“Se avecina un invierno de descontento a escala mundial”

Compartir

Así lo señaló el secretario general de Naciones Unidas en su discurso ante la Asamblea General. Advirtió que “la crisis del costo de la vida está haciendo estragos, la confianza se desmorona, las desigualdades se disparan”.

Nueva York. 21/09/2022. Párrafos destacados del discurso del secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, en el 77 periodo de sesiones de la Asamblea General.

 

Se avecina un invierno de descontento a escala mundial. La crisis del costo de la vida está haciendo estragos, la confianza se desmorona, las desigualdades se disparan, nuestro planeta está ardiendo.

Y los más vulnerables son los que llevan la peor parte.

La Carta de Naciones Unidas y los ideales que representa están en peligro. Tenemos el deber de actuar. Y, sin embargo, estamos bloqueados en una disfunción global de proporciones colosales. La comunidad internacional no está preparada, o no está dispuesta a afrontar los retos de nuestra época.

Esas crisis amenazan el futuro mismo de la humanidad y el destino de nuestro planeta.

Crisis como la guerra de Ucrania y la multiplicación de los conflictos en todo el mundo.

Crisis como la emergencia climática y la pérdida de biodiversidad.

Crisis como la grave situación financiera de los países en desarrollo y el destino de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Ante todo esto, dijo, necesitamos una coalición del mundo para abordar tres grandes desafíos: alcanzar y sostener la paz, la defensa de los derechos humanos y nuestra guerra suicida contra la naturaleza. Subrayó que la crisis climática es el problema que define nuestra época y que es un paradigma de la injusticia moral y económica.

Para aliviar la crisis alimentaria mundial, tenemos que afrontar ahora urgentemente la contracción del mercado mundial de fertilizantes.

Este año, el mundo dispone de suficientes alimentos; el problema es la distribución.

Pero si el mercado de los fertilizantes no se estabiliza, el próximo año el problema podría ser el suministro de alimentos propiamente dicho.

Si no se actúa ahora, la escasez mundial de fertilizantes se transformará rápidamente en una escasez mundial de alimentos.

Por todas partes cunde la zozobra.

En el Afganistán, la economía está en ruinas, y más de la mitad de los afganos se enfrentan a niveles extremos de hambre, mientras se pisotean los derechos humanos, en particular los de las mujeres y las niñas.

En el Cuerno de África, una sequía sin precedentes amenaza la vida y los medios de subsistencia de 22 millones de personas.

En Etiopía, se han reanudado los combates, lo que pone de manifiesto la necesidad de que las partes cesen de inmediato las hostilidades y vuelvan a la mesa de paz.

En Haití, las bandas están destruyendo los propios pilares de la sociedad.

En el Iraq, las tensiones que se viven amenazan la estabilidad.

En Israel y Palestina, continúan los ciclos de violencia bajo la ocupación, mientras que las perspectivas de una paz basada en una solución biestatal se vuelven cada vez más remotas.

En Libia, las divisiones siguen poniendo en peligro al país. En Myanmar, la terrible situación humanitaria, de los derechos humanos y de la seguridad se deteriora día a día.

En la República Democrática del Congo, los grupos armados de la zona oriental aterrorizan a la población civil y agudizan las tensiones regionales.

En el Sahel, los alarmantes niveles de inseguridad y actividad terrorista siguen ascendiendo en un entorno de crecientes necesidades humanitarias.

En Siria, siguen imperando la violencia y el sufrimiento.

Y la lista continúa.

Hay otra batalla a la que debemos poner fin: nuestra guerra suicida contra la naturaleza.

La crisis climática es el problema que define nuestra época.

Debe ser la primera prioridad de todos los gobiernos y organizaciones multilaterales.

Y, sin embargo, la acción climática está siendo relegada a un segundo plano, a pesar del abrumador apoyo de la opinión pública en todo el mundo.

Las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero deben reducirse en un 45 % de aquí a 2030 a fin de que haya alguna esperanza de alcanzar el cero neto en emisiones para 2050.

Y, sin embargo, las emisiones están aumentando a niveles insólitos y llevan camino de crecer un 14 % en esta década.

Estamos abocados a un desastre climático.

El sistema financiero mundial vigente fue creado por los países ricos para servir a sus intereses. Este sistema acentúa y consolida las desigualdades, y requiere una profunda reforma estructural.

En mi informe sobre Nuestra Agenda Común se propone un Nuevo Pacto Mundial para reequilibrar el poder y los recursos entre los países desarrollados y los países en desarrollo.