Recordemos que el objetivo central de esta variante de la guerra no convencional es atemorizar, desestabilizar y provocar el shock. En resumen, generar caos y abrir el camino, con un mínimo de pérdidas, a las fuerzas militares.
Raúl Antonio Capote. Periodista. “Granma”. La Habana. 7/2025. Hoy parecen lejanos aquellos años finales del siglo XX en los que Francis Fukuyama expuso su polémica tesis: la historia, entendida como lucha de ideologías, había terminado y, por tanto, el capitalismo representaba el último estadio de la evolución social.
Eran tiempos en los que Gene Sharp, fundador de la Institución Albert Einstein -dedicada a promover el estudio de la acción no violenta-, teorizaba sobre las Revoluciones de Colores. Mientras tanto, Open Society Foundations (OSF), antes Open Society Institute, una red de concesión de subvenciones fundada por el magnate George Soros, se fusionaba en 1991 con la Fondation pour une Entraide Intellectuelle Européenne, filial del Congreso por la Libertad Cultural, creada en 1966 para combatir al socialismo.
En 2004, Srda Popovic y Slobodan Dinovic, dos de los principales dirigentes de Otpor en Serbia, fundaron el Centro para la Acción y la Estrategia No Violenta Aplicada (Canvas). Ese mismo año, la CIA impulsó el proyecto Génesis para Cuba.
Sin embargo, el sueño de promover el caos, la ingobernabilidad y el desorden en Cuba, Venezuela y Nicaragua, con el objetivo de provocar un cambio de sistema político, no tuvo éxito, a pesar de la constante actualización de la estrategia imperialista.
Cambio de estrategia: las guerras multiformes
La naturaleza de la guerra ha cambiado radicalmente. Aunque pueda parecer una afirmación categórica, es una realidad definida por los conflictos actuales, marcados por el vertiginoso desarrollo de la revolución tecnológica.
Las guerras multiformes de carácter no convencional consisten en la planificación de acciones destinadas a generar condiciones de inestabilidad y caos en un país, para propiciar la caída de su gobierno. Estas acciones se concentran en dos grandes frentes: la economía y la psique individual y colectiva.
- Guerra económica: Busca llevar a las personas a un estado de desesperación tal que anule su capacidad de razonar con lucidez, mientras los promotores del asesinato de carácter actúan en las redes sociales.
- Ataques a la psique: Aprovechan los efectos de las agresiones económicas y el bombardeo comunicacional.
Un elemento clave son las Operaciones Militares de Apoyo a la Información (MISO), dirigidas a influir en las audiencias “enemigas”, sus emociones, conductas y motivaciones. Este término, definido por el Pentágono, sustituyó en 2010 al de Psyop, utilizado desde la Segunda Guerra Mundial.
Según la CIA, la naturaleza viral de internet tiene el potencial de afectar e incluso cambiar el carácter de una persona en cuestión de segundos, independientemente de su identidad o experiencia vital. Cada plataforma de redes sociales y cada Sitio Web están diseñados para ser adictivos y desencadenar estallidos emocionales.
Estas estrategias buscan:
- Convocar al odio y fabricar percepciones negativas.
- Actuar sobre debilidades, automatismos, miedos y estereotipos identificados.
Dominar los estereotipos para que el manipulador controle al auditorio a partir de resortes subjetivos.
Guerra cognitiva y nuevas variables
Otro elemento fundamental de la guerra multiforme es la Guerra Cognitiva, que abarca actividades destinadas a influir, modificar o controlar percepciones, emociones, actitudes, comportamientos y procesos de toma de decisiones de individuos o grupos, con el objetivo de alterar sus capacidades cognitivas. Se trata de una evolución de los conflictos contemporáneos, en la que las batallas ocurren no solo en los campos físicos o digitales, sino también en la mente humana.
Las operaciones se orientan a dos objetivos principales:
- Generar en las personas un estilo cognitivo resistente a cualquier argumento que contradiga sus propias percepciones y opiniones, llevándolas a desconocer el contexto y enfocarse solo en ciertos aspectos, y negar otros que resulten contradictorios.
- Otras variables en América Latina incluyen el uso del paramilitarismo, grupos criminales, narcotráfico, guerra judicial, neo-pentecostalismo radical y emigración inducida.
No obstante, los resultados de esta estrategia en el terreno no lograron sus objetivos; se imponía un cambio, y el maná dejó de fluir de las arcas del Tío Sam.
¿Cambio de política?
No nos engañemos: lo que presenciamos es un replanteamiento de la estrategia. Para ellos, resulta mucho más rentable y efectivo utilizar los grandes conglomerados mediático-tecnológicos.
- ¿Para qué gastar millones en organizaciones, instituciones y miles de ONG que no obtuvieron los resultados esperados? Ya no necesitan intermediarios; experiencia tienen de sobra. Durante años utilizaron con efectividad la gran industria del entretenimiento, incluido Hollywood, para la guerra cultural.
- Ahora operan directamente a través de las grandes plataformas tecnológicas. Activistas promotores de la “democracia” y otros, conscientes o no de lo que sucede, trabajan para Apple, Microsoft, Alphabet y Meta, en definitiva, para los intereses del poder estadounidense.
- Estos conglomerados favorecen a sus “escogidos” con visibilidad, les proporcionan suscriptores y granjas de bots, mientras manipulan convenientemente los algoritmos.
Se trata de un gran negocio en el que las empresas ganan dinero y los influencers monetizan contenidos preelaborados en los laboratorios de la subversión. El objetivo es maximizar el control del flujo de dinero dedicado a la guerra híbrida, mientras se aplica una presión económica y financiera sin precedentes contra los enemigos de Washington.
Al mismo tiempo, buscan cerrar las vías para la emigración legal e ilegal, y crean dentro de los países “enemigos” una “olla a presión” que provoque protestas masivas y la ingobernabilidad que justifique la “ayuda humanitaria”.
Recordemos que el objetivo central de esta variante de la guerra no convencional es atemorizar, desestabilizar y provocar el shock. En resumen, generar caos y abrir el camino, con un mínimo de pérdidas, a las fuerzas militares.
Foto: Ilustración de Michel Moro.