Al tiempo de dejar a las claras la naturaleza de la sociedad neoliberal, el episodio de Milei deja al descubierto, su fragilidad y la vulnerabilidad a la que expone a todos y todas. La debilidad doctrinaria, técnica y política de su concepción del mundo y las bases de la dominación neoliberal.
Hernán González. Profesor. Valparaíso. 2/2025. El escándalo protagonizado por Javier Milei, a propósito de su respaldo a una shitcoin, ha dejado al descubierto el tipo de sociedad en la que el neoliberalismo ha transformado al mundo en los últimos treinta años. Un casino en el que los vivos se hacen el pino en pocas horas sin hacer mucho esfuerzo a vista y paciencia del resto de la sociedad que apenas sobrevive gracias a las tarjetas de crédito. En este caso, además, usando hasta las instituciones de Gobierno, para realizar -voluntaria o involuntariamente- una mega estafa que perjudicó a miles de pequeños ahorrantes.
La riqueza para la concepción dominante, en la actualidad, no es más que el resultado de la especulación, no del trabajo, y en el summum de su algarabía, ha hecho creer a hombres y mujeres de a pie que podrían ser millonarios sólo gracias a un golpe de suerte, con las consabidas consecuencias que hoy lo tienen en los titulares, no precisamente por ser un brillante economista, aspirante al Nobel, sino por su colosal chascarro. Su concepción del Estado y la economía, de hecho, podrían reducirse a semejante paparruchada.
La colusión entre las grandes fortunas; especuladores e intermediarios inescrupulosos; el poder político y los medios -en este caso, las redes sociales-, coincidieron en esta ocasión para sintetizar en pocas horas su verdadera cara. La inmundicia es tanta, que no tardan en salir a dar explicaciones cada cual más inverosímil que la anterior, sus seguidores -incluidos los republicanos chilenos- y sus aliados, cada vez menos en todo caso.
En este sentido, la inconsistencia del modelo neoliberal, junto al autoritarismo y el abuso de poder, no pueden subsistir y las explicaciones de Milei y su séquito, encontrar una audiencia que aun le cree, si no es sobre la base de su capacidad para haberse convertido en el sentido común. Para ello, por cierto, las redes sociales han sido fundamentales, así como en el siglo XX lo fueron la televisión y los medios escritos.
Entonces, al tiempo de dejar a las claras la naturaleza de la sociedad neoliberal, el episodio de Milei deja al descubierto, su fragilidad y la vulnerabilidad a la que expone a todos y todas. La debilidad doctrinaria, técnica y política de su concepción del mundo y las bases de la dominación neoliberal.
La derecha y el neofascismo son derrotables. Su inconsistencia y contradicciones han quedado al desnudo. Es la razón, probablemente, para que las candidaturas de la derecha tradicional no pasen de ser la eterna promesa, incapaz de proponer alternativas a su propio derrumbe, a la que sus propios vástagos neofascistas -la expresión más pura de este contubernio entre el poder, el dinero y las redes- pisan los talones aun cuando no sean más que su reiteración y por consiguiente, una versión remasterizada de la promesa de su fracaso.
Sin embargo, ello no va a ser el resultado espontáneo de dichas incoherencias. La capacidad de Milei y la derecha de oponer un discurso -absurdo, por cierto- que es tolerado por la sociedad y el que este episodio siga encapsulado en las esferas de una institucionalidad política cada vez más extraña a la sociedad real, son una demostración de esto. Sólo la más amplia movilización de la sociedad, las organizaciones sociales y sindicales, va a tener la capacidad, como lo fue durante la dictadura de Pinochet, de convertirlas en una autentica posibilidad de derrotar a la derecha y al fascismo hoy y junto con él al neoliberalismo.