Crónica N°13.
Miguel Lawner (*). Santiago. 16/5/2023. En 1970, las vacaciones eran un anhelo inalcanzable para la inmensa mayoría de los trabajadores chilenos y sus familias. Una auténtica quimera. Ese es el motivo por el cual, dentro de las primeras 40 medidas formuladas en el programa presidencial de la Unidad Popular, la Nº 29 estableció lo siguiente:
“EDUCACIÓN FÍSICA Y TURISMO POPULAR
Fomentaremos la educación física y crearemos campos deportivos en las escuelas y todas las poblaciones. Toda escuela y toda población tendrá su cancha. Organizaremos y fomentaremos el turismo popular”.
El turismo popular no figuró nunca en los planes de gobiernos anteriores, por lo tanto, era un programa inexistente en el organigrama de algún Ministerio o dependencia fiscal. Allende, sin embargo, lo tenía claro y no había transcurrido una semana, cuando llamó telefónicamente a Carlos Cortés, flamante Ministro de la Vivienda y Urbanismo (MINVU), manifestándole la necesidad de impulsar con urgencia la construcción de los Balnearios Populares, enfatizando su deseo de ubicarlos en las mejores playas del país.
El Ministro Cortés, estimó que lo más adecuado era encargar esta misión a la Dirección de Planificación del Equipamiento Comunitario (DEPEC), institución que hasta entonces estaba a cargo de planificar y construir sedes sociales para Juntas de Vecinos o Centros de Madres, Jardines Infantiles o Parvularios.
El arquitecto Renato Hernández, recién designado a cargo de dicha repartición, asumió personalmente la responsabilidad de cumplir con este compromiso contraído en el programa electoral de la Unidad Popular, y diseñó una red de Balnearios Populares a lo largo de todo el país.
Así fue como se buscaron localizaciones situadas en las mejores playas de Chile, aprovechando la disponibilidad de terrenos en poder de Bienes Nacionales, o se adquirieron terrenos a particulares.
Los talleres de arquitectura del MINVU elaboraron un proyecto de balneario tipo, construido totalmente con paneles prefabricados en madera de pino insigne, livianos y de un tamaño que facilitara su transporte en camiones de cabida normal.
Espacialmente, el proyecto buscó que el ciudadano común lo identificara claramente como un lugar de esparcimiento. Las cabañas se diseñaron en forma de A y se agruparon de modo de facilitar la vida en comunidad.
Los Balnearios Populares fueron diseñados con una capacidad de hasta 600 personas, alojadas en bloques continuos de 8 a 10 unidades. Cada cabaña tenía una capacidad de 6 camas, que eventualmente podía elevarse a dos más, respondiendo a la composición familiar vigente en la época. Además, se incentivó la incorporación de los abuelos.
Los centros vacacionales se complementaron con bodegas, posta de primeros auxilios, canchas deportivas y juegos infantiles, lavaderos, cocina y comedores colectivos.
Cada familia canceló una suma modesta por una estadía de 15 días en el Balneario, valor que incluyó alojamiento y la alimentación consistente en tres comidas diarias. Esta fórmula se acordó con el deliberado propósito de liberar a las esposas de atender la cocina, a fin de darles la posibilidad de disfrutar plenamente del veraneo.
La Dirección de Planificación del Equipamiento Comunitario convocó a una propuesta de construcción en marzo de 1971, adjudicando a diferentes empresas constructoras las obras de 16 balnearios, los cuales comenzaron a funcionar a fines de ese año. Se construyeron los siguientes Balnearios: Chacaya en Iquique, Tongoy en Ovalle. Los Vilos. Pichidangui. Peñuelas. Papudo. Puchuncaví. Ritoque. Loncura en. Quinteros. Rocas de Santo Domingo. Piedras Negras en El Tabo. Llallauquén en Las Cabras. Playa Blanca en Lota. Llico en Vichuquén. Curanipe en Chanco. Duao en Lota.
El MINVU entregó la administración de los Balnearios a la Dirección de Turismo, (hoy SERNATUR), entidad que las dotó con un completo equipamiento interior. También participó en este programa la Consejería Nacional de Desarrollo Social, que seleccionó los equipos de monitores encargados de dirigir las actividades de niños y adultos y organizó las presentaciones de grupos artísticos y culturales programando sus giras a los diferentes Balnearios Populares.
Esta Consejería asumió así mismo la responsabilidad de seleccionar e inscribir a los grupos de veraneantes, en coordinación con las Juntas de Vecinos.
También la CUT jugó un rol relevante en este aspecto, registrando entre sus sindicatos afiliados, la nómina de los trabajadores seleccionados para participar en este inédito programa de turismo social.
El propósito del MINVU era transferir la propiedad de los balnearios a la CUT, situación que no pudo materializarse antes del golpe militar. Con todo, los principales beneficiarios de este programa fueron grupos de trabajadores afiliados a los sindicatos de la CUT y ese es el motivo por el cual el imaginario popular identifica estos centros como pertenecientes a dicha organización sindical.
El programa consultaba turnos de vacaciones por quince días para cada grupo, durante los meses de diciembre a marzo, siendo la época en la cual hubo plena ocupación de los Balnearios. Durante el resto del año, las cabañas se ocuparon más ocasionalmente y por períodos variables, predominando las estadías por un fin de semana.
Es impresionante recordar la atmósfera de solidaridad y alegría que reinó entre quienes tuvieron la oportunidad de tomar un período de vacaciones en estos balnearios, muchos de los cuales pudieron disfrutar, por primera vez, de un derecho tan elemental, Para qué decir la cantidad de niños y adultos que conocieron el mar por primera vez.
Cada grupo de veraneantes tomó la iniciativa de organizar sus propias actividades, además de las programadas oficialmente. Se hicieron habituales, las fogatas encendidas a la hora del crepúsculo, animando los cantos, bailes o relatos que se prolongaban normalmente hasta la medianoche.
Miles de familias de trabajadores o de organizaciones vecinales, pudieron disfrutar por primera vez en su vida de un derecho tan fundamental, como es gozar de un legítimo descanso tras un año de trabajo. Cuántos de ellos confesaron que habían conocido el mar por primera vez en sus vidas.
Esta es una de las realizaciones más ignorada del gobierno del Presidente Allende, sin duda a causa de que la dictadura se apropió de todos los Balnearios inmediatamente después del golpe militar, asignándolos entre las diferentes ramas de las Fuerzas Armadas, como quién se reparte un botín de guerra.
Algunos, como los de Ritoque, Puchuncaví y Rocas de Santo Domingo, fueron destinados a centros de detención y tortura. Otros simplemente los enajenaron a particulares. Algunos fueron demolidos para comercializar los terrenos y otros como el de Pichidangui aún continúan como Centro de Vacaciones del Ejército.
Presos políticos detenidos en la zona de San Antonio, fueron verdaderos conejillos de India de estas siniestras prácticas, llevadas a cabo en el Balneario situado en Rocas de Santo Domingo.
Por ese tiempo, el agente de la DINA, David Gustavo Pedreros Pineda, confesó al Ministro Alejandro Solís y a su actuaria Valeska Villalón, que había estado en los cursos de Rocas de Santo Domingo. Pedreros Pineda señaló que él y sus compañeros de curso presenciaron sesiones de torturas comandadas por Jara, en compañía del coronel Manuel Contreras Sepúlveda en el subterráneo del casino de oficiales del regimiento de Ingenieros militares en Tejas Verdes. “Por eso, sé que Manuel Contreras Sepúlveda muchas veces presenció los interrogatorios y torturas de detenidos”, declaró.
“Iban regularmente a observar las sesiones a cargo de Jara -quien además les hacía clases en Rocas de Santo Domingo- y del detective Valdés”. Según él, muchos detenidos morían producto de los tormentos. Pedreros no recordaba sus nombres, pero sabía que “eran sacados del Regimiento, los colocaban en botes y los llevaban a alta mar, donde los lanzaban”. De las torturas recordó que a los detenidos “se les aplicaba electricidad en todo su cuerpo en la llamada parrilla, golpes con sacos de arena mojada, violaciones a las mujeres; a ellas también les introducían objetos contundentes en la vagina, simulacros de fusilamientos, la ‘ruleta rusa’, los colgaban, a los hombres le insertaban palos en el ano”.
Transcurridos 50 años, la historia de los Balnearios Populares es aún una asignatura pendiente. Hemos sido negligentes en iniciar acciones judiciales, demandando a las Fuerzas Armadas de Chile la devolución al Estado, de todos los Balnearios Populares, apropiados ilegítimamente.
Tras largas negociaciones, el Gobierno del Presidente Boric logró, por fin, que el Ejército devolviera a Bienes Nacionales el Balneario Popular en Rocas de Santo Domingo, cuyos restos ya habían sido declarados Monumento Nacional, gracias a la tenaz batalla que impulsó la Fundación por la Memoria de San Antonio, entidad presidida por Anita Becerra, quien era una colegiala cuando fue detenida y torturada en dicho Balneario.
Hoy tuvo lugar una emotiva ceremonia mediante la cual, el Ministerio de Bienes Nacionales fizo entrega del lugar a la mencionada Fundación, que se propone levantar un Centro destinado a la preservación de los Derechos Humanos.
En buena hora. Más vale tarde que nunca.
(*)Miguel Lawner. Premio Nacional de Arquitectura, fue director ejecutivo de la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU) en el Gobierno de Salvador Allende, académico en universidades chilenas y del extranjero.
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