No significa ser más vociferante ni reivindicar retroexcavadoras que en el caso de muchos sólo existen en el verso. Consiste en asumir una posición política de acuerdo a la contradicción más importante del momento; en actuar en consecuencia con lo que se piensa y se dice; en comprometerse con las transformaciones contenidas en el programa de gobierno porque favorecen al pueblo y combatir a los que le oponen resistencia y defienden los privilegios que garantiza e sistema neoliberal.
Hernán González. Valparaíso. 13/01/2023. En las últimas semanas, la derecha ha intensificado su ataque al Gobierno. No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que ello es parte de una política impulsada por ésta a nivel latinoamericano e incluso global.
Primero fue el golpe de Estado en Bolivia. Luego, el intento de magnicidio de la Vicepresidenta argentina, Cristina Fernández, en medio de un proceso judicial en su contra, repleto de irregularidades y con una evidente connotación política. Recientemente el golpe parlamentario en el Perú que ya ha dejado decenas de muertos; y ahora último, la asonada fascista en Brasilia en la que se mezclan militares, la agroindustria, sectas evangélicas y ultraderechistas.
Todo indica, además, que esta asonada no se va a detener. Ya se ha desactivado una iniciativa similar en el mismo Brasil y hasta se sospecha de que pueda repetirse en España.
La derecha chilena, como siempre, aplica la receta que la burguesía ha ocupado cada vez que el sistema está en crisis. En efecto, cuando no tiene propuestas para remontarla ni argumentos racionales para argüir los privilegios, la desigualdad, la exclusión y la burocracia inherentes a las sociedades de clase, recurre a la fuerza bruta, a la imposición de sus axiomas como si se tratara de puros hechos. En este caso, a través de comisiones investigadoras y de acusaciones constitucionales sin ningún fundamento basadas en su puro arbitrio, usando como masa de maniobra a una opinión pública presa de la propaganda, los medios y un periodismo venal de los que dispone en abundancia.
En el caso chileno, la posibilidad de que la Constitución del 80, armazón jurídico político de esta sociedad de clase que es el neoliberalismo, fuera reemplazada por una Constitución auténticamente democrática y garante de un Estado Social, es la contradicción que agita con inusitada violencia a la derecha y a un par de snobs insignificantes que añoran la democracia de los acuerdos, las comisiones técnicas y el “gradualismo”, como si nada hubiera pasado en los últimos diez o veinte años.
Subestimar a la derecha puede tener nefastas consecuencias para la democracia y el pueblo. La experiencia del golpe de Estado es suficientemente elocuente como para comprenderlo y para comprobar que no hay “derecha democrática” y de que denominada “derecha liberal”, prefiere mirar para el lado cuando las cosas se ponen feas y sus aliados fascistas realizan el trabajo sucio.
A la derecha se la debe enfrentar. No hacerlo tiene como consecuencia la confusión de la opinión pública y la sociedad que termina por meter en el mismo saco a demócratas y fascistas; a ladronzuelos como Torrealba, Sabat y Guevara; Moreira, Orpis y Longueira y a parlamentarios, alcaldes y ministros que están tratando de sacar adelante un proceso constituyente, asediado por la reacción; un programa de transformaciones estructurales y medidas inmediatas para paliar los efectos de la crisis actual, que como siempre, la burguesía trata de hacer recaer en los hombros de trabajadores y trabajadoras.
Lamentablemente, no han faltado los oportunistas que tratan de llevar agua a su molino. Este oportunismo, como siempre, se parapeta en la posición del que, presuntamente, habla desde los principios y pontifica acerca de lo que los demás deben hacer -sea éste el Gobierno, los partidos o las organizaciones sociales-, sin comprometerse y también de los que en medio de la confusión tratan de mejorar sus posiciones de poder en el Congreso, en el Gobierno o en alguna de las coaliciones de las que se compone.
Este oportunismo también colabora con la reacción y debe ser rechazado y denunciado por la izquierda y los auténticos y auténticas demócratas. Es el momento de cerrar filas en la defensa del Gobierno de Apruebo Dignidad encabezado por el Presidente Boric. Lamentablemente, se gasta más tinta en criticarlo y decirle lo que debe hacer que en combatir a la derecha y denunciar sus responsabilidades en la mantención y defensa de la desigualdad, los abusos y la sobreexplotación.
Pasar a la ofensiva no significa, pues, ser más vociferante ni reivindicar retroexcavadoras que en el caso de muchos sólo existen en el verso. Consiste en asumir una posición política de acuerdo a la contradicción más importante del momento; en actuar en consecuencia con lo que se piensa y se dice; en comprometerse con las transformaciones contenidas en el programa de gobierno porque favorecen al pueblo y combatir a los que le oponen resistencia y defienden los privilegios que garantiza e sistema neoliberal.