Rector Peña, ese espejo de la elite chilena

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La trama textual/discursiva ya la conocemos, tanto los lectores del cuento como los lectores ocasionales de esta  columna de El Mercurio. Para saber qué piensa la elite del país sobre tal o cual tema de la coyuntura semanal, nos basta esta lectura dominical.

Walter Manuel Molina Chávez. Académico. Santiago. 14/8/2024. En el corto tránsito de una semana, el Rector Carlos Hernán Peña González (UDP) se encarga de establecer en su columna semanal del diario El Mercurio la vara de la decencia política y el buen criterio con que se juzgan las conductas en la esfera pública chilena. Acto seguido, los actores y tomadores de decisiones públicas, y en particular su elite, se precipitan sobre este producto (literario, intelectual, político), tal como si fuera un Espejo Mágico que refleja/interpreta fielmente la realidad social, política, cultural, económica o constitucional chilena.

Tal como en el cuento “Blancanieves” de los hermanos Grimm (1812) cuando uno de sus más arquetípico personaje interroga insistentemente al espejo: “Espejito, espejito, dime: ¿quién es el más guapo e inteligente del reino?”, este grupo se ve compelido hacia este sencillo dispositivo ideológico.

La trama textual/discursiva ya la conocemos, tanto los lectores del cuento como los lectores ocasionales de esta  columna de El Mercurio. Para saber qué piensa la elite del país sobre tal o cual tema de la coyuntura semanal, nos basta esta lectura dominical.

De este modo, y desde este particular púlpito mediático, el Rector Peña demarca semanalmente con precisión quirúrgica lo que está bien o mal en el espacio público-democrático de la sociedad chilena. Y, obvio, el tema de su última columna fue Venezuela. Y, obvio, uno de sus blancos, tópicos o temas preferidos, en lo que va del actual periodo presidencial fue: el Presidente Gabriel Boric Font, en segundo lugar el Partido Comunista y en tercer lugar Venezuela. En este orden de preferencias temáticas y argumentativas, no hay novedad alguna al respecto.

De nuestro presidente, y de sus declaraciones sobre Venezuela, dijo de todo, pero la síntesis para sus lectores es la siguiente: Boric no merece aplauso alguno puesto que solo ha dicho lo obvio y luego de decirlo se ha mantenido en la inacción. Y por supuesto, entregó como siempre su cápsula o píldora de sabiduría Ilustrada o enciclopédica, muy propia en estos tiempos de la Inteligencia Artificial (IA) y lo hizo con una consabida pregunta retórica acerca de las características de la vida democrática contemporánea. ¿Es que acaso para que un gobierno sea democrático, basta con que haya sido elegido? En su trivial respuesta enumera los rasgos más sobresalientes de una sociedad plenamente democrática: Respetar las libertades ciudadanas, la libertad de expresión, la competencia política, el debido proceso, la libertad de asociación entre ellas, en vez de hacer trampas, excluir a los contendientes, cooptar a los órganos de control y al sistema de justicia e insultar a los rivales o a quien se atreva siquiera a levantar la voz.

Si no supiéramos de antemano que la columna se refería a Venezuela, nosotros los lectores ocasionales e incautos, tenderíamos a pensar que los rasgos democráticos antes enumerados se invocaban para ser contrastados con la sociedad chilena actual y al singular tipo de democracia que hemos logrado construir, todos juntos (no solo la elite chilena), en el periodo post-dictadura. Así, los siguientes hechos políticos y noticiosos chilensis inducen a pensar en ello: Caso de Escuchas Telefónicas y tráfico de influencias en el Poder Judicial para nombrar democráticamente a los integrantes en uno de los tres poderes claves de un sistema democrático; las invitaciones públicas y desfachatadas entre Honorables  Senadores a votar en favor o en contra de uno u otro proyectos de Ley claves para el bienestar del pueblo de Chile (Reforma Previsional instaurado a sangre y fuego en plena dictadura de Pinochet). En fin, podríamos seguir nombrando casos arquetípicos, como le gusta decir al columnista precitado, de casos chilenos de cooptación de órganos de control, ejecución y de la administración estatal de la más variada naturaleza (Universidades, Municipios, instituciones de educación escolar, etc.). En este cuadro general, a quien Peña describe como el “inactivo” Presidente Boric, quien se encuentra ya en el tramo final de su periodo de Gobierno, tal vez sea aún la única esperanza democrática para veinte millones de chilenos y chilenos (sobre todo en materia de Pensiones dignas y justas para miles de mujeres y hombres ya en edad de jubilar).

Y en relación a la sociedad venezolana, como siempre, el columnista no dijo nada del tema central que nos preocupa a todos los latinoamericanos: Venezuela, los venezolanos, sus riquezas naturales y sobre todo nada de las infinitas posibilidades de desarrollo de su capital humano y del bienestar para su pueblo.

En relación al Partido Comunista de Chile, nada nuevo bajo el sol. Estos tres temas completan de manera simplificada el núcleo argumentativo del rector, para reiterar una de las convicciones intelectuales más arraigadas en la elite política chilena: Su falta de apego al valor intrínseco de la democracia, afirmación que, como ha demostrado la historia, tuvo dramáticas consecuencias para nuestro país.

Pero nada de eso se publica ni se analiza por nuestro columnista, pues, la empresa periodística El Mercurio y sus otros medios de comunicación regionales distribuidos estratégicamente a lo largo del país, no se pronunciaron respecto de nuestro país frente a la pérdida de la democracia, la falta de libertad de prensa, las violaciones a los DDHH. En fin, espejito, espejito…