El balotaje de este domingo en Brasil es clave para el futuro de ese país, América Latina y el mundo. Se parece mucho a la dicotomía que vivimos ante la disputa presidencial entre Boric y Kast.
Daniel Núñez. Senador. 30/10/2022. Si gana Lula o Bolsonaro se abren escenarios y consecuencias diametralmente opuestas. Se parece mucho a la dicotomía que vivimos ante la disputa presidencial entre Boric y Kast.
Los pronósticos vaticinan que el retador del actual mandatario se impondría por una pequeña diferencia, lo que obviamente alimenta las esperanzas de retomar el camino de transformaciones para recuperar la calidad de vida de millones de brasileños y brasileñas. Sin embargo, sabemos que últimamente no se puede confiar a ciegas en la encuestología. Por lo tanto, el resultado es incierto.
Mejor analicemos los contextos, escenarios y efectos si triunfa uno u otro candidato a dirigir desde Planalto.
La disputa en Brasil se da en un contexto mundial de ascenso del populismo de ultraderechas o directamente de una escalada de posiciones fascistas, frente a un difícil reposicionamiento y avance de proyectos progresistas.
Lo paradojal del fenómeno de la ultraderecha ha sido la facilidad de representar el malestar y las preocupaciones del mundo popular y capas medias frente a temas como la delincuencia, falta de trabajo y la migración. Lo preocupante es el arrebato de las banderas de lucha de la justicia, igualdad que tradicionalmente enarbolaban la centro izquierda e izquierdas.
El triunfo de Bolsonaro el 2018 ya fue un duro golpe para las aspiraciones de continuidad progresistas y encendió las alertas frente a un fenómeno que parecía que jamás ocurriría en un país con tal nivel de desigualdad y pobreza.
La gestión y estilo de Bolsonaro han estado, a lo menos, plagados de polémicas. Las redes sociales y el uso de fake news han sido sus principales herramientas de comunicación política.
El llamado “Donald Trump tropical” fue activo negacionista de la pandemia por Covid-19, lo que se traducido en una alta cantidad de muertes. También se ha hecho notar por su declarado carácter machista, anti LGTB y de desprecio por los temas medioambientales.
A la hora de evaluar su gestión económica y social, Brasil hoy vive un encarecimiento en el costo de la vida, y un preocupante aumento del desempleo y la violencia delictual. Quizás este mal desempeño haya defraudado a sus electores y terminen de pasarle la cuenta, tal como se produjo en la reciente primera vuelta.
Pero si Bolsonaro logra mantenerse al mando de Planalto, junto con analizar con mayor profundidad su triunfo, debe encender con mayor énfasis las alertas democráticas y a dimensionar el impacto que puede tener para el resto del continente.
Un nuevo gobierno de ultraderecha agudizará más la inequidad, la destrucción del medio ambiente, el desprecio por los derechos humanos y, de seguro, en nuestro continente significará un aliciente para que grupos de similar signo e ideología intenten replicar su relato y gestión. En el caso de Chile, abrirá el apetito a Kast, patriotas, republicanos e, incluso, al Partido de la Gente.
En el caso que Lula vuelva a gobernar Brasil, obviamente, significará un bálsamo de esperanza para que vuelvan políticas públicas redistributivas para combatir las inequidades y desigualdades.
Con todos los problemas que vive Brasil, de todas formas, es la principal potencia en América Latina. Y si le va bien también irradiará ese bienestar hacia el resto de los países del continente.
Con el eventual triunfo de Lula, la balanza vuelve a inclinarse hacia gobiernos progresistas, como es el caso de México, Venezuela, Colombia, Chile y la Argentina. Esta correlación de fuerzas reavivaría con mayor fuerza los nexos de cooperación y ayuda para avanzar de manera conjunta hacia un nuevo modelo de desarrollo que nos permita superar la fase neoliberal.
A modo de ejemplo, no sería descabellado pensar que si Chile concreta la Empresa Nacional del Litio podría perfectamente exportar a Brasil baterías de litio o cables de cobre para complementar la potente industria automotriz que posee el gigante brasilero. Incluso, el vínculo con Brasil fortalecería la “OPEP” del litio, lo que se traduciría en un despegue productivo para nuestras naciones.
En el siglo veintiuno el sueño bolivariano sigue más vigente que nunca. Pero si este domingo vuelve a postergarse, será necesario repensar las causas de la derrota para continuar la disputa por un mundo mejor.