Del Sáhara a Palestina: dos ocupaciones, un mismo colonialismo

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La revelación de que soldados marroquíes murieron en un bombardeo iraní mientras operaban en una instalación israelí apunta a algo más que una alianza: una complicidad activa en el colonialismo armado.

Daniel Jadue. Arquitecto y Sociólogo. Santiago. 22/6/2025. La reciente filtración de un documento clasificado que confirma la presencia de soldados marroquíes en la base militar israelí de Merom, en territorio palestino ocupado, no solo expone la profundidad de la alianza entre el Majzén marroquí y el régimen sionista. Revela, además, algo más profundo y peligroso: la convergencia histórica, estructural y operativa entre dos formas de ocupación colonial que, aunque geográficamente distantes, comparten una raíz común en el desprecio por la autodeterminación de los pueblos y por los derechos humanos como valor universal.

La ocupación israelí de Palestina y la ocupación marroquí del Sáhara Occidental no son dos conflictos separados, sino manifestaciones paralelas del mismo proyecto colonial moderno: el despojo territorial, la negación identitaria y la violencia estructural como herramientas de dominación. Ambas se sostienen por el mismo andamiaje: la legitimación diplomática de las potencias occidentales, el silencio cómplice de los organismos internacionales y el uso sistemático de tecnologías de represión y control sobre poblaciones desposeídas como política de exterminio físico y político.

Desde la firma de los Acuerdos de Abraham en 2020, Marruecos no solo normalizó sus relaciones con Israel, sino que las institucionalizó a través de una cooperación militar profunda y peligrosa. Entrenamientos conjuntos, intercambios de Inteligencia, adquisición de software de vigilancia (como Pegasus) y ahora, incluso, la presencia de oficiales marroquíes en bases utilizadas para espiar y agredir a pueblos como el palestino, el libanés y el sirio. La revelación de que soldados marroquíes murieron en un bombardeo iraní mientras operaban en una instalación israelí apunta a algo más que una alianza: una complicidad activa en el colonialismo armado.

Pero lo más cínico es que el Majzén actúa en Palestina como Israel actúa en el Sáhara Occidental. Ambos regímenes recurren a estrategias calcadas: construcción de asentamientos ilegales, explotación de recursos naturales (fosfatos, pesca, gas), represión de la disidencia y propaganda sobre una supuesta “soberanía histórica” sobre los territorios ocupados. Marruecos niega la existencia del pueblo saharaui con el mismo descaro con que Israel niega al pueblo palestino.

En ambos casos, los pueblos ocupados -el saharaui y el palestino- han sido condenados al exilio, al encarcelamiento o a la resistencia armada como única alternativa al exterminio. Y también en ambos casos, los ocupantes buscan presentarse como aliados estratégicos de Occidente en la “guerra contra el terrorismo”, mientras desarrollan sistemas de apartheid y saqueo extractivista sobre cuerpos y territorios ajenos.

La complicidad marroquí con Israel no es solo una traición a Palestina, sino también a la causa saharaui y a todos los pueblos que luchan contra la dominación. ¿Cómo puede hablar de soberanía el que niega la del vecino? ¿Cómo puede reclamar reconocimiento internacional el que se subordina como fuerza auxiliar del sionismo? ¿Cómo puede Marruecos exigir silencio frente a su ocupación si se entrena en las técnicas del ocupante israelí?

Desde América Latina, donde también cargamos con las heridas del colonialismo y del imperialismo, vemos con claridad la necesidad de articular las resistencias. Palestina y el Sáhara Occidental no son causas ajenas, son parte del mismo frente global por la autodeterminación, la descolonización y la justicia social. La lucha contra la ocupación no tiene fronteras, como tampoco las tiene la solidaridad.

Hoy más que nunca, debemos decirlo con todas sus letras: el sionismo y el majzenismo son dos caras de una misma moneda colonial. Y los pueblos, tarde o temprano, sabrán cobrarlas.