El nuevo camino fue pavimentado por luchas que se remontan a más de sesenta años. Quienes triunfaron en estas elecciones -el presidente Gustavo Petro y la vicepresidenta Francia Márquez- provienen del corazón de estas luchas, de los movimientos de izquierda y de los movimientos sociales, de la resistencia obstinada de la gente corriente que pujaba por construir una vida que no estuviera simplemente entregada a las ricas y poderosas viejas élites coloniales y a las nuevas narcoélites.
Vijay Prashad. Taroa Zúñiga Silva. 06/2022. El 19 de junio de 2022, largas filas llevaron a 39 millones de colombianos y colombianas (de una población total de 51 millones) a votar en sus elecciones presidenciales. En las zonas rurales, donde a menudo se suprime el voto debido a la desolación o la violencia, las filas parecían más largas. La gente corrió grandes riesgos -hubo amenazas de grupos paramilitares y los narcoterroristas- para hacer estas filas y elegir entre dos proyectos políticos muy diferentes: el viejo proyecto, que favorecía las viejas jerarquías que han gobernado Colombia desde el siglo XIX, y uno nuevo que favorece el desarrollo de la democracia y la igualdad social. Fueron unas elecciones muy reñidas, cuyo sentido del voto sólo quedó claro al final de la jornada: el pueblo, por un claro margen, eligió un nuevo camino para Colombia, rechazando la vieja oligarquía y su violencia económica y política.
El nuevo camino fue pavimentado por luchas que se remontan a más de sesenta años. Quienes triunfaron en estas elecciones -el presidente Gustavo Petro y la vicepresidenta Francia Márquez- provienen del corazón de estas luchas, de los movimientos de izquierda y de los movimientos sociales, de la resistencia obstinada de la gente corriente que pujaba por construir una vida que no estuviera simplemente entregada a las ricas y poderosas viejas élites coloniales y a las nuevas narcoélites. Reunieron a las principales organizaciones de estas resistencias en el Pacto Histórico por Colombia, su plataforma electoral.
Petro perteneció a la guerrilla del M-19 durante su juventud y se mantiene firme en sus ideales de izquierda. Es la primera vez en la historia de la Colombia republicana que un candidato de izquierda gana la presidencia. La victoria de Francia Márquez en la vicepresidencia es tal vez más espectacular: es la primera vez que una mujer afrocolombiana que proviene de una comunidad campesina alcanza este puesto, la primera vez -de hecho- que cualquier persona afrocolombiana triunfa en un alto cargo de elección popular en el país. Estos orígenes y la política que han adoptado Petro y Márquez no son fáciles de desestimar; conformarán el Gobierno que ahora rige un país que -hasta ahora- fue un férreo baluarte de los reaccionarios y una base del imperialismo estadounidense en Latinoamérica.
El pueblo
Es importante analizar los detalles de los patrones de votación. En los dos municipios más pobres del país -El Chocó y La Guajira- el Pacto Histórico obtuvo 83 y 66% respectivamente. El Chocó está en el oeste de Colombia, donde el 82,1% de la población se identifica como afrocolombiana. La mitad de la población de La Guajira -en el noreste de Colombia- se identifica como indígena. Los y las marginadas acudieron masivamente a votar por Petro y Márquez. Durante la campaña, en Bogotá, la capital colombiana, Márquez declaró: “Nos dijeron que la política no era para nosotras, que nuestro lugar como mujeres negras era como empleadas domésticas, poniéndoles lindas sus casas, criándoles a sus hijos, para volver aquí para enterrar a los nuestros. Hay que romper esas cadenas de opresión”. Ese mensaje caló profundamente en los márgenes de Colombia.
Que el Pacto Histórico haya triunfado en los márgenes no significó que no triunfara en Bogotá, donde Petro fue alcalde (de 2012 a 2015), o que no ganara en varias ciudades importantes. Sin embargo, es aleccionador que hayan perdido en dos zonas del país que cuentan su propia historia. En primer lugar, Petro y Márquez perdieron en el departamento de Antioquia, cuya capital, Medellín, es un conocido eje del paramilitarismo y del narcoterrorismo. Las amenazas y la violencia de los narcoterroristas superaron algunas regiones, pero estas amenazas no pudieron dictar los términos de la elección. La segunda zona en la que perdieron Petro y Márquez fue en las zonas fronterizas de Colombia cercanas a Venezuela, donde la derecha y los paramilitares han llevado a cabo una campaña violenta y despiadada contra la izquierda, utilizando a Venezuela como objeto-sujeto de terror. La geografía del mapa electoral muestra que los principales adversarios de la candidatura Petro-Márquez, además de sectores de la oligarquía más reaccionaria, fueron los paramilitares y los narcoterroristas, cuyo poder se mantiene y que representan un peligro claro y presente para el Gobierno entrante. Son el enemigo real del pueblo colombiano.
Plataformas electorales
Colombia ha experimentado un recrudecimiento de las protestas desde 2019, que han reunido a diversas fuerzas políticas. Los paros de ese año reunieron a sindicatos, organizaciones por la paz, grupos campesinos, plataformas indígenas, grupos afrocolombianos y movimientos sociales. Los temas de la protesta fueron diversos: oscilaron desde las manifestaciones en contra de la desigualdad social y económica hasta las protestas en defensa del proceso de paz colombiano (2012 a 2016), desde la indignación por la brutalidad policial hasta la ira por el programa de austeridad propuesto por el ex-presidente Iván Duque. Los acuerdos alcanzados tras las protestas no se cumplieron, y con el caos de la reacción de Duque ante la pandemia, se abrió un nuevo ciclo de protestas en 2021. Los nuevos temas, reflejo de los anteriores, eran el aumento de los impuestos, el asalto al sistema de salud y el fin de la ayuda a la pandemia. La tensión en Colombia era muy alta.
En este contexto, el Pacto Histórico reunió a veinte organizaciones políticas y sociales en una plataforma electoral. Este Pacto incluía el partido de Gustavo Petro (Colombia Humana) y el partido político de la antigua guerrilla de las FARC-EP (Comunes), así como el Partido Comunista y el centro izquierda Todos Somos Colombia. La Minga Indígena -cuyo nombre proviene de la palabra quechua minga o mink’a “trabajo colectivo realizado en favor de la comunidad”– es como se conoce a las masivas movilizaciones del movimiento indígena colombiano, que empezaron a organizarse desde el 2008 y que marcharon hacia Bogotá, la capital, durante el 2020, para elevar sus demandas hacia el entonces presidente, quién se negó al encuentro. Estas largas filas de marchantes, tuvieron su eco en las recientes filas de votación. Una movilización histórica que derivó en una participación histórica de los pueblos indígenas en la elección presidencial. En el proceso de inclusión de nuevos actores, también es importante el rol del Congreso de los Pueblos, fundado en el 2010. Este se afianzó como uno de los principales líderes de los grandes paros agrarios de 2013, 2014 y 2016, y luego aportó un importante componente campesino al ciclo de protestas, mayoritariamente urbano, desde 2019 hasta la actualidad. Contar con la movilización previa, fruto del trabajo de organizaciones como la Minga, junto a los partidos políticos de centro-izquierda relativamente mayoritarios permitió a Petro y Márquez construir el tipo de frente amplio necesario para ganar más de la mitad del voto popular en la segunda vuelta de las elecciones.
Ayudó que en la primera vuelta los principales partidos políticos de la oligarquía fueran aniquilados, derrotados por el Pacto Histórico y por un fenómeno de la derecha que podemos observar en toda Sudamérica: surge una especie de Trump, figura horrenda de fanatismo y toxicidad. Rodolfo Hernández no era del todo un outsider, ya que fue alcalde de Bucaramanga entre 2016 y 2019; sin embargo, hizo su campaña con una suerte de insensibilidad que atrajo a parte de la ciudadanía colombiana harta de las viejas formas de hacer política. La oligarquía y los narcoterroristas se vieron obligados a alinearse detrás de Hernández, pero -al menos de que recurrieran a un gran fraude- ya en los últimos días había pocas esperanzas para su campaña.
En su primer discurso tras las elecciones, Petro definió su campaña como “la suma de la resistencia, de un pasado de lucha y rebelión contra la injusticia y un mundo que discrimina”. Rindió homenaje a generaciones de colombianos y colombianas asesinadas y violentadas, que culminaron con la ola de brutalidad policial de los últimos años. “Cuántos no están hoy con nosotros”, dijo. “Decenas de miles, desaparecidos, encarcelados, esposados, maltratados, simplemente porque tenían esperanza. Solicito a la Fiscalía la liberación de nuestra juventud”.
Nuevos caminos para América Latina
Los destellos de descontento llegaron inmediatamente desde Estados Unidos. El gobernador de Florida, Ron DeSantis, declaró que: “Los resultados de esas elecciones han sido muy, muy preocupantes para la gente que cree en la libertad en el hemisferio occidental. Elegir a un antiguo narcoterrorista y a un marxista para dirigir Colombia va a ser desastroso”. Esa es la actitud de un alto funcionario del Gobierno de Estados Unidos ante unas elecciones democráticas en el hemisferio americano.
DeSantis y la administración estadounidense tienen una buena razón para temer una cascada de victorias de la izquierda en toda América Latina. El ambiente ha cambiado. Cuando el presidente de EE. UU., Joe Biden, celebró la Cumbre de las Américas en Los Ángeles, países como Bolivia, Honduras y México decidieron no asistir porque Biden no invitó a Cuba, Nicaragua y Venezuela. Petro ha dicho que retomará relaciones con Venezuela, un hecho clave ya que Colombia había sido utilizada por Estados Unidos en su campaña de presión y sus operaciones de sabotaje contra el pueblo venezolano.
En la tarima de la victoria, Sofía -la hija de Petro- usó una camiseta con una imagen de la socialista brasileña Marielle Franco, asesinada en 2018. Aquí hubo un mensaje para el hemisferio. Brasil va a las urnas en octubre, y en esa elección se prevé que el candidato de la izquierda, Lula, derrote a Jair Bolsonaro en la primera vuelta.
En 1990, Carlos Pizarro -miembro de la guerrilla M-19, la misma a la que perteneció Petro- se presentó como candidato a la presidencia durante un momento de paz en Colombia. Fue asesinado durante la campaña. Su hija, María José, es ahora senadora y forma parte del Pacto Histórico. Al ir a votar por Petro y Márquez, María José Pizarro dijo: “Hoy papá, voto por ti, voto en homenaje a la paz que soñaste para Colombia. Voto por mis hijas y todos los hijos de esta tierra, por nosotras, las mujeres, las comadres de la nación. Voto por el sueño que Gustavo Petro nos convocó a construir”. Ese sueño va ahora desde el empobrecido pueblo de Yolombó, donde nació Márquez, hasta el pueblo más meridional de Leticia, en lo más profundo del Amazonas.