¿Vamos a desaparecer? Declive demográfico e inmigración

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Estamos observando una baja sostenible de los nacimientos. No alcanzamos los mínimos para sostener la tasa de recambio poblacional, que está en 2,1, o sea, las mujeres no están teniendo el número mínimo de hijos para que una población se mantenga estable a largo plazo sin disminuir su tamaño. A esto se suma, el retraso en la edad en que las mujeres son madres, la cual se ubica entre los 30 y 34 años. ¿Cómo y por qué hemos llegado a esto?

 Raúl Zarzuri Cortés. Sociólogo. Universidad Academia Humanismo Cristiano. Santiago. 6/6/2025. Se han entregado hace algunos meses los resultados del Censo. La información no es para nada auspiciosa. Lo más llamativo de los datos, y es algo que no es novedoso, es que estamos frente a lo que se puede denominar un declive demográfico, o sea, estamos asistiendo lentamente a una disminución de la población en nuestro país.

Actualmente la tasa de fecundidad (número de nacimientos vivos por cada grupo de 1.000 mujeres entre las edades de 15 a 49 durante un año) es de 1,16 hijos promedio por mujer, lo cual nos pone a nivel mundial como una de las tasas más bajas de fecundidad. Por otro lado, la tasa de natalidad (número de nacimientos por cada 1.000 personas de la población total), para el año 2023 era de 8,7. En 2022 fue de 9,6.

¿Qué supone todo esto? Qué estamos observando una baja sostenible de los nacimientos. Esto implica, por ejemplo, que no alcanzamos los mínimos para sostener la tasa de recambio poblacional, que está en 2,1, o sea, las mujeres no están teniendo el número mínimo de hijos para que una población se mantenga estable a largo plazo sin disminuir su tamaño. A esto se suma, el retraso en la edad en que las mujeres son madres, la cual se ubica entre los 30 y 34 años.

¿Cómo hemos llegado a esto? Evidentemente que la respuesta no es sencilla. No hay una sola explicación, es multicausal.  Chile ha atravesado y está atravesando un cambio cultural de profundidad, a lo cual se suman factores económicos y sociales que han impactado para que la población más joven no quiera tener hijos/as.

Hoy en día hay mayores niveles de educación y mayores expectativas de tener una vida mejor. Sin embargo, esto se ve enfrentado a una dura realidad: i) precariedad laboral relacionado con bajos ingresos a pesar de los años de estudios; ii) elevado costo de la vida; iii) falta de apoyos para la crianza y, iv) falta de vida independiente para formar una familia ya que no existe capacidades para obtener una vivienda, entre otras cosas, que han contribuido a una baja deseabilidad con la tenencia de hijos/as. A esto se puede sumar una cuestión que podría ser central: los hombres no han avanzado lo suficiente para sacudirse del paradigma hegemónico masculino y de los imaginarios dominantes sobre las mujeres como simple objeto reproductor y al cuidado de la familia y de la casa. Las mujeres, por el contrario, han dado grandes pasos en una línea distinta y muchas veces sienten, que no hay hombres que las acompañen en la crianza. Frente a esto, mejor no tener hijos/as si no hay acompañamiento efectivo.

¿Qué se puede hacer? ¿Cómo enfrentamos el envejecimiento de nuestra población? Chile adolece de políticas que impulsen la natalidad. Los pocos intentos que se han realizado han quedado en letra muerta. El año 2013 el expresidente Piñera anunciaba un proyecto de Bono de Maternidad para parejas que tengan tres o más niños. Los montos establecidos alcanzaban a $100 mil al nacimiento del tercer hijo y se podía llegar a los $200 mil por el quinto hijo. Claro que esto era por una sola vez, lo cual es absolutamente insuficiente y ni siquiera se acerca a las prestaciones de algunos países europeos más avanzados. En esta línea, el actual candidato a la presidencia del partido republicano José Kast, presentó plan para combatir la baja natalidad, proponiendo un bono de $1 millón para la madre y otro de ahorro para el hijo, nuevamente por única vez. Está claro que en esta línea no hay posibilidades de incentivo que motive a tener hijos/as, ya que como se dice en nuestro país: “el kilo de guagua es caro”.

Otras iniciativas van por el lado de las llamadas políticas de conciliación laboral o familiar (fortalecer el post natal masculino, horarios flexibles entre otros) o por profundizar en los accesos a tratamientos de fertilidad

Ante esta situación, debemos mirar la inmigración con otros ojos en referencia a los aportes en el ámbito de la natalidad. Según el Instituto Nacional de Estadísticas (2022) se observa un aumento en los nacimientos de madres extranjeras, con un alza significativa de 18,9% para el año 2022 frente al 6,9% del año 2017. Las regiones con más nacimientos son Tarapacá y Antofagasta. De cada 100 nacimientos 48 y 41 nacimientos fueron de madres extranjeras, lo que ha permitido que estas regiones mantengan su población y no tengan un descenso brusco poblacional. Si esto se mantiene, puede ocurrir que en determinadas regiones haya más nacimientos de mujeres extranjeras que chilenas.

Queda claro hasta ahora, que el aporte de la población inmigrante a la fecundidad en nuestro país es necesario. Así, la solución más viable, ya que no contamos con los recursos económicos para sostener bonos de natalidad y tampoco de otras medidas en el ámbito de políticas de fertilidad, por ejemplo, y para no ir” desapareciendo”, es que se necesita reforzar las políticas que refuercen la inmigración, a pesar de la alocución del presidente Boric ante las Naciones Unidas, donde señaló que Chile no puede soportar más población inmigrante.