“Que la esperanza le gane al miedo, que la verdad le gane a la mentira”, declaró el escritor y convencional constituyente. Planteó que “esta Convención lucha por los derechos que todos y todas estamos esperando hace siglos, por la redistribución de un poder que ha estado concentrado en unos pocos” y llamó a aprobar la nueva Constitución “para que por fin llegue ese día donde el país acoja a los muchos y no a unos pocos”.
Jorge Baradit (*). Santiago. 05/2022. La redistribución del poder que propone el Estado Regional es una cuenta pendiente desde 1829, cuando la aristocracia santiaguina tomó sangrientamente el poder, mataron a héroes de nuestra independencia y reinstalaron el orden colonial concentrado en Santiago con Portales a la cabeza. Desmontaron el ejército de Concepción y acumularon todo el poder para unas pocas familias santiaguinas. Idea de la que no hemos podido desprendernos.
Hoy, estamos desmontando ese régimen portaliano, que no es más que entregarle el poder a unos pocos santiaguinos, hombres y blancos, usando al Ejército como policía nacional para alcanzar una supuesta estabilidad política y económica a través de la sangre y el fuego cuando es necesario.
Ha sido una lucha permanente de los trabajadores contra las fuerzas conservadoras que tienen el orden y los privilegios concentrados y secuestrados, que anuncian el apocalipsis frente a tal o cual cambio o derecho que favorece a la mayoría pero los desfavorece a ellos.
A principios del siglo XX, un congresista chileno, santiaguino, en este mismo edificio, acusó que una ley que se tramitaba, iba a traer el descalabro a la economía de las provincias del sur, porque la disminución violenta de la mano de obra iba a colapsar la industria, que era una medida cruel que iba a disminuir los ingresos de las familias más pobres del campo. Esa ley era la prohibición del trabajo infantil en Chile. Otro grupo se negaba a una iniciativa del gobierno que traería desempleo, colapso en la economía agrícola del Maule y Colchagua y la pérdida de nuestras tradiciones. Esa iniciativa era traer una partida grande de tractores para eficientar la producción y reemplazar la tracción animal. Siempre el apocalipsis, que nunca llega.
Hoy también consagramos que los derechos son inherentes a las personas. Pero discrepo. Porque inherente significa esencial, es decir, que son algo propio como el calor es inherente al fuego. La verdad es que los derechos son una conquista de nuestros trabajadores a lo largo de la historia contra las fuerzas que capturan el poder. No bajó una mano del cielo para darnos las 8 horas de trabajo o el derecho a la vida. No nacemos en nuestro ADN con el derecho a la salud.
Los cambios en la distribución del poder y los derechos se ganan. Los obreros de la escuela Santa María murieron por un pliego de peticiones que incluía que las pulperías no los estafaran, que se pusiera una escuela para sus niños y que los trabajadores dejaran de morir por falta de seguridad laboral. Los trabajadores de la FOM, quemados vivos en Punta Arenas, los del Salvador, los portuarios masacrados en la Plaza Echaurren en Valparaíso, los trabajadores asesinados por la dictadura de Pinochet, los trabajadores de Plaza Colón en Antofagasta, al igual que esta Convención que los del rechazo resisten, tiene muertos, heridos, abusados y mutilados que dejaron su sangre para que la sociedad alcanzara un estándar civilizado de vida.
Quienes se oponen usan los mismos argumentos de siempre: el apocalipsis y la mentira. Pero, ¿cómo se desenmascaran? Con datos:
Diciendo que todo el rechazo votó contra la descentralización del país.
Que Ruggero Cozzi (RN) votó en contra del derecho a la previsión justa para la vejez, la discapacidad y los accidentes del trabajo.
Que Alfredo Moreno (cupo UDI) votó en contra del derecho a una salud gratuita y de calidad. Parece que ama más a los caballos que a sus compatriotas.
No solo eso:
Rocío Cantuarias (cupo Evopoli) votó en contra de la defensoría del pueblo y de un SERNAC con dientes para defender a la gente. Teresa Marinovic (cupo RN) votó en contra de que las mujeres privadas de libertad tengan derecho a la lactancia y al vínculo directo con sus hijos e hijas. Martín Arrau (UDI) votó en contra de la prohibición de la tortura, aislamiento e incomunicación y de los tratos crueles y degradantes en nuestro sistema de justicia.
Pueblo de Chile, que no los confunda la campaña que el rechazo lleva un año desplegando en redes sociales y la prensa escrita. Esta Convención lucha por los derechos que todos y todas estamos esperando hace siglos, por la redistribución de un poder que ha estado concentrado en unos pocos en Santiago durante estos 200 años, para que los chilenos dejen de sobrevivir gastando sus recursos en pagar mes a mes cosas que son sus derechos y comiencen por fin a vivir su vida.
Amamos Chile y a toda la enorme diversidad de gente que vive en su territorio, el rechazo difícilmente puede llamarse a sí mismo patriota, por cuanto desprecia e insulta permanentemente a la diversidad social y cultural que puebla esta Convención y el país, de hecho tampoco respetan el territorio, por cuanto han vendido el país en pedazos durante estos años e intoxicado a sus habitantes con la codicia sin fondo de unos pocos.
No son patriotas porque la patria es la gente, y cada cuerpo desgarrado por la violencia de este modelo era la bandera chilena. Esa es la patria.
No son patriotas.
De hecho. Bernardo O’Higgins, Freire, Manuel Rodríguez, Carrera, se están revolcando en su tumba gracias a la bancada que le financió el viaje a una monarquista española para que se entrometiera en los asuntos de nuestra República Independiente. Déjenme decirles lo mal que se veían rindiéndole criolla y provinciana pleitesía a la marquesa de Casafuerte.
Compatriotas.
Aprobemos la Constitución de todos y todas.
Los profesores, escritores, dueñas de casa, académicas, pescadores, médicos, enfermeras, pequeños emprendedores, periodistas, abogadas, chilenos y chilenas como ustedes que habitamos la convención, estamos escribiéndola con todo nuestro amor por nuestro pueblo y el territorio. Para que por fin llegue ese día donde el país acoja a los muchos y no a unos pocos.
Que la esperanza le gane al miedo, que la verdad le gane a la mentira.
(*)Jorge Baradit, escritor y convencional constituyente.