La lucha ideológica está ligada a la posibilidad real de avances del proyecto transformador, está vinculada directamente a instalar la necesidad de una sociedad con equidad económica, justicia social, derechos consagrados y buen vivir de las mayorías.
“El Siglo”. El Editorial. Santiago. 1/2025. Hace unas semanas desde distintos ámbitos conservadores se comenzó a hablar de la batalla cultural, con todo su efecto en la ciudadanía, en los proyectos-país y en la instalación de debates, políticas públicas, tesis programáticas, relatos e inspiraciones.
Aquello tiene sus especificidades y está en la perspectiva de grupos de poder político y financiero, de quienes hegemonizan medios de comunicación e instancias académicas y de estudios, que aspiran a una sociedad caracterizada por tesis neoliberales, conservadoras, contra-transformadoras, individualista, mercantil, desigual, con derechos sociales acotados y que, en definitiva, aspira que permanezca lo esencial del sistema, graficado en las AFP, las Isapres, las privatizaciones, los poderes fácticos, el binominalismo político, el poder de los gremios patronales, el monopolio de los medios de comunicación, el desequilibrio en el sistema educacional, el cuidado de los poderes financieros y entidades del Estado al servicio del actual modelo político y económico.
En ello hay, por cierto, y como parte de la batalla cultural, la expansión de ciertos valores, una particular escala ética, una estética, caracterizaciones de ciudadanía, supuesta relevancia de la libertad, de la prevalencia de lo individual sobre lo colectivo, el negacionismo y el oscurantismo, la enajenación social, la defensa del patriarcado, entre otros elementos.
Todo eso habla, en una perspectiva progresista, humanista, solidaria, transformadora, social, de la vigencia de la necesidad de asumir con fuerza, creatividad, sin complejos y con recursos materiales e intelectuales, la batalla de las ideas, la lucha ideológica, desde el campo de las fuerzas políticas, sociales y culturales de la izquierda, el progresismo y demócratas.
No basta con alertar o denunciar la forma en que los sectores conservadores y hegemónicos libran su propia batalla ideológica (con sutilezas como descategorizar la ideología). Hace falta asumir con mayor convicción y compromiso la batalla de las ideas desde la izquierda, el progresismo, el humanismo y la mirada transformadora.
Ello requiere poner atención y dedicación a herramientas y espacios como las expresiones culturales, los medios de comunicación diversos, las labores en los territorios, la formación y la educación, la promoción de entidades académicas y de estudio, el manejo de los instrumentos digitales y, sin subestimar, el papel que cada ciudadana y ciudadano juegue en la promoción de ideas transformadoras, progresistas, solidarias, ilustradas, con una fuerte dosis de conocimientos e información.
Hay por cierto, un tema ético y estético. Un tema de asimilación de conocimientos, información, aprendizaje, como base del argumento e irradiación del proyecto de cambio.
La lucha ideológica está, por lo demás, ligada a la posibilidad real de avances del proyecto transformador, está vinculada directamente a instalar la necesidad de una sociedad con equidad económica, justicia social, derechos consagrados y buen vivir de las mayorías.
Cuesta entender la lucha social y política, la labor territorial y en la base social, la vinculación con el movimiento social, sin batalla de ideas. Ahí radica un factor determinante que, por cierto, la derecha, los fácticos, el empresariado, lo entienden.