El capital viene respondiendo desde tiempo atrás al empuje y las respuestas obreras a partir de intensos procesos de descentralización y reorganización productiva con el fin de debilitar la unidad sindical y la cohesión social. La adopción masiva de modelos híbridos y a distancia a trabajar de forma asíncrona en que los trabajadores pueden completar las tareas en ráfagas flexibles y concentradas repartidas a lo largo del día.
Juan López Páez. “Mundo Obrero”. Madrid. 15/5/2023. ¿Flexibilidad, la palabra de moda en las ofertas de empleo? Los cambios en la estructura de los medios de producción a raíz de la pandemia con el confinamiento han provocado el debate sobre la flexibilidad y nuevas formas de entender el trabajo, en cuando a su ubicación, disponibilidad, horario y costes laborales.
Las empresas han experimentado fórmulas híbridas de las horas de trabajo cuya finalidad última es incrementar la productividad, factor determinante a la hora de extraer mayor cuota de plusvalía al trabajador dentro del sistema de producción capitalista.
En las diversas variables que entran en el proceso de trabajo no intervienen todos por igual en la formación del valor del producto (mercancía) independiente del carácter técnico del trabajo que sea (tangible o intangible), el trabajador seguirá añadiendo valor del producto sea cual sea su jornada de trabajo o su lugar de trabajo. Además del capital constante que emplea la empresa para dar un valor de una mercancía (en la cadena de circulación, distribución y consumo), interviene la parte variable del capital, la invertida en fuerza de trabajo, socialmente determinada por el salario.
Los factores que intervienen en el traslado de la fábrica u oficina al domicilio particular como ubicación del puesto de trabajo han sido vistos como una vía para muchas empresas para ahorrarse costes, como el plus de transporte integrado en la nómina, sus alquileres de locales y gastos de oficina, (éstos son traspasados al obrero: luz, calefacción, coste de conexiones, comedores sociales, seguro de accidentes domésticos, etc…) a fin de cuentas disponer del entorno familiar de cada trabajador como un medio de producción integrado a la cadena de valor.
Partamos que el norte de las empresas en la rotación del capital son los niveles de rentabilidad y no una medida filantrópica de las condiciones labores que generosamente ofrece al trabajador gracias a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs).
(No olvidemos el circuito integrador del)
Circuito del capital:
a)Hay un capital “constante”: suma del coste del insumo y la inversión en medios de producción fijos (maquinaria, locales) para transformar los insumos en un producto final: “mercancía” que tiene un valor global mayor al previo.
- b) Un valor adicional agregado e incorporado a la masa de mercancías producidas -que se descompone en capital “variable” (valor de reproducción de la fuerza de trabajo retribuida luego por el capitalista) y “plusvalor” (valor generado por la fuerza de trabajo que excede el de su reproducción y que la empresa se apropia).
- c) La masa final de mercancías es luego intercambiada en el mercado por la venta por un equivalente dinerario completándose así el circuito del capital.
El concepto de teletrabajo surge en 1973, de la mano de Jack Nilles, físico estadounidense. El origen se dio ante la búsqueda de un modo de inserción laboral en el contexto de otra crisis del capitalismo, la crisis del petróleo. En las décadas siguientes, la gran baja de los costos informáticos, la velocidad de las redes de comunicación y el uso masivo de Internet pusieron a disposición de millones de personas los recursos necesarios para el teletrabajo. Luego, miles y miles de trabajadores comenzaron a laborar desde sus hogares con un doble propósito: reducir costos empresariales y disciplinar al trabajador.
Una trampa saducea del Capital
Nos referimos al sistema capitalista que impera mediante la globalización de la economía con nuevos mecanismos de acumulación de capital aprovechando la pandemia tal y como desarrolla el “Great Reset” definido en la reunión anual del WEF (Foro Económico Mundial) en Davos (Suiza) en 2020, en palabras del fundador, Klaus Schwab: “La pandemia representa una rara pero estrecha ventana de oportunidad para reflexionar, reimaginar y reiniciar nuestro mundo”, las élites económicas lo tienen claro para seguir manteniendo la explotación, un insostenible agotamiento del modelo de desarrollo neoliberal, artificialmente soportado en un creciente endeudamiento y en la sobreexplotación de mano de obra barata.
El capital viene respondiendo desde tiempo atrás al empuje y las respuestas obreras a partir de intensos procesos de descentralización y reorganización productiva con el fin de debilitar la unidad sindical y la cohesión social. La adopción masiva de modelos híbridos y a distancia a trabajar de forma asíncrona en que los trabajadores pueden completar las tareas en ráfagas flexibles y concentradas repartidas a lo largo del día.
El teletrabajo (e-work, working-house informático)está recogido en España por el Estatuto de los Trabajadores. Allí, se señala que “tendrá la consideración de trabajo a distancia aquel en que la prestación de la actividad laboral se realice de manera preponderante en el domicilio del trabajador o en el lugar libremente elegido por éste, de modo alternativo a su desarrollo presencial en el centro de trabajo de la empresa”.
Por su parte, la Asociación Española de Teletrabajo lo conceptualiza como “el modo de realizar la actividad laboral utilizando las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC’s)”, sería “aquella actividad realizada fuera del espacio físico de la empresa que realiza un trabajo, ejerciendo sus conocimientos al servicio de la misma en régimen de contrato de plantilla, autónomo, o free lance, arrendamiento de servicios, etc.”. Por lo tanto, se trataría de todas aquellas actividades profesionales desarrolladas a través de equipos informáticos que hacen uso del teletratamiento y la telecomunicación para enviar información en tiempo real al centro de trabajo, producción o servicios con el fin de generar un valor añadido.
Ya a partir de los años 80 se adoptaron nuevas formas de organización de la producción que venían a desmontar los procesos de integración vertical del conjunto de las fuerzas laborales de la cadena productiva en favor del uso extensivo de cada vez más fases subcontratadas, lo que conocemos como externalización. Un proceso extendido tanto a nivel espacial como sectorial que buscaba dar respuesta tanto a las diferentes muestras de conflictividad laboral como a la lógica de competitividad impuesta por el propio mercado.
En su concepción simple atañe a la actividad profesional desarrollada por teletrabajadores, que no están presentes físicamente en la empresa para la que trabajan, pero sí virtualmente a través del uso de tecnologías de información que se requieran para esto. Con los procesos de tercerización y, específicamente de deslocalización, el trabajo a distancia, en términos amplios, ha cobrado mayor sentido y significación en el mercado laboral ofrecido donde las empresas ven el trabajo como un factor maleable y adaptable a las necesidades del capital, permitiéndoles con su uso optimizar la relación costo-beneficio, aminorando los riesgos y aumentando las utilidades.
Las empresas que realizan servicios de externalización (outsourcing) pueden llevarlo a cabo en el mercado local: inshore o exportan servicios hacia el extranjero: offshore cuyo ejemplo de desarrollo son las llamadas empresas de call center. Más allá de las definiciones el fenómeno del teletrabajo abarca formas que caen en la categoría de trabajo independiente (self-employed) y también de trabajo dependiente que crea los vacíos legales que existen en torno a su protección y resguardo.
No todas las actividades se pueden realizar en el mercado de trabajo. Aplicadas a la generación, difusión, análisis y procesamiento de información, como tareas administrativas y de organización, servicios de traducción, programación y diseño, trabajos que tienen relación con una clientela local, por ejemplo, oficinas de información, ventas por correspondencia y por teléfono, se ha extendido a las áreas de turismo, servicios financieros, servicios contables, servicios legales, entre otros.
El capitalismo una vez abierta la brecha inventa nuevas formas asociadas, ofrece iconos y modelos para sobrevivir a la crisis económica:
–Smart working: en referencia a la utilización de las TICs en las formas de trabajo como ventajas para las empresas: mayor producción, reducción de costos y eficiencia energética para apuntarse al greenwashing, práctica de marketing verde destinada a crear una imagen ilusoria de responsabilidad ecológica.
–Mindfulness o conciencia propia, Jon Kabat-Zinn lo define como: “Prestar atención de manera intencional al momento presente, sin juzgar”.
–Workation: la nueva tendencia laboral que combina el trabajo con las vacaciones.
–Counselling o Asesoramiento organizacional en la empresa. Básicamente aborda las causas que provocan la indisciplina en el trabajo, facilitar la adaptación a posibles cambios en la organización, resolver quejas, dudas o descontento entre los trabajadores, en definitiva ahogar la lucha de clases.
–Coaching: práctica coercitiva que alinea los objetivos personales con los objetivos de la empresa.
Nuevas formas de explotación, otra vuelta de tuerca más
Ya a partir de los años 80 se adoptaron nuevas formas de organización de la producción que venían a desmontar los procesos de integración vertical del conjunto de las fuerzas laborales de la cadena productiva en favor del uso extensivo de cada vez más fases subcontratadas, lo que conocemos como externalización. Un proceso extendido tanto a nivel espacial como sectorial que buscaba dar respuesta tanto a las diferentes muestras de conflictividad laboral como a la lógica de competitividad impuesta por el propio mercado.
Ahora cambiamos el marco de países por el ámbito “domestico”, el descentramiento en la unidad de producción es una estrategia empresarial más para maximizar la explotación, a través de la precarización del contrato laboral, la atomización espacial, y la ausencia de derechos laborales colectivos.
El nuevo trabajo flexible que se impone es parte de una nueva forma de ser hegemónico del capital. Esta nueva hegemonía contemporánea anclada en el trabajo flexible no distingue, sino que intenta incorporar todos los espacios de la vida social, de la existencia humana propiamente dicha.
Parte del todo
Todo gobernado por un sistema integrado transnacional de producción, constituido por 88.000 empresas multinacionales o trasnacionales y sus 600.000 asociadas o afiliadas en el mundo entero, es el núcleo estructural del capitalismo globalizado del siglo XXI. Cadenas globales de producción constituidas por las empresas transnacionales donde el 42% son norteamericanas y el 22%, europeas (británicas, alemanas, francesas).
La tesis subyace en el núcleo del volumen I de El Capital, donde podemos leer cómo Marx recoge la relación dialéctica entre la resistencia obrera frente a la explotación y las formas constantes del capital de superar esta resistencia mediante nuevas formas de organizar la producción y con ellas las relaciones sociales. Esta transformación constante del conflicto capital-trabajo nos lleva a enfrentarse a una transformación de las formas en las que se nos presenta la lucha de clases en esta nueva fase histórica.
En su tiempo Lenin dice que realmente, lo que prima en Marx es la visión totalizadora:
“La totalidad de su visión en cuanto totalidad, se impone en cada detalle y es precisamente la fuente del atractivo intelectual que Marx ejerce sobre todo aquel que estudia su obra, amigo o enemigo”.
Debemos empezar por quebrar la inercia de un “sentido común” que nos quieren imponer, ganar la batalla cultural.
Como habría dicho Adorno, la hegemonía del pensamiento dominante siempre pretende presentar la realidad (social, cultural, política) como reconciliada, o al menos potencialmente reconciliable. Esos problemas cotidianos de un sistema injusto y expoliador que Mészaros define del sociometabolismo del Capital como «defectos«.
Batjin muestra que la cultura empezando por la propia lengua que se habla, es ella misma un escenario “básico” de las relaciones sociales y políticas de poder. Habla de “dialogismo” refiriéndose a un diálogo conflictivo entre “acentos” sociales contrapuestos, en el que cada bloque intenta, efectivamente, “apropiarse” de la palabra del otro, y su triunfo “hegemónico” consiste precisamente en el ocultamiento del conflicto, es decir el punto central: “la lucha de clases”.