Responsabilizarse del otro: El legado que los fundadores de Población La Victoria traspasan a las nuevas generaciones

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Es la nueva generación descendiente -algunos son bisnietos- de las 1.200 familias que llegaron en la madrugada del 30 de octubre de 1957 a la Chacra de la Feria, con la aspiración de ejercer su derecho a vivir con dignidad. Fue un sueño que se materializó en la primera toma de terreno organizada del continente, que dio origen a la Población La Victoria, en un sector sur de Santiago. Fue también el precursor de docenas de similares acciones reivindicativas de terreno que vendrían más adelante en los años ’60, impulsando la creación del Ministerio de Vivienda y Urbanismo.

Maxime Lowy. “Clarín”. Santiago. 14/11/2025. “¡Vamos a la Toma!” “¡Juventud y gloria, La Victoria!”, corean una veintena de niños y niñas junto a sus apoderados y educadores de párvulos mientras desfilan por las calles de su barrio, durante la mañana del pasado 30 de octubre.

Es la nueva generación descendiente -algunos son bisnietos- de las 1.200 familias que llegaron en la madrugada del 30 de octubre de 1957 a la Chacra de la Feria, con la aspiración de ejercer su derecho a vivir con dignidad. Fue un sueño que se materializó en la primera toma de terreno organizada del continente, que dio origen a la Población La Victoria, en un sector sur de Santiago. Fue también el precursor de docenas de similares acciones reivindicativas de terreno que vendrían más adelante en los años ’60, impulsando la creación del Ministerio de Vivienda y Urbanismo.

Los miles que esa noche formaban las columnas, con carretones arrastrados por caballos y bultos al hombro, vivían precariamente a lo largo del Zanjón del Agua, canal por donde navegaban los desechos industriales y humanos de Santiago. Habían llegado desde las provincias rurales en las migraciones masivas en la década del 1950 con la esperanza de mejores horizontes, pero encontraron una miseria más cruda que la del campo: entre roedores y sancudos, inundaciones e incendios.

La ocupación de los terrenos no fue improvisada. Tras una serie de incendios, los y las habitantes se reunieron para crear la Comisión Pro-Toma de Terrenos.  Las tierras que decidieron ocupar pertenecían al ente gubernamental CORVI (Corporación de Vivienda), durante el segundo mandato del presidente Carlos Ibáñez del Campo.

Entre quienes alzaron una bandera chilena arriba de cuatro palos para sujetar una carpa estaban los abuelos de Rossani Lagos, hoy integrante del equipo de dirección del Jardín Infantil de La Victoria y enlace comunitaria.  Su abuelo trabajaba en la fábrica textil Yarur, aledaña al Zanjón, pero el sueldo que ganaba no alcanzaba para más que una mediagua como hogar de sus ocho hijos. Esa noche del 30 de octubre un tío se sumó a la toma para asegurarles un lugar; la familia entera llegó al día siguiente. Sus futuros padres, adolescentes aún, se conocieron y se enamoraron en la toma. A Rossani, nacida dos años después de la toma, sus papás le contaron de las largas filas para recibir agua y como tuvieron que lavarse prácticamente a la intemperie. Durante esa temporada primaveral, las lluvias alternaban con un sol quemante que incubó enfermedades, resultando en las muertes de 12 bebés.

A Rossani le contaron también de los esfuerzos mancomunados que crearon las ollas comunes para sostener a los pobladores, el comité de salud preventiva y de un comité de auto-gobernanza.

La solidaridad vino no solo desde el interior de la toma sino también desde personas solidarias externas que se sumaron a apoyarla. Entre los voluntarios foráneos que llegaron a ser dos vecinos más estuvieron Alicia Cáceres, fundadora en 1970 del Jardín Infantil fallecida en 2017, y su marido Enrique Meneses, dueño de un vehículo con el que ayudó a llevar a las mujeres y niños a la toma. La primera casita del matrimonio fue de adobe, y desde su patio otras familias sacaron tierra para construir sus propias casas. Su hija Alicia Meneses Cáceres es hoy la directora del área inicial de la Fundación Nuestra Señora de la Victoria.

Alicia Cáceres, activa no solo en el jardín infantil sino también en la comunidad cristiana de base y otras organizaciones sociales, comentó una vez:

“Cuando llegué a la toma de terreno aprendí y descubrí tantas cosas. (…) Me siento viva conectándome con otros y luchando por una mejor calidad de vida en la salud y la educación (…) unido al otro, escuchando al otro y entregando mi aporte”.[i]

En eso Rossani Lagos coincide: “Lo más importante para nosotros como victorianos es sentirnos responsables por el vivir de todos. Cuando tú quieres algo, te responsabilizas y lo cuidas. Impartir ese valor comienza con el sentido de pertenencia del lugar donde uno se radica o le toca vivir.”

El sentirse responsable por el otro forma la base de la pedagogía y de la vida cotidiana entre todos asociados al Jardín. No se limita a la programación anual de teatro, música, murales y homenajes a los fundadores durante el mes de octubre. Tampoco se limita al mes de septiembre cuando se recuerda a André Jarlan, valiente sacerdote francés, asesinado en dictadura el 4 de septiembre del 1984, mientras leía los salmos en su habitación.  En este barrio icónico de la resistencia, otras 12 personas fueron víctimas de desaparición forzada o fueron ejecutadas extrajudicialmente. En el transcurso de cada año, se acuerda de ellos. La transmisión de los valores y la mística fundacionales es una tarea permanente y transversal durante todo el año escolar.

Aly Meneses recalca este punto: “Nuestro proyecto educativo tiene un sello comunitario. Entendiendo que estamos insertos en un contexto social con historia y memoria del cual tenemos que aprender y conocer, así se construyen aprendizajes significativos que harán que las niñeces reconozcan y valoren su entorno.  Tiene que ver con hacer junto al otro, porque los seres humanos necesitan sentirse en comunidad. Este es además un espacio de memoria constante, donde resaltar los derechos de los niños y de las niñas es fundamental para nosotros”.

Sembrar desde una edad temprana una cultura de justicia y respeto hacia el otro es una labor urgente que se contrapone al contexto del aumento de elementos delictivos en algunos sectores del territorio poblacional.

Impartir un sentido de pertenencia y de la historia del lugar se ha vuelto más importante en años recientes con la llegada de numerosos migrantes a vivir en Población La Victoria. Al igual que los primeros victorianos, son vulnerables a la explotación y la marginalización, y vienen buscando mejores horizontes. En la actualidad, de los 70 matriculados en este jardín infantil, sostenido por la Fundación Integra, un 10% proviene de familias migrantes del Perú, Haití, Venezuela, Colombia y otros países latinoamericanos.  Todos Iguales, Todos Diferentes, lema de la institución, refleja esta valorización de la diversidad.

Hoy en día, a pesar de políticas severas que sancionan la ocupación de terrenos, se estima que unas 113,887 familias (Catastro Nacional de Campamentos 2022-2023, Centro de Estudios TECHO Chile) viven en asentamientos precarios a lo largo y ancho de Chile. Aproximadamente el 35% de ellos son familias migrantes.

Ronald, quien llegó hace cinco años del Perú, es padre de una niñita de tres años, alumna del Jardín. En el Perú fue técnico de iluminación cinematográfica; en Chile vende cosas en la feria libre para mantener el hogar que comparten ocho familiares. Observa a los pequeños -bigotes pintados en sus rostros y vestidos a lo antiguo, empujando carretones diminutos fabricados por los respectivos padres y madres. Dice: “Vivir en este barrio es para mí una experiencia nueva y bonita.  Como tenemos una hijita chilena, nos sentimos parte de esa época también”.

[i] Citado en el libro Sembradoras de Fe y Esperanza: El legado de mujeres de comunidades cristianas populares (Santiago: Editorial Universidad Bolivariana, 2008), proyecto coordinado por Maxine Lowy. Alicia Cáceres falleció en enero del 2017; su marido Enrique Meneses falleció muchos años antes.