¿Había resistencia para entregarle la Presidencia?
Es probable, si no en lo personal, pero por lo menos en el régimen existente, y es lógico que así fuera; eso lo sabes tan bien como yo, Régis, en calidad de marxista.
“Es una creencia espontánea de la clase burguesa pensar que es la personalidad la que hace la historia”
…Siendo ( ) el papel suyo, de unificador de las izquierdas, de catalizador de las fuerzas populares hace pensar que alguna razón tendrá actualmente el enemigo interno y externo para intentar eliminarlo: si a usted le ocurre eso, ¿qué es lo que cree que pasará?
Es una creencia espontánea de la clase burguesa pensar que es la personalidad la que hace la historia. Esta creencia la alienta la reacción y la convierte en táctica; de ahí que uno de los procedimientos preferidos sea el de recurrir a estos métodos, pero contra eso tenemos un pueblo consciente. Yo creo que el camino aparentemente más fácil para la reacción sería éste, pero en realidad las consecuencias serían aún peores para ellos. No es que yo sea un dique de contención, pero indiscutiblemente, si eso ocurriera, quedaría en evidencia que la reacción no acepta las reglas del juego que ella misma estableció. No pueden imputarme cargos: ¿Las libertades? Existen todas: de reunión, de opinión, de prensa, etcétera. El proceso social no va a desaparecer porque desaparece un dirigente. Podrá demorarse, podrá prolongarse, pero a la postre no podrá detenerse. En el caso de Chile, si me asesinan, el pueblo seguirá su ruta, seguirá su camino con la diferencia quizá que las cosas serán mucho más duras, mucho más violentas, porque serán una lección objetiva muy clara para las masas de que esta gente no se detiene ante nada. Y yo tengo contabilizada esa posibilidad; no la ofrezco ni la facilito, pero tampoco vivo con la preocupación de que esto pueda ocurrir.
¿No entrañará el riesgo de una generosidad casi paterna lista en la conducción del proceso? Yo no quiero decir caudillismo, sino que usted deja caer decretos sobre un pueblo que los acepta, que los entiende por lo general pero que no los ha pedido, concretamente, que no los ha buscado. Usted dice “el pueblo es gobierno”, “el pueblo entró en La Moneda”. ¿Cómo piensa hacer realidad esa consigna?
En primer lugar, tú tienes que ubicarte en Chile; tú sabes que la lucha de los partidos revolucionarios es una lucha de decenios. No puedes ignorar que en Chile se produce un fenómeno, singular en el mundo, de la unidad de los Partidos Socialista y Comunista, ambos marxistas, en la acción, fenómeno que tiene más de quince años de existencia, lo que no ha quitado a cada uno de esos partidos sus propias características. Tampoco puedes olvidar que hay un programa común de las seis fuerzas políticas que forman la Unidad Popular, y que ese programa señala el camino del socialismo. El proceso chileno no es paternalista ni carismático. En lo personal, yo he dicho y lo reitero, que yo no soy un mesías ni un caudillo. Bien sabemos que desde la base nace el poder popular. Concretamente, tú no puedes olvidar que las organizaciones de base de la Unidad Popular son sus Comités encargados de vigilar el cumplimiento del programa.
…Un enfrentamiento frontal, decisivo, digamos, una ruptura abierta del estado actual de coexistencia. Un levantamiento militar, por ejemplo…
Eso dependerá de ellos. Si ellos lo provocan, se va a producir, pero en todo caso, nosotros esperaremos que ellos lo provoquen. Estamos vigilantes. Por lo demás no somos mecanicistas. Los enfrentamientos se vienen sucediendo en la historia de Chile desde tiempo atrás. Tú debes conocer la larga lista de las masacres de obreros y campesinos bajo el dominio de la burguesía. ¿Qué se entiende por enfrentamientos? Los hay mientras hay contradicciones en la sociedad y éstas subsisten incluso en el periodo de la construcción del socialismo. Separemos los antagonismos; ésos están determinados por la lucha de clases.
“Fue correcto producir ese Estatuto de Garantías”
Sí es así y si sigue así y si se consolida así esta situación, luego entonces, garantías hay. Sin hablar de las garantías constitucionales…
…que tuvimos que dar, nos significaba alcanzar el gobierno sin desmedro de nuestro programa.
¿Era absolutamente necesario? ¿Era imprescindible negociar este Estatuto de Garantías democráticas?
Sí, y por eso lo hicimos. Sigo convencido que fue correcto producir ese Estatuto de Garantías pero es conveniente aclarar que no es justo usar la palabra negociación, por cuanto nosotros no cedimos una línea de nuestro programa de gobierno. Ubícate en el período en que se produjo ese Estatuto y lo medirás como una necesidad táctica. Hemos hablado bastante del dramático periodo comprendido entre el 4 de septiembre y el 24 de octubre. Piensa en un Chile castigado por la llamada Campaña del Terror, como se llamó al proceso de amedrentamiento psicológico del pueblo impuesto por sus enemigos. Esa campaña corría parejas con el asombro del mundo que miraba a este pequeño país para decir: “Por primera vez un marxista gana el gobierno en una elección”. Un sector del Partido Demócrata Cristiano, con uno de sus líderes a la cabeza, Radomiro Tomic , llegó a la conclusión que si ese partido no entregaba los votos de senadores y diputados para producir una mayoría que reconociera nuestro triunfo, Chile iría a la guerra civil. Ese sector propuso, entonces, que se reconociera la victoria de la Unidad Popular a cambio de un Estatuto de Garantías. Por un lado, dijeron que nosotros, teñidos por la ideología de la clase revolucionaria, provocamos terror, pero al mismo tiempo agregaron que no podían ser responsables de la guerra civil. Así salió el Estatuto. Léelo y compáralo con nuestro programa de gobierno para llegar a la conclusión que no cambiamos ni una coma del programa. En ese momento lo importante era tomar el gobierno.
La intervención de Estados Unidos
…En cuanto a sus relaciones con Estados Unidos, ¿tiene razones para temer un empeoramiento?, ¿qué es lo que esperan?
Si nos sometemos a la historia, es cierto que podemos temer muchas cosas. La experiencia de Latinoamérica al respecto es dramática y es sangrienta. Pudiéramos hablar de la política del garrote o de la política del dólar, del desembarco de marines, ya lo sabemos. Ahora bien, nosotros también pensamos que Estados Unidos como pueblo y como nación está hoy día viviendo etapas muy diferentes a las de antes. Ellos tienen profundos problemas internos. No sólo el problema de los negros, tienen el problema de sectores obreros, de estudiantes, de intelectuales, que no aceptan la política de agresión. Además, ellos se han concitado la repulsa mundial con su actitud en Vietnam, por lo tanto, les es más difícil proceder en América Latina. Nosotros no tenemos ninguna actitud agresiva contra el pueblo norteamericano.
Y la agresión vendrá de ellos, si es que tiene que venir.
Por eso digo: de parte nuestra, ni siquiera es verbal. El señor Nixon es Presidente de Estados Unidos y yo soy Presidente de Chile. Yo no tendré un término despectivo contra el señor Nixon, mientras el señor Nixon respete al Presidente de Chile. Si ellos rompen con esto que es una obligación, si una vez más van a hacer tabla rasa de la autodeterminación, de la no intervención, se van a encontrar con una respuesta digna de un pueblo y de un gobernante.
Lo saben, de tal modo que no creo que cometan disparates, pero hay otras formas de agresión: económicas, bloqueo…
Yo creo que no lo van a hacer; primero, porque, como te digo, nosotros hemos procedido dentro de las leyes chilenas, dentro de la Constitución. Por eso sostuve yo, Régis, que la victoria por los cauces electorales era la derrota para determinada política, porque a ellos sí que les amarraba las manos.
“Cada pueblo tiene su propia realidad y frente a esa realidad hay que actuar”
Finalmente, ¿en qué reside para usted la lección del proceso chileno?, ¿cuál es la lección para Latinoamérica, en su concepto?
La lección es que cada pueblo tiene su propia realidad y frente a esa realidad hay que actuar. No hay recetas. El caso nuestro, por ejemplo, abre perspectivas, abre caminos. Hemos llegado por los cauces electorales. Aparentemente se nos puede decir que somos reformistas, pero hemos tomado medidas que implican que queremos hacer la revolución, vale decir, transformar nuestra sociedad, vale decir, construir el socialismo.
Mi muy poca experiencia política y mi poco conocimiento de Latinoamérica me han permitido notar que hay muchos gobiernos por ahí que se dicen revolucionarios. Pero hay unos que dicen más de lo que hacen y otros, muy pocos, que hacen más de lo que dicen. Uno tiene la impresión de encontrarse aquí en el segundo caso.
Para nosotros vale mucho más hacer que decir.
Entonces, a lo mejor no nos queda por decir mucho. Sin embargo, una última pregunta: ¿cómo ve, a partir de la experiencia chilena, a partir de la victoria popular en Chile, el porvenir de América Latina?
Con victoria o sin victoria, siempre he dicho lo mismo: Latinoamérica es un volcán en erupción. Los pueblos no pueden continuar muriéndose a medio vivir. Tú sabes perfectamente bien que en este continente hay 120 millones de semianalfabetos y analfabetos; tú sabes que en América Latina faltan 19 millones de viviendas y que el 70 por ciento de la gente se alimenta mal, tú sabes que potencialmente nuestros pueblos son riquísimos y, sin embargo, son pueblos con desocupación, con hambre, con incultura, con miseria moral y miseria fisiológica. Los pueblos de América Latina no tienen otra posibilidad que luchar -cada uno de acuerdo con su realidad-, pero luchar. ¿Luchar para qué? Para conquistar su independencia económica y ser pueblos auténticamente libres en lo político también. Ahora, yo creo que ésa es la gran perspectiva y como Presidente yo puedo decirlo, sobre todo a la juventud, que en el camino de la lucha, en el camino de la rebeldía, en el camino de la consagración a estar junto a los trabajadores, está la gran perspectiva y la gran posibilidad. Este continente tiene que alcanzar su independencia política, nosotros tenemos que hacer la independencia económica. Algún día, América Latina tendrá una voz de continente, una voz de pueblo unido, una voz que sea respetada y oída, porque será la voz del pueblo dueño de su propio destino. Esto es lo que yo pienso, Régis, y creo que tú, compañero nos puedes ayudar mucho diciendo lo que has visto y diciendo lo que queremos.