Ganar una votación no es la única posibilidad de avanzar en política. En este tipo de circunstancias se puede explorar la idea de “perder-ganando” en materia de estrategia parlamentaria. Esta noción se refiere a una situación en la que un partido o coalición parlamentaria puede perder una votación específica o una batalla legislativa, pero logra obtener beneficios estratégicos a largo plazo, que superan la derrota inmediata. Esta táctica puede ser utilizada para fortalecer su posición futura, ganar apoyo popular o debilitar a sus oponentes.
Álvaro Ramis(*). Santiago. 7/6/2024. Luego de la Cuenta Pública del 1 de junio ha quedado claro que el Gobierno ha rediseñado su estrategia, de cara al segundo tiempo de su mandato. Exploradas hasta el límite todas las posibilidades de destrabar el bloqueo opositor, los anuncios presidenciales parecen encaminados a un solo escenario: la improbable aprobación de sus principales reformas.
Si las propuestas previsionales y tributarias, de aparente mayor transversalidad, no han logrado avances significativos, menos posibilidades tienen la legislación del aborto y la eutanasia, la condonación del CAE o la negociación sindical por rama de actividad. Se trata de una agenda que desata las más duras reacciones de la derecha y, dada la actual correlación de fuerzas, se avizoran muy escasas sus probabilidades de éxito.
Sin embargo, ganar una votación no es la única posibilidad de avanzar en política. En este tipo de circunstancias se puede explorar la idea de “perder-ganando” en materia de estrategia parlamentaria. Esta noción se refiere a una situación en la que un partido o coalición parlamentaria puede perder una votación específica o una batalla legislativa, pero logra obtener beneficios estratégicos a largo plazo, que superan la derrota inmediata. Esta táctica puede ser utilizada para fortalecer su posición futura, ganar apoyo popular o debilitar a sus oponentes. Algunas formas en que ello puede ocurrir son las siguientes:
Posicionamiento público: Aunque un partido pierda una votación, puede utilizar esa derrota para destacar su postura y ganar apoyo público. Al presentar una propuesta popular que es rechazada, una bancada puede presentarse como defensora de los intereses socialmente mayoritarios, lo que puede traducirse en un aumento de apoyo electoral en el futuro.
Exposición de la oposición: Al llevar a cabo votaciones en temas polémicos, un partido o bancada puede obligar a sus oponentes a tomar posiciones impopulares. Esto puede debilitar a sus oponentes al exponer sus argumentos más impopulares, sus vulnerabilidades y desacuerdos internos.
Construcción o consolidación de coaliciones: Perder una votación puede servir como un ejercicio para construir alianzas y coaliciones estratégicas a largo plazo. A través del proceso de negociación y cooperación, una bancada puede fortalecer sus relaciones con otros grupos parlamentarios o actores políticos con los cuales puede tejer relaciones programáticas puntuales.
Agenda setting: Aunque una propuesta no sea aprobada, el simple hecho de presentarla puede poner el tema en la agenda pública y parlamentaria. Esto puede iniciar un debate importante y preparar el terreno para futuros esfuerzos legislativos.
Pruebas de apoyo interno: A veces, un partido o bancada puede utilizar una votación para evaluar el nivel de apoyo interno y cohesión entre sus miembros. Esto puede ser útil para identificar lealtades de sus parlamentarios, identificar áreas de descontento o disonancia y generar criterios de evaluación de cara a la reelección de sus parlamentarios más díscolos.
Concesiones y compromisos: Perder una votación puede ser parte de una estrategia más amplia para obtener concesiones de los oponentes en otros temas importantes. Al ceder en un área, un partido puede ganar terreno en otra área que considere más crucial.
Desgaste del adversario: Forzar a los opositores a luchar repetidamente por temas difíciles puede desgastarlos y desviar sus recursos y atención de otros objetivos estratégicos.
En resumen, la estrategia de “perder-ganando” implica aceptar una derrota táctica, o una serie de ellas, para lograr una ventaja estratégica más significativa a largo plazo. Esta táctica requiere una clara visión estratégica y una comprensión profunda del panorama político, así como la capacidad de comunicar eficazmente los beneficios a largo plazo a sus militantes, electores y al público en general.
Por otra parte, los riesgos de este método son altos: eleva la dificultad para conseguir aprobar leyes en ámbitos de menor conflictividad y existe la posibilidad de que el intento de perder-ganando se quede simplemente en un perder-perder, si no se desarrolla un liderazgo colectivo que permita invitar a la ciudadanía a superar estas derrotas por medio de una nueva ola de movilización electoral.
Para perder-ganando es necesario convocar al país a un nuevo momento de movilización activa, donde se pueda conseguir un Congreso para los cambios, y que ese objetivo se superponga a los intereses particulares de parlamentarios en ejercicio y de sus partidos. Sin esa amplia perspectiva, sin ese sentido-país, es inútil este ejercicio. Pero si se aprovechan estas derrotas tácticas, la confrontación con la oposición puede servir a la coalición de gobierno para movilizar a sus votantes de cara a las próximas citas electorales.
(*)Álvaro Ramis es teólogo y Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.