«No sabemos a dónde vamos, sino tan sólo que la historia nos ha llevado hasta este punto y (…) por qué. Sin embargo, una cosa está clara: si la humanidad ha de tener un futuro, no será prolongando el pasado o el presente. Si intentamos construir el tercer milenio sobre estas bases, fracasaremos. Y el precio del fracaso, esto es, la alternativa a una sociedad transformada, es la oscuridad».
Eric Hobsbawn
Fernando Bahamonde. Punta Arenas. 24/08/2022. La contradicción principal no se encuentra visible en un enfoque político tradicional aún en clave institucional y electoral, donde los actores protagónicos son los partidos bajo el viejo abanico de izquierda y derecha. El conflicto que enfrenta Chile es la contradicción enfrenta a la democracia y al neoliberalismo, por tanto, involucra a toda la sociedad.
Pero cabe precisar que es una forma de democracia que aún no existe, que se asoma y que habrá que luchar para que instale y se consolide. Del mismo modo, el neoliberalismo no sólo es un modelo económico sino una relación que determina la existencia social en todas sus formas, desde el un sistema jurídico-administrativo que se manifiesta en la forma de Estado que es la trama que sostiene el modelo, Constitución de 1980 y ramifica sus tentáculos hasta las esferas culturales en las relaciones cotidianas al acceder a la salud, educación, vivienda, y un largo etc., que por ahora son derechos petrificados por el mercado.
Es tal la envergadura de la fractura social que vive nuestro país que no se resolverá en su totalidad el 4 de septiembre al expresarse la voluntad por cualquiera de las dos opciones en el plebiscito de salida constitucional. Obviamente, el camino para ir desatando el nudo será más expedito de triunfar el apruebo.
La fractura nace de los cimientos de la sociedad hecho que queda demostrado en ese aún cercano octubre de 2019, producto de la desigualdad y marginación en que han vivido amplias capas de la población. La fisura escaló hasta las bases de la institucionalidad, es por ello por lo que hoy no encontramos discutiendo una nueva Constitución. Insistimos, la resolución del conflicto no puede ser resuelto sólo desde la lógica institucional y electoral.
Para entender la situación que enfrentamos primero debemos sostener que el enfrentamiento entre democracia y neoliberalismo explica que los jerarcas de la Concertación hoy se cuadren con el rechazo. Porque desean prolongar con matices el modelo que consolidaron en la década de 1990. Pero, además bloquear la nueva Constitución le permitirá retomar la agenda y el poder negociador que perdieron desde octubre de 2019. Saben que el día 5 de septiembre la negociación regresará a la institucionalidad en el Congreso Nacional.
No obstante, en el intertanto los líderes concertacionistas dividen y destruyen sus propios partidos, que ya con anterioridad se convirtieron en contenedores con escaso contenido que en su gran mayoría se suman al apruebo. Por otra parte, bloquear la nueva Constitución implica entregarle el poder de veto a la derecha, que se encuentra parapetada en el Senado, junto con aquellos representantes concertacionistas del neoliberalismo que se resistirán a que se disuelva la cámara alta.
Rechazar la nueva Constitución implica un riesgo mayor que una oportunidad para la elite política. Lo que se generará será una clausura operacional de todo el sistema político institucional que puede devenir en profundizar aún más la contradicción principal y dislocar completamente a la sociedad con la institucionalidad. Y por efecto, se puede convertir en un contragolpe autoritario y conservador de la propia elite apelando a un orden que no se obtiene sino aplicando violencia política.
Para el apruebo, la contienda tiene dos caras a partir del 5 de octubre que derivan del resultado electoral. Pero el componente esencial para enfrentar los dos escenarios es lograr coherencia y cohesión como coalición de gobierno en el entendido que el elemento unificador es la necesidad de superar el neoliberalismo. Es consenso tendrá distintas tonalidades incluso dentro de Socialismo Democrático y Apruebo Dignidad, y entre ambos grupos. Con el fin de que apoyar y sustentar el gobierno y su agenda transformadora.
El segundo componente es darle sustento social a las transformaciones que se iniciaran, lo cual significa integrar a nuevos actores al trabajo prelegislativo como intentar incluir organizaciones del mundo del trabajo. Crear base social de apoyo a las transformaciones es parte de la nueva democracia que se asoma, al constituir un nuevo sistema político que haga coincidir sociedad con institucionalidad. A su vez es el medio para superar a la elite política que intenta con desesperación retomar el control político, para que nada cambie.
Por estos días el mundo mira a Chile, como un pequeño país donde el río de la historia busca su camino natural al mar. Vivimos una frontera histórica como lo fue en el pasado el 4 de septiembre de 1970, y el 11 de septiembre de 1973. Como aquella sociedad que buscó caminar al socialismo a través de la vía democrática y, donde se instaló violentamente el experimento neoliberal.
Lo importante es que los que vivimos en Chile este momento es tener plena conciencia que la historia está en nuestras manos y esa es la singularidad del periodo que presenta el zigzag de avances y retrocesos, de posibilidades y cierres de caminos. Lo cierto es que la contradicción principal se ha agudizado y existe la posibilidad cierta que este pequeño país, ubicado en un rincón del mundo se pueda superar el neoliberalismo.