El caso del empresario Eduardo Macaya es un pequeño botón de muestra de una tragedia que cruza a la infancia y adolescencia en Chile. Las cifras son terribles. Aumenta el drama la constatación de defensa que hacen familiares o funcionarios públicos de los abusadores. Mientras persisten número rojos en cuanto a abuso a través de Internet, menores de edad víctimas de explotación sexual y maltrato físico y psicológico.
Hugo Guzmán. Periodista. 2/8/2024. 1.-Por desgracia, el caso del empresario Eduardo Macaya, procesado y condenado por abuso sexual infantil contra dos menores, es un pequeño botón de muestra de una tragedia que cruza a la infancia y adolescencia en Chile. Datos oficiales y de fundaciones, apuntan a que en 2023 hubo 40 mil 300 denuncias de abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes en el país. Más de tres mil casos de agresiones sexuales a menores de edad al mes, en todo el territorio nacional. Pese a algunos puntos de baja en las estadísticas, esa cifra tendió a mantenerse en los últimos años y podría fijarse este 2024. Es una cifra no muy conocida por la gente. Pero que cala en organismos y ciudadanas/ciudadanos que están atentos a este asunto y altamente sensibilizados. Según la Subsecretaría de la Niñez, a nivel nacional los casos de abuso sexual reportados aumentaron un 45,7% entre 2019 y 2023. El Instituto Nacional de la Juventud (INJUV), en el 2022, indicó que la cifra mayor de casos de abuso sexual corresponde al tramo de las menores de 14 años, siendo un 31% del total de los casos denunciados a esa fecha. Miles de niñas y niños desprotegidos y abusados.
2.-Hay otros datos terribles. La Fundación No Más Abuso Sexual Infantil confirma que el 85% de los agresores sexuales de menores son intrafamiliares. Informes de la PDI (Policía de Investigaciones) indican que el 50% de los abusos sexuales contra niñas, niños y adolescentes, se producen dentro de un contexto familiar. En una entrevista en Radio Universidad de Chile, Priscila González, de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, dijo que “ocho de cada diez abusos sexuales se producen en el entorno familiar”. Y apuntando al caso de Eduardo Macaya, recordó que éste “cuestionó a las víctimas”, “puso en tela de juicio la veracidad de las pruebas”, queriendo descalificar a las víctimas, algo en lo que fue secundado por su hijo, el expresidente de la UDI (Unión Demócrata Indepediente). Esa es una práctica conocida de parte de abusadores. Está comprobado estadísticamente y en procesos judiciales e investigaciones, que son familiares o cercanos los principales abusadores de menores de edad, lo que muchas veces impide la denuncia (protegidos los abusadores por familiares) o deriva en cuestionamientos y descalificación de las víctimas. Es así que la opinión pública puede enterarse de situaciones como las de Macaya, en que hay señales evidentes de que se tejieron redes de ayuda y beneficios hacia él, entre abogados, funcionarios públicos, gendarmes, familiares, políticos y quién sabe qué otros personajes.
3.-Otros antecedentes hablan de otras situaciones dramáticas. Un informe global del Instituto Childlight de la Universidad de Edimburgo, expuso que en Chile hubo, el año pasado, 64 mil 495 casos de niñas y niños víctimas de explotación y abuso sexual en Internet. Se conoce que más del 70% de niñas y niños sufre violencia física o psicológica de parte de madres, padres o parientes. Una nota técnica de la Defensoría de la Niñez indicó que entre 2022 y 2023 un total de 2.184 niñas, niños y adolescentes fueron identificadas como víctimas de explotación sexual por el Ministerio Público y que, entre los dos años, la tasa aumentó un 29%. Según la Subsecretaría de la Niñez, en 2023 el 86% de las víctimas de explotación sexual de menores d edad fueron mujeres, y el 64% tenía entre 14 y 17 años.
4.-Otras razones más para insistir en la necesidad de adoptar en diversos ámbitos públicos y privados, sociales, territoriales, educativos, comunicacionales, culturales, medidas de educación, prevención y protección de niñas, niños y adolescentes en Chile. Los números son malos. Como la estadística de femicidios. Son peores en sectores pobres y en regiones. Hace falta una información más a la mano para la ciudadanía y la preocupación de atender y atacar esa extendida situación en todas las áreas que sea necesario. Y aumentar la rigurosidad en los procesamientos y cumplimiento de condenas de los abusadores.