Civilización o barbarie: La batalla decisiva contra la amenaza fascista

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Lo que está en juego es la posibilidad misma de la convivencia democrática. Con un Congreso hostil y una derecha envalentonada, un gobierno de Kast no traería orden, sino la agudización del conflicto social. La tarea de Jeannette Jara, y de todos nosotros, es transformar este miedo latente en una épica de esperanza racional.

Jean Flores Quintana. Politólogo. Santiago. 22/11/2025. No hay espacio para el autoengaño ni para el triunfalismo ingenuo. Si bien Jeannette Jara ha logrado posicionar a las fuerzas transformadoras en el balotaje, la fotografía que nos devuelve la jornada electoral es la de un país fracturado, donde la hegemonía cultural del progresismo se ha visto severamente cuestionada. La victoria en primera vuelta es, en rigor, una trinchera defensiva ante una marea reaccionaria que suma -aritméticamente- más de la mitad del electorado.

Debemos leer con agudeza la nueva correlación de fuerzas. Si el ciclo anterior se caracterizó por la fragmentación, la nueva composición nos arroja a una “guerra de posiciones” asimétrica. La matemática es implacable: el oficialismo se contrae de sus 72 escaños a una bancada de resistencia de 58 diputados, mientras que las oposiciones consolidan una fuerza de bloqueo de 77 parlamentarios, entregándoles la llave del veto legislativo.

Sin embargo, cuidado con ver gigantes donde sólo hay molinos. La derecha no es un monolito; atraviesa una crisis orgánica de conducción. Observamos el desfondamiento histórico de “Chile Vamos” (RN/UDI), asediado por la hegemonía voraz del Partido Republicano y la irrupción disruptiva de los nacional-libertarios. No tenemos enfrente a un adversario unificado, sino a facciones trabadas en una guerra fratricida: la vieja guardia piñerista lucha por su supervivencia ante unas nuevas derechas radicales que disputan, a dentelladas, el liderazgo ideológico del sector. Es en esa fractura donde reside nuestra oportunidad de maniobra.

En este escenario adverso, el desempeño del Partido Comunista exige una lectura dialéctica: somos una fuerza en ascenso dentro de una alianza en contracción. Si en 2021 la bancada comunista sumaba 12 escaños, hoy esa fuerza es de 11 diputados, consolidando el crecimiento orgánico más sostenido del sector.

Este avance contrasta dramáticamente con nuestros aliados: mientras el Frente Amplio paga el costo del desgaste gubernamental estancándose en 21 escaños, el Socialismo Democrático se desmorona y la ex Concertación queda reducida a una expresión casi testimonial. El PC se confirma así como la columna vertebral indiscutida y el motor ideológico de la izquierda, pero el costo de esta nueva hegemonía es alto: nos hemos consolidado como la locomotora blindada de un tren que ha visto reducida peligrosamente su capacidad de carga histórica.

La autocrítica no tolera eufemismos. El mapa electoral desnuda una claudicación doctrinaria: un progresismo que, confundiendo renovación con renuncia, archivó la contradicción fundamental capital/trabajo. Optamos por el monólogo autocomplaciente en los territorios ya conquistados, rehuyendo la fricción pedagógica de disputar conciencias en la intemperie social, olvidando que al sujeto histórico lo define su rol en la producción, no solo su identidad.

La factura de este extravío es altísima. En el Norte, el vacío de clase permitió que Parisi ofreciera una salida individualista a la asfixia económica de los trabajadores. Y en el Sur, ante un Estado que se percibe en retirada, la derecha logró instalar su “paz armada” ya no como una opción ideológica, sino como la única alternativa viable de supervivencia.

A esta fractura territorial se suma un factor estructural que no podemos omitir: la hegemonía mediática del capital financiero. Los grandes conglomerados de prensa han operado como el verdadero partido de vanguardia de la reacción, desplegando una «pedagogía del miedo» implacable.

Día y noche, las terminales mediáticas han instalado la narrativa de un país que “se cae a pedazos”, exacerbando la crónica roja para sembrar el pánico moral y pavimentar el retorno al orden autoritario. Ante la posibilidad real de un gobierno popular, el poder fáctico ha reactivado sin pudor el viejo resorte del anticomunismo visceral, caricaturizando nuestro programa como el preludio del caos, mientras blinda el extremismo de Kast bajo el eufemismo de la “moderación”.

Pese a este cerco, la partida no está cerrada. La historia de nuestro sector conoce de imposibles aparentes. Tal como en 1938, cuando el Frente Popular derrotó a la oligarquía financiera bajo la consigna material del “Pan, Techo y Abrigo”, hoy existe un ancho camino para la victoria si logramos contrastar la incertidumbre del experimento radical de Kast con las certezas concretas de nuestro programa.

El balotaje está abierto porque nuestras propuestas tocan la fibra real de las familias chilenas. En materia salarial, Jeannette Jara ha sido clara al comprometerse con el bolsillo de la clase trabajadora: “No hay libertad posible con sueldos de hambre. Vamos a consolidar la negociación ramal par una que la riqueza que generan las empresas llegue, por fin, a la mesa de quienes la producen”.

Asimismo, en seguridad, hemos abandonado los complejos para ofrecer una protección efectiva y clasista. Como señaló la candidata: “Nuestra mano no temblará para perseguir la ruta del dinero del narco, pero tampoco para recuperar la cancha. La seguridad es el derecho de los pobres a vivir en paz, y eso se garantiza con un Estado fuerte, no con armas libres en las calles”.

Lo que está en juego es la posibilidad misma de la convivencia democrática. Con un Congreso hostil y una derecha envalentonada, un gobierno de Kast no traería orden, sino la agudización del conflicto social. La tarea de Jeannette Jara, y de todos nosotros, es transformar este miedo latente en una épica de esperanza racional.

Diciembre no será el fin de la historia, pero definirá si el futuro se escribe con la tinta de la justicia social o con la sangre del retroceso autoritario. A trabajar: hoy nos jugamos la defensa de la civilización contra el avance de la barbarie.