Los hechos del pasado jueves 10 de abril fueron la gota que rebasó el vaso y las autoridades deben tomar medidas urgentes y eficaces para enfrentar sucesos como los acaecidos en esta oportunidad con un menor y una joven víctimas fatales en las afueras del estadio Monumental de Colo-Colo. No faltan los que aseguran que el afán de lucro desatado en la actividad -sobre todo desde la implementación del sistema de Sociedades Anónimas Deportivas- para la propiedad de los clubes, abrió abierto las puertas a la corrupción y a prácticas delictivas en estas nuevas “empresas”.
José Luis Córdova. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 23/4/2025. Justo cuando se celebraba el centenario de la fundación de uno de los clubes de fútbol más popular de nuestro país, esta actividad -presuntamente deportiva- enfrenta una de las crisis más graves que atenta contra los aficionados de todo el país.
La violencia en los estadios es un fenómeno global que tiene profundas raíces sociológicas, antropológicas, sociales, económicas, culturales y políticas en Chile. Desde hace varias décadas dejó de ser un paseo familiar ir a los estadios y hoy en día se corre el riesgo de involucrarse involuntariamente en riñas, estampidas y acciones delictuales de supuestos hinchas de los diferentes clubes.
Los hechos del pasado jueves 10 de abril fueron la gota que rebasó el vaso y las autoridades deben tomar medidas urgentes y eficaces para enfrentar sucesos como los acaecidos en esta oportunidad con un menor y una joven víctimas fatales en las afueras del estadio Monumental de Colo-Colo.
Mientras la Fiscalía investigaba los detalles de esta desgracia, el Gobierno decidió terminar con el Plan Estadio Seguro que databa del año 2011 y no había resuelto ninguna de las causas que provocan la violencia en los estadios, nunca logró prevenirla, reducirla ni menos eliminarla.
No faltan los que aseguran que el afán de lucro desatado en la actividad -sobre todo desde la implementación del sistema de Sociedades Anónimas “Deportivas”- para la propiedad de los clubes, abrió abierto las puertas a la corrupción y a prácticas delictivas en estas nuevas “empresas”. Mientras la ley de 2011 instaba a administrar, transparentar y fomentar inversiones para una gestión más profesional, equilibrar las finanzas y modernizar la actividad, los resultados fueron precisamente lo contrario.
La televisión abierta insiste hace años en la necesidad de poder transmitir los partidos en forma regular y permanente, pero se encuentra ante el monopolio de canales por cable que apenas comercializan la emisión de pasajes o goles de cada encuentro con un manejo abusivo de la información respectiva.
La administración del fútbol “profesional” cayó en oscuras manos -donde hay casos que ni siquiera se conocen los verdaderos propietarios- (¿Sartor o Azul a Azul?), se tejió un manto de dudas en las gestiones internas de los clubes y no se mejoraron las finanzas hasta llegar a acumular pérdidas que hoy superan los 51 mil millones de pesos y varias entidades están a pasos de la quiebra por deudas de impuestos y a privados con dirigentes formalizados y también procesados por distintos delitos.
Los compromisos comerciales con agencias de publicidad, las cadenas de televisión para transmisiones deportivas y los negocios con representantes de jugadores muestran una maraña poco conocida y claramente antiética.
A ello hay que agregar el trato con las supuestas “barras”, organizaciones de presuntos fanáticos de cada club, que reciben entradas de favor, becas, bonos, financiamiento para bombos, vuvuzelas y otros artículos para animar los partidos, (incluidos fuegos artificiales y bengalas) expresamente prohibidos para ingresar a los estadios.
Se sabe que los representantes de jugadores, que lucran con jugosas comisiones en caso de venta, préstamo y hasta la revelación de jóvenes talentos es otra fuente de corrupción en medio del oscurantismo de sus actividades en el país y el extranjero. Con el nivel de penetración del crimen organizado y del narcotráfico en el país no cabe dudas que el lavado de dineros mal habidos también está incidiendo en la actividad futbolística.
La ley de violencia en los estadios y el Plan Estadio Seguro demostraron su incapacidad y la falta de herramientas y de objetivos claros que deberían impedir el avance de estas lacras, pero desde hace décadas no se muestran eficaces para garantizar el desarrollo creativo, autónomo y transparente del fútbol chileno.
El éxito de algunos jugadores estrella a nivel internacional y la obtención de copas a nivel continental no han hecho sino abrir el apetito comercial y lucrativo de ciertos dirigentes, representantes y otros actores para el mal uso de esta actividad.
La guinda de la torta fue el ingreso al mercado informal de las agencias de apuestas internacionales que financian clubes, publicitan a través de sus camisetas oficiales, publicidad en los estadios y mal utilizan a los jugadores más destacados -también a relatores y comentaristas deportivos- en campañas de marketing para una actividad ilegal que sin embargo financia transmisiones televisivas, torneos y premios.
Barrer bajo la alfombra no ha resultado una solución y se necesitan medidas estrictas, responsables y efectivas para superar esta situación y que los luctuosos y trágicos hechos como los recientes no vuelvan a repetirse dentro ni fuera de los estadios y que la televisión pueda transmitir los logros deportivos con objetividad y veracidad. Sólo entonces podremos hablar de estadios seguros.