Es hora de dejar atrás la administración burocrática de las recetas neoliberales. Hoy se requiere un proyecto de reformas que beneficie de verdad a las grandes mayorías y que dé paso a un nuevo Estado de Bienestar.
René Leal Hurtado, Doctor en Sociología. Santiago. 9/2025. Cada 11 de septiembre, la memoria se viste de negro en Chile. Hoy, más de medio siglo después, el fantasma del fascismo vuelve a rondar. Frente a esta amenaza, nuestro desafío no es repetir la épica de los 70, sino construir una nueva, distinta pero igualmente profunda, capaz de enfrentar el presente con inteligencia y valentía.
La crisis que vivimos no es solo coyuntural: es orgánica, del Estado en su conjunto, como la describiría Gramsci. Una fractura de largo aliento en la que se desdibujan los compromisos entre dominantes y dominados. La clase dirigente ya no logra expandirse ni absorber nuevos sectores; por el contrario, se fragmenta. Y con ello se abre un vacío de hegemonía: la sociedad política y la sociedad civil se han distanciado, dejando al Estado sin base histórica sólida. No es casual que esta crisis alcanzara su punto más alto en el estallido social de octubre de 2019.
En este escenario, la derecha no dudará en recurrir al fascismo para preservar sus privilegios. La izquierda, en cambio, tiene la oportunidad – y la responsabilidad – de ofrecer una salida distinta: una alternativa que supere de raíz al neoliberalismo y reconstruya un Estado capaz de responder a las mayorías. No se trata solo de ganar elecciones con Jeannette Jara a la cabeza, sino de iniciar un giro político que vaya más allá del simple reemplazo de élites.
Para eso, la Unidad por Chile debe crecer y madurar, aprendiendo de sus experiencias previas de gobierno y reconociendo sus errores. Es hora de dejar atrás la administración burocrática de las recetas neoliberales. Hoy se requiere un proyecto de reformas que beneficie de verdad a las grandes mayorías y que dé paso a un nuevo Estado de Bienestar.
Ese camino solo será posible si los movimientos sociales participan activamente en esta coalición, devolviendo al Estado su rol social y su vínculo con la ciudadanía. Solo así podrá construirse un bloque nacional-popular que reestablezca el sentido universal de la política y enfrente los escandalosos niveles de desigualdad que hoy marcan al país.
En este punto vale la pena recordar a Keynes, no porque propusiera el socialismo, sino porque mostró que el capitalismo podía reformarse para sobrevivir. Con sus ideas sobre el Estado de Bienestar y la intervención en la demanda, logró transformar un sistema en crisis tras la Gran Depresión, mejorando las condiciones de vida de millones de trabajadores.
Keynes ironizaba que “el capitalismo es la extraordinaria creencia de que las personas más desagradables trabajarán de algún modo juntas, por los motivos más desagradables, para beneficio de todos”. Una descripción aguda de las contradicciones morales del sistema: capaz de generar progreso a partir del egoísmo, pero a costa de la ética y del bien común.
Hoy, frente al avance de la ultraderecha y la crisis del neoliberalismo, esa lección sigue vigente: no basta con administrar lo existente. Hay que reformar el capitalismo en serio, regular sus excesos y apostar por un Estado que garantice justicia social, equidad y dignidad para las mayorías.
En pocas palabras: si queremos parar al fascismo, debemos decir adiós al neoliberalismo y darle la bienvenida a un verdadero Estado de Bienestar.