Aires de mudanza

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“Las vendimias con sus aires de cosecha, aires verdes y rosados, aires rojos, aires negros, gozan de salvoconductos, entran por los pulmones y rejuvenecen gargantas y mejillas, son sus aires esos alegres que viven en los parrones…”

Álvaro Peralta Artigas. 15/2/2024.  Aires que jadean, pierden color, se escabullen detrás de piedras ruinas, de tumbas semi ruinas, alguna vez aires jubilosos, en despliegue de huesos y dientes en sonrisa, ahora aires sin aroma ni remolinos, quietos, sólo quietos, enterrados y sin comunicar respiros, no tienen ya sus colores esas luces viajeras con que de día iluminaron ojos, y de noche guarida de aves, caminos y subterráneos, luces sin nombres ni apellidos, que fueron de todos o de cualquiera, de familia de camélidos, gitanos trashumantes, sectas religiosas o amantes sin frenos, por ahí, por ellos pasaron, dentro de sus latidos pasaron, dándole vida a labios, suelos, a calendarios y a semblantes, y ahora, el tiempo, no sabemos si aún los alberga, si sus movimientos detenidos, ya idos, aún viven en esos sus ciclos, galaxias, y rodeos que da por el infinito, si el reencuentro alguna vez, con sus olores y sus respiros, recogidos quizás por algún alma buena, o porque no, por algún rezo piadosos de moribunda anciana, o risa de un niño, ahí aparecerá , simplemente aparecerá.

Asoleados, no reales, con espejismos, disfrazados son por hechiceras, aguas detenidas les mudan, también rocíos ya sin camanchacas, y verdes de esos de salar reflejado en alguna nube, quedan como paralizadas en el espacio frío, sin más provisiones que relámpagos dispersando luces azules y estrellas fugaces, iluminando hierros y estaños curvados y oxidados, tumbas de mineros con sus salitres abandonados.

Aires mutantes, quizás de algún muerto en vida, o de algún pigmentado, un pigmentado receptivo de cosmos, de infinito, coloreado con negros blancos amarillos, rojo y café anaranjados, una mezcla de todos ellos, dentro de cuerpos sin nombre ni nacionalidad, sólo cuerpos gozando de aires nómades y sedentarios, de cordillera y de aludes, oxigenando sus pieles y párpados, sus pelos, ojos y uñas, otros aires, de otras razas y de otras latitudes, aires movidos y lentos, aires todos aún en vida, aunque indescifrables pero aún entregando vida.

Las vendimias con sus aires de cosecha, aires verdes y rosados, aires rojos, aires negros, gozan de salvoconductos, entran por los pulmones y rejuvenecen gargantas y mejillas, son sus aires esos alegres que viven en los parrones, derrotan plagas y plagas y plagas de mosquitos, de esas que llegan con sus sentencias de muerte a vendimias, fermentaciones y prensados. Las más defensoras, las de coloridos verde luna, defendiendo vidas a cepas para brindar en funerales y nacimientos.