Estoy seguro de que sus captores y torturadores jamás imaginaron que ese joven dirigente detenido, ese militante que no ostentaba cargos de relevancia nacional, en unos pocos años más se convertiría en uno de los protagonistas de las batallas más heroicas en la lucha contra la dictadura, en la peor pesadilla del tirano. Y menos aún supondrían que décadas después y bajo su conducción, el mismo Partido Comunista que intentaron borrar de la faz de la Tierra volvería en gloria y majestad al Parlamento -incluso al Senado- y a gobernar nuevamente desde La Moneda con ministras y ministros de primera línea.
Daniel Núñez. Senador. 29/8/2023. Al compañero Guillermo Teillier lo conocí a fines del año 1989, cuando encabezó la delegación del Partido que asistió a un traumático Pleno del Comité Central de las Juventudes Comunistas.
En esa época la Jota experimentaba una grave crisis, derivada tanto de situaciones nacionales como internacionales. A la frustración que generaba entre la militancia la transición pactada a la democracia, se sumó un hecho de proporciones telúricas que sucedía a miles de kilómetros de distancia y que tendría enorme repercusión en los comunistas chilenos: La caída del Muro de Berlín y la consiguiente agonía del llamado Campo Socialista.
La crisis del socialismo en Europa del Este fue un golpe muy duro para la dirección de la Jota. Se esfumaba el modelo de sociedad alternativo al capitalismo que conocimos y por el cual luchábamos. Y muchos de los militantes y dirigentes de la juventud no sólo cuestionaron esta experiencia fallida de construcción del socialismo, sino que fueron mucho más allá y pusieron en duda los principios revolucionarios y marxistas que nos guiaban.
Quienes mantuvimos intactas nuestras convicciones, experimentamos una gran expectativa por saber quiénes integrarían la delegación del Partido, pues suponíamos que sería liderada por dirigentes de aceradas certezas y probado prestigio combativo. Y así fue. La representación fue encabezada por un compañero llamado en ese entonces “Sebastián”.
“Sebastián” era un cuadro interno de la dirección que no tenía el renombre de los líderes del partido durante la Unidad Popular como Volodia, Luis Corvalán o Mireya Baltra, ni tampoco era conocido públicamente como sí sucedía con los voceros del Partido o los dirigentes del Movimiento Democrático Popular (MDP).
“Sebastián” era un cuadro dirigente que había fraguado su ascendiente sobre el Partido y la Jota en la lucha clandestina contra la dictadura, nada menos que como número uno de la Comisión Militar del Comité Central. Firme impulsor de nuestra política de Rebelión Popular, dirigió tareas muy exigentes como la creación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y la internación de armas de Carrizal Bajo. Algunos hablaban de él con admiración y decían que era el “jefe de jefes” del trabajo militar, mientras otros polemizaban por sus palabras firmes y decididas en el debate del Pleno. Sin embargo, todos y todas le tenían un enorme respeto.
Desde ese momento, para los dirigentes más jóvenes de la Jota, “Sebastián” se transformó en una figura mítica. Era una suerte de leyenda viviente, que representaba todo el sacrificio, heroísmo y audacia de aquellos comunistas que crearon el Frente Patriótico Manuel Rodríguez para empuñar las armas en el combate frontal contra la tiranía.
Años después, el compañero “Sebastián” abandonó su nombre de clandestinidad y en los pasillos del Comité Central de San Pablo lo conocimos en la cotidianidad de su labor de dirigente por su verdadera identidad: Guillermo Teillier.
A principios de los noventa fue Encargado de Finanzas del Partido, una tarea que parecía una misión imposible. Ya no contábamos con el apoyo de la URSS, ni de otros países socialistas. Tampoco nos habían restituido los bienes arrebatados por la dictadura. Por tanto, conseguir los dineros necesarios para poner en movimiento al Partido era una labor titánica.
Como responsable de las finanzas partidarias, Teillier hizo innumerables malabares para conseguir dinero que nos permitiera funcionar. Administró pobreza para pagar los estipendios de los funcionarios de la Jota y del Partido. En varias ocasiones, agotados todos los esfuerzos y personas a los cuales recurrir, el compañero Guillermo echó mano a unas botellas de ron cubano que habían quedado rezagadas de un emprendimiento partidario. Y aunque no era lo ideal, siempre fue bienvenido que nos pagaran con destilado de caña.
En esos difíciles años de escasez económica y merma de militantes, donde muchos apostaban por la desaparición del Partido Comunista, igual nos sobraban las convicciones y la confianza en que la lucha del pueblo nos permitiría superar ese complejo panorama.
A fines de los noventa y principios del nuevo siglo, emergió otra faceta que no conocíamos del compañero Guillermo: Sus dotes de escritor con su libro autobiográfico “De Academias y Subterráneos”.
Según recordó, el mundo de las letras lo sedujo a temprana edad. En su adolescencia aprendió de las atrocidades del fascismo durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil española memorizando los poemas de Pablo Neruda. La poesía nerudiana sería su fiel compañera al ingresar en las filas de la Juventud Comunista.
Y la escritura fue su herramienta para denunciar las atrocidades que cometió la dictadura pinochetista en su enfermizo afán de exterminar a las organizaciones políticas de izquierda que resistían. En su libro narró las torturas y vejámenes a las que fue sometido durante su paso por la Academia de Guerra de la FACh, tras ser detenido por los agentes del Comando Conjunto en el año 1974.
Su paso por los subterráneos de exterminio es un testimonio insustituible, un ejercicio de la memoria que debemos rescatar, especialmente ahora que se conmemoran los 50 años del golpe de Estado y, sobre todo, cuando la derecha miserable lleva adelante una feroz campaña de negacionismo histórico. Pretenden decirnos, compañero Guillermo, que todas las atrocidades que viviste en carne propia y las que te obligaron a presenciar, nunca ocurrieron, nunca pasaron. Son unos canallas que niegan los crímenes, porque están dispuestos a cometerlos de nuevo.
El compañero Guillermo también pasó por los centros de detención de Tres Álamos, Ritoque y Puchuncaví, para luego ser puesto en libertad dos años después, en 1976. En ese momento, se convirtió en uno de los pocos comunistas que salió vivo de los subterráneos del terror de la Academia de Guerra.
Estoy seguro de que sus captores y torturadores jamás imaginaron que ese joven dirigente detenido, ese militante que no ostentaba cargos de relevancia nacional, en unos pocos años más se convertiría en uno de los protagonistas de las batallas más heroicas en la lucha contra la dictadura, en la peor pesadilla del tirano. Y menos aún supondrían que décadas después y bajo su conducción, el mismo Partido Comunista que intentaron borrar de la faz de la Tierra volvería en gloria y majestad al Parlamento -incluso al Senado- y a gobernar nuevamente desde La Moneda con ministras y ministros de primera línea.
Pero esa intuición respecto a sus cualidades de dirigente y revolucionario, sí la tuvieron en cuenta los compañeros y compañeras a cargo de reorganizar la Dirección Interior del Partido, quienes lo contactaron tras salir de prisión para mantener viva la estructura partidaria. La misión recayó en anónimos dirigentes de Comités Regionales y en un contexto altamente peligroso. Entre 1976 y 1977 fueron detenidas y desparecidas la totalidad de dos direcciones que funcionaban al interior de Chile.
Pese a los riesgos, Guillermo Teillier decidió quedarse en el país y aceptó el desafío de sumarse a la dirección de emergencia que se constituía. En 1977 este equipo realizó un notable trabajo de reconstrucción partidaria que enfatizó en la necesidad de mejorar las normas de seguridad para evitar nuevas detenciones y caídas de estructuras sensibles de la organización.
Levantar nuevamente al Partido se hizo a través de una potente labor en derechos humanos, en el área sindical, estudiantil, en el trabajo orgánico, de masas y de comunicaciones. Este equipo creó las condiciones para que Gladys Marín y otros miembros de la Comisión Política ingresaran clandestinamente al país para recomponer una dirección interior en mayo de 1978. Formó parte de esa dirección y en 1985 fue integrado oficialmente al Comité Central del PC durante una conferencia organizada secretamente dentro y fuera del país. Durante el XV Congreso realizado a mediados de 1989 fue integrado a la Comisión Política.
Sus capacidades y compromiso lo llevaron a ser nominado como Secretario General del Partido en el XXII Congreso, misma cita que definió que la compañera Gladys Marín debía asumir como máxima autoridad, siendo elegida Presidenta del Partido.
En marzo del 2005 falleció la querida compañera Gladys y le correspondió asumir como Presidente interino, siendo ratificado en dicho alto cargo en el XXIII Congreso. Esta nueva etapa en la política del partido estuvo marcada por el sorprendente y multitudinario funeral de Gladys, donde fue homenajeada por miles de trabajadores, hombres y mujeres de la más diversas condiciones.
El reconocimiento popular a Gladys reinstaló el papel de los comunistas en la sociedad chilena y puso en el centro de la actividad partidaria la necesidad imperante de romper los candados de la institucionalidad pinochetista y terminar de una vez por todas con la odiosa exclusión de los comunistas en el Congreso.
Con una flexibilidad táctica admirable, el compañero Guillermo navegó por aguas tempestuosas, conversó con todos, incluso, con conspicuos representantes de la oligarquía -como el expresidente de Renovación Nacional, Carlos Larraín- y con talento y sabiduría condujo al Partido para que él, junto a Lautaro Carmona y Hugo Gutiérrez, fueran electos como diputados el año 2009.
De esta forma y pese a que la derecha ganó las elecciones con Sebastián Piñera, se abrió una nueva etapa en la vida del Partido Comunista con la movilización popular que comenzaba a levantarse como un nuevo amanecer.
El año 2011 estallaron múltiples protestas populares en diversos puntos del país, -precedidas de las grandes luchas obreras del 2007-, y prontamente emergieron las protestas estudiantiles que movilizaron a millones para poniendo en jaque al Chile neoliberal.
Bajo este escenario de efervescencia social, el compañero Guillermo debió enfrentarse a una etapa distinta a la lucha contra la dictadura o a la tarea de sobrevivencia ideológica de los noventa. Fue un momento nuevo, más exigente en el plano de creación política e intelectual, donde destacó su capacidad para dirigir un colectivo y sacar máximo provecho a las capacidades del Partido y la Jota.
Sin duda, su experiencia en las luchas durante el período de la Unidad Popular constituyó un acervo histórico que le permitió proyectar con mirada estratégica la política que los comunistas debíamos impulsar para superar el neoliberalismo y abrir las grandes alamedas de la democracia.
Hasta sus últimos días mantuvo la lucidez y, especialmente, su preocupación frente a la arremetida de la ultra derecha. Siempre nos remarcó que el antídoto para enfrentarla es construir la unidad más amplia de fuerzas políticas y sociales que defienda las conquistas del pueblo y profundicen la democracia.
Como uno de los dirigentes históricos, allendista de corazón, jugado antifascista, demócrata profundo, su legado y visión de futuro trascenderá a nuestro Partido y contribuirán a seguir construyendo una sociedad más justa.
Guillermo Teillier, junto a las y los dirigentes que ya no nos acompañan físicamente, siempre serán faros para avanzar hacia la plena liberación humana. Su ejemplo de coherencia y consecuencia vivirá por siempre en nuestros corazones y en las luchas del pueblo.
¡Honor y gloria para Guillermo Teillier!