El bloqueo criminal contra Cuba y la sordera infame del imperio

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Chile, América Latina y el Sur Global tienen la responsabilidad de pasar de la denuncia a la acción concreta: cooperación directa con Cuba, boicot activo a las políticas de sanción, defensa del multilateralismo real y apoyo irrestricto a los pueblos que resisten al imperio. No se trata solo de solidaridad: se trata de coherencia histórica. Nuestros pueblos también fueron colonizados, bloqueados y bombardeados y los protagonistas de esos crímenes son los mismos de antes.

Daniel Jadue. Arquitecto, Sociólogo. Santiago. 30/10/2025. Hoy, una vez más, la Asamblea General de las Naciones Unidas votará casi por unanimidad contra el bloqueo criminal que Estados Unidos impone a Cuba desde hace más de seis décadas. Digo una vez más porque esta escena se repite cada año con idéntico resultado: más de 180 países exigen el fin de esa política inhumana, y solo dos, Estados Unidos e Israel, a veces acompañados de lacayos subalternos, mantienen su voto de castigo colectivo y uso del hambre como herramienta de una guerra no declarada. Dos gobiernos unidos por la impunidad y el desprecio a la autodeterminación de los pueblos.

No estamos hablando de una sanción económica cualquiera, sino de un acto de guerra prolongado. El bloqueo castiga a un pueblo entero. Le impide acceder a medicinas, alimentos, combustibles y financiamiento; le bloquea exportaciones, le congela remesas y lo persigue en cada banco del mundo. Es la forma moderna del asedio medieval: cercar hasta rendir por hambre.

Washington llama a eso “defensa de la democracia”. Pero la verdad es más simple y más brutal: es una política de venganza por haber osado construir un proyecto socialista a noventa millas de su costa. Y esa venganza se ha convertido en doctrina. A través del bloqueo, Estados Unidos busca disciplinar al continente entero, dejando claro que ningún país puede desafiar su hegemonía sin pagar un precio. La pregunta que nadie se hace ¿si el socialismo no funcionara, serían necesario tanto odio y tanto hostigamiento?, ¿No sería más fácil dejarlo solo y a su propia suerte? ¿o será que en definitiva el país más poderoso del mundo teme que un pequeño país, con un pueblo digno como ninguno, sea capaz de demostrar la bancarrota ideológica y política en que el imperio se encuentra y su caída, que solo es capaz de evitar por la fuerza?

Lo mismo ocurre con Palestina. El mismo gobierno que ahoga a Cuba con sanciones respalda con dinero, armas y veto diplomático el genocidio que Israel ejecuta en Gaza, mientras tiene que cerrar su propio gobierno porque el dinero no alcanza. Un Estado que viola todas las resoluciones de la ONU, bombardea hospitales, hambrea niños y destruye la infraestructura civil, cuenta con el financiamiento y la protección de u país en quiebra. Es la misma mano que impone sanciones a La Habana la que firma los cheques para los misiles que caen sobre Gaza.

Esa es la verdadera moral del imperio: el derecho internacional solo vale cuando sirve a sus intereses. Cuba y Palestina son dos caras de una misma política: castigar la dignidad y premiar la obediencia. Donde un pueblo decide ser libre, los Estados Unidos imponen castigo; donde un pueblo oprime a otro con armas occidentales, los Estados Unidos ofrecen aplauso y dinero.

Frente a eso, la votación de hoy es un acto de resistencia moral. Cada voto contra el bloqueo es una afirmación de humanidad, un recordatorio de que no todo está perdido en la conciencia del mundo. Pero mientras el imperio ignore esas mayorías y el Consejo de Seguridad siga secuestrado por el veto, la impunidad seguirá siendo la ley del más fuerte.

Chile, América Latina y el Sur Global tienen la responsabilidad de pasar de la denuncia a la acción concreta: cooperación directa con Cuba, boicot activo a las políticas de sanción, defensa del multilateralismo real y apoyo irrestricto a los pueblos que resisten al imperio. No se trata solo de solidaridad: se trata de coherencia histórica. Nuestros pueblos también fueron colonizados, bloqueados y bombardeados y los protagonistas de esos crímenes son los mismos de antes.

Cuba nos enseñó que la soberanía se defiende con dignidad, no con sumisión. Palestina nos recuerda que la dignidad, cuando se reprime demasiado, acaba levantándose. En ambos casos, la respuesta del imperio ha sido la misma: más castigo, más violencia, más cinismo.

Pero hay algo que Estados Unidos no ha logrado bloquear, ni en La Habana ni en Gaza. Ni en caracas: la esperanza organizada de los pueblos. Esa esperanza que, a pesar de todo, sigue votando cada año en la ONU, sigue marchando en las calles y sigue recordando al mundo que la historia no se detiene con sanciones ni con bombas.

Y aunque el imperio no escuche, nosotros seguiremos diciendo lo obvio: el bloqueo es un crimen, el silencio es complicidad y la dignidad no se rinde.