Anotaciones acerca de Donald Trump y la coyuntura política estadounidense

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Su irrupción debe considerarse en base al momento que vive el país, a los cambios que ha experimentado, sus muy serias fracturas sociales y políticas. Este es también un momento de búsqueda -por parte de la elite dominante- de una salida a los desafíos que su decadencia les plantea y de las medidas para contrarrestarla. No basta ni aporta ningunearlo ni maldecirlo. Tampoco es conveniente ni realista sobreestimar esta aparente fuerza y empuje inicial de los que pretende dar muestras. ¿Qué hay detrás de algunas de sus posturas iniciales? Por ejemplo, el presidente parece no querer priorizar, de momento, los posibles conflictos con Rusia e Irán, que durante mucho tiempo han sido y siguen siendo noticia…Pero como tiene que dar algo de material a los medios de comunicación y a sus seguidores, está generando en cambio nuevos conflictos, entre ellos en nuestra región, que calcula le podrían resultar ganables.

Fernando M. García Bielsa. Analista. La Habana. 2/2025. La administración de Donald Trump está haciendo todo lo posible para proyectar poder y una sensación de empuje indetenible en sus primeros días como presidente. Pero a pesar de toda la palabrería, tanto su presidencia como su proyecto político son más frágiles de lo que pueden parecer.

Aunque no me detendré en ello, estimo que el punto de partida debe ser ubicarlo en los rasgos del momento en el cual, inesperadamente, hace una década, saltó con éxito a la política y, a la par con ello, atender a los rasgos actuales y dilemas que enfrenta la sociedad estadounidense, dada su paulatina declinación social y como potencia predominante desde hace unos cincuenta años.

En otras palabras, al margen de su figura, el papel y la impronta de Trump en la política estadounidense en los últimos años, su irrupción debe considerarse en base al momento que vive el país, a los cambios que ha experimentado, sus muy serias fracturas sociales y políticas. Este es también un momento de búsqueda -por parte de la elite dominante- de una salida a los desafíos que su decadencia les plantea y de las medidas para contrarrestarla.

Pretender precisar quién es Donald J. Trump, cuál es el significado de su emergencia política y hacia donde conducen sus impulsos políticos no es una tarea fácil, aunque no inviable, pese a que partimos de la opinión de que se trata de una personalidad difícil de comprender en su totalidad.

Propongo aquí distanciarnos de algunos de los análisis o descripciones meramente despectivas sobre este personaje, como aquellas apreciaciones basadas en un marcado miedo y angustias, respecto a las posibles acciones del mandatario yanqui.

No basta ni aporta ningunearlo ni maldecirlo. Tampoco es conveniente ni realista sobreestimar esta aparente fuerza y empuje inicial de los que pretende dar muestras. Ha contado escasamente con el respaldo de la mitad de la población adulta estadounidense y las encuestas, que indicaban un sólido comienzo de su mandato, ya van dando señales de pérdida de su popularidad. Es importante reiterar, además, que Trump no tiene detrás de él a la mayoría de los sectores oligárquicos.

No me detendré en temas específicos, ni en juzgar las pretensiones y arrogancia de las medidas con que está comenzando este nuevo mandato, algunas bastante heréticas, abusivas y hasta inconstitucionales. Varias de ellas son simbólicas, y otras como para poner a prueba y forzar los límites legales de su autoridad como Presidente, en una acción que va mucho más allá de lo que los presidentes anteriores han intentado. Otras de ellas con la manifiesta intención de echar atrás casi todas las directivas y acciones del Gobierno de Biden. En su mayoría no parecen improvisadas, pero no es probable que todas ellas resulten en cambios tangibles, y algunas no podrán sobrevivir a las batallas legales.

Llamo la atención sobre el titular de un artículo, por estos días, del prestigiado sitio “Politico.com”: “Las medidas ejecutivas de Trump tienen más fuerza esta vez, pero muchas son solo poses”. Y también fanfarronadas y amenazas con las que espera obtener concesiones y beneficios. En ciertos casos, después del shock, la negación y la ira, lograr doblegar y sentar a la mesa de negociación, quizás en desventaja, a opositores y a países que son blanco de sus políticas.[1]

El que su figura, sus maneras y sus políticas, incluso sus atroces muestras de insensibilidad, produzcan lógico rechazo, no son una buena base para arribar a buenas conclusiones. Pese a sus ímpetus, como Gobierno, obviamente él no puede mandarse solo, no puede disponer en solitario. Al propio tiempo, al estar al frente de la todavía principal y más agresiva potencia mundial hay que tomarlo en serio.

No pocos han señalado que Trump y su rápida proyección a los primeros planos de la política son expresión, una consecuencia, de la crisis que vive el país: desindustrialización, polarización política, regionalismo exacerbado, comunidades segregadas sin experiencias compartidas, las fracturas económico-sociales, políticas, religiosas y regionales que atraviesan a la sociedad.

Y en el plano internacional, entre otros desafíos: la conformación de un mundo multipolar, la emergencia de varios países que buscan su espacio en el concierto de naciones, el dinámico despliegue global de una China que compite con éxito en los campos del crecimiento, el desarrollo tecnológico, del comercio y de su inserción a lo largo del planeta, y que se empodera también en sus capacidades defensivas.

De momento, el Presidente parece estar en condiciones de llevar adelante su agenda, pero los desarrollos y dificultades en ambos ámbitos de crisis, unido a las contradicciones estructurales al seno de su coalición MAGA (Hacer a Estados Unidos Grande de Nuevo), le plantean un serio desafío.

Son también parte importante del contexto actual las contradicciones entre diversas corrientes del establishment estadounidense y el debate que, ante ello, tiene lugar entre sectores de la elite, cuando el mundo ha estado alejándose de esta era de hegemonía global de Estados Unidos.

Ese es un contexto que Trump aprovechó con habilidad y con marcada capacidad de manipular grandes masas, en una coyuntura en que habían visto deteriorarse sus ingresos, y en la que millones dan muestras de resentimiento y de rechazo a los políticos de Washington y a las elites tradicionales.

El desafío de complacer sustentos oligárquicos y a las bases sociales que lo apoyan

Trump, por su origen, es sin dudas, parte de la oligarquía, de sectores relativamente marginales de esta, pero hay que tener en cuenta que logró acceder a la presidencia en 2017 sin contar con el claro respaldo de lo más rancio e influyente de la elite del poder. Ahora, con este segundo ascenso a la Presidencia, es bien sabido que cuenta, entre otros, con el respaldo de un sector, digamos, de una nueva elite igualmente reaccionaria de supermillonarios prepotentes del sector de las nuevas tecnologías. Pero ¿cómo conciliar esas influencias con una base social en buena medida preterida por el sistema?

No obstante, se puede considerar que el Presidente Trump es como la personificación de un proyecto de elite, alternativo al modelo que está en quiebra hoy en día, pero un proyecto que no se aleja sustantivamente de la naturaleza imperialista del resto de la elite.

Las promesas de campaña y sus declaraciones como presidente electo anuncian, aparentemente, conflictos políticos de todo tipo y guerras comerciales. Sus poses son el resultado de un cálculo y no el simple producto de una personalidad narcisista. Con su exagerada bravuconería ¿se trata en realidad de la inminente ejecución de medidas extremas o busca comenzar toda negociación con las máximas exigencias posibles y alterar el comportamiento de sus contrincantes?[2]

Ciertamente, el mandatario y su equipo parecen favorecer los instrumentos económicos y comerciales, y utilización de estos para sus acciones de presión a nivel internacional, supuestamente por sobre el involucramiento en acciones militares, sin que realmente quiera o pueda lograr detener la ascendencia y enorme poder de la maquinaria militar y sus acólitos sobre la política exterior del imperio.

Volviendo a lo antes dicho. ¿Qué hay detrás de algunas de sus posturas iniciales? Por ejemplo, el presidente parece no querer priorizar, de momento, los posibles conflictos con Rusia e Irán, que durante mucho tiempo han sido y siguen siendo noticia. Probablemente percibe como particularmente improbable ganar algo de ellos en lo inmediato.

Pero como tiene que dar algo de material a los medios de comunicación y a sus seguidores, está generando en cambio nuevos conflictos, entre ellos en nuestra región, que calcula le podrían resultar ganables. Al propio tiempo, al alienar a sus amigos y vecinos, podría generar reacciones que, a la larga, le resulten costosas o, aún peor, Estados Unidos estaría debilitando una de sus mayores fuentes de influencia y poder internacionales: su pretendido papel como garante del orden global.[3]

Por otra parte, sí parece que su accionar y algunas de sus políticas se insertaran como un factor más en el incremento de la polarización que en todos los sentidos existe y se incrementa en el plano doméstico. Impulsado por el movimiento MAGA, que él encabeza, y por muchos de los sectores disfuncionales que le sirven de base, el presidente Trump, como se dice, “genera ruidos” dentro del sistema, al tiempo que carece de posibilidades o intenciones que permitan superar las muchas fracturas de esa nación, y, por tanto, no es un instrumento que cuente con muy amplio consenso.

Trump necesita mantener legitimidad ante sus propias filas de seguidores, equilibrar las posturas y las expectativas que generó en sus bases populares con respecto a sus acciones desde la presidencia, sin que estas lleguen a ser consideradas una traición entre la abigarrada y contestataria base social que lo ha estado apoyando. ¿Cómo evitar que el estado de ánimo público cansado de la guerra que lo llevó al poder, le envenene lentamente su agenda interna o internacional?

[1] Uno de los varios libros publicados años atrás bajo la firma o autoría de Trump, es The Art of the Deal (El Arte de la Negociación), de 1987, el cual es bastante revelador.
[2]    https://theconversation.com/trump-2025-un-negociador-agresivo-para-los-retos-geopoliticos-y-economicos-de-su-vuelta-al-poder-247279
[3] To Avoid Fighting Large Conflicts Trump Is Creating Smaller Ones. https://www.moonofalabama.org/2025/01/to-avoid-fighting-large-conflicts-trump-is-creating-smaller-ones.html#more