La académica, candidata a Rectora de esa casa de estudios, manifestó que se debe avanzar en “un nuevo ecosistema académico, con calidad de vida de las personas, con respeto a condiciones laborales dignas para todas y todos los que trabajamos” en la institución educativa. Apuntó que “no se puede pensar que en la universidad haya piezas dispensables” y sostuvo que “todos los estamentos debemos volver a participar de la deliberación”. Planteó el objetivo de que la Ude Chile se mire desde “la igualdad de género, la no discriminación, y la interculturalidad”. Insistió en la necesidad de mejores presupuestos para la institución de educación superior y anotó que “se requiere de una nueva gobernanza, porque en el modo que estamos hoy, existe una enorme revalidad por recursos, por capacidades de autofinanciamiento, entre las distintas Facultades”.
Hugo Guzmán. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 30/03/2022. La académica Kemy Oyarzún no duda. “Llegó el tiempo de reformular” a la Universidad de Chile y dar la posibilidad de que todas y todos sus académicos, funcionarios, trabajadores y estudiantes puedan participar y decidir, y donde es esencial avanzar hacia una nueva gobernanza a tono con el siglo XXI y que incluya “la equidad de género, la no discriminación, y la interculturalidad”.
Sus objetivos y argumentos tienen hoy un alcance especial, porque Kemy Oyarzún es candidata a Rectora de la Universidad de Chile, para el ciclo 2022-2026. De ganar, pondría a una mujer al frente de la principal institución de educación superior del país, con una agenda de transformaciones que sintoniza con el período abierto en el país. Quizá por eso, ella le da “todo el valor” a los trabajos de la Convención Constitucional.
Es doctora en filosofía y coordinadora del Magíster en Estudios de Género y Cultura de la UdeChile, PhD en Filosofía, con Mención en Estudios Literarios de la Universidad de California (Estados Unidos), Profesora Titular del Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la casa de estudios, e integra el Centro de Estudios de Género y Cultura en América Latina (CEGECAL).
No es la primera vez que encara un proceso de elecciones dentro de la universidad. Ha pasado por varios. Y exitosamente. Representó a su Facultad en 1997 cuando se produjo todo el movimiento de reformas de estatutos en la “U”, sobre todo para terminar con normativas impuestas por la dictadura, proceso que culminó con logros. Luego fue electa para integrar en Senado Universitario, donde estuvo cinco años. Posteriormente, fue elegida presidenta de la Asociación de Académicas y Académicos de la Universidad de Chile. “He tenido siempre una vocación democrática, participativa, que me permitió ser elegida en esas instancias”, dijo en entrevista con ElSiglo.cl.
En este proceso usted planteó que hay que tener en cuenta la revuelta feminista de 2018 y que este es un tiempo de mujer al frente de la rectoría de la Universidad de Chile.
Así es. Creemos que esta candidatura tiene que ver con una Universidad de Chile nueva, para un nuevo tiempo. Es una candidatura que repiensa la igualdad de género, la no discriminación, y la interculturalidad.
Consideramos la revuelta feminista de 2018, que mostró las consecuencias de que la mujer sea el 50% de la fuerza laboral del país, que demostró que tenemos una vocación de poder, de actorías democráticas, que sin las mujeres la democracia no va, como decíamos en los años ochenta. Además, que la campaña y las acciones contra las discriminaciones incorpore a las mujeres y a las primeras naciones. Estamos en una deuda enorme como universidad estatal con los primeros pueblos.
¿Qué otros ejes u objetivos se plantea para una universidad de estos tiempos, del siglo XXI?
Una universidad del siglo XXI tiene que pensarse desde las misiones que ejercemos las y los académicos. Que tenga esos componentes de género, de no discriminación y no segregación a nivel central y a nivel de las unidades académicas. Se requiere de una nueva gobernanza, porque en el modo que estamos hoy, existe una enorme revalidad por recursos, por capacidades de autofinanciamiento, entre las distintas Facultades. Esas rivalidades y duplicaciones, no corresponden a una universidad que se precia de integrar transversalmente e intersectorialmente la comunidad universitaria, con sus distintos campos de producción del saber, entendiendo esos campos como que son equivalentes, que tienen el mismo peso. No hay que caer en esa visión neoliberal que plantea que, por ejemplo, las humanidades no debieran estar a la misma altura de las ciencias, o que las ciencias sociales, el arte, no debieran ser fomentados de manera equivalente a otras áreas. Creemos que todos los campos del saber son valiosos y necesarios, particularmente si se desarrollan con calidad y con perspectiva y vocación pública, con perspectiva de país y estratégica, no inmediatista.
¿Cómo mira el tema de la gestión?
Lo primero es que creo en una gobernanza feminista, igualitaria, de acuerdo a los tiempos del siglo XXI, que sea capaz de articular eficiencia, eficacia y un plan de desarrollo, un proyecto institucional que proporcione calidad de vida a todas y todos los que integramos la universidad, a todos los estamentos. La calidad de vida está incorporada en el proyecto de desarrollo institucional, pero si me pregunta, no puede ser una declaración de principios y nada más. Tenemos que pensar en una gobernanza participativa, que se construye con toda la comunidad que integra este gran mundo de la producción del saber y, al mismo tiempo, comprender que la igualdad debe ser sustantiva, no puede ser solo declaración de principios formales. Este país lleva 30 años de declaraciones y diagnósticos. Sabemos cuáles son las segregaciones, cuál es la calidad educacional, la situación de nuestros pueblos en todas las regiones, sabemos que la educación en muchas partes y sectores dista mucho de la que tuvimos en los liceos públicos en décadas pasadas.
Entonces, con estos parámetros de competencia, rivalidad, modos de medir que son tecnocráticos, que se piensa en una eficiencia pero no en relación a la producción de saber, a las condiciones en que trabajamos en las universidades estatales, es complicado el asumir una gobernanza y una gestión. Desde el punto de vista financiero, obviamente el Estado nos tiene completamente abandonadas y abandonados a todas las universidades. A la Universidad de Chile le llega un 5% de su presupuesto en fondos basales. Todo funciona de acuerdo a lo que cada Facultad puede autofinanciar con proyectos, pero sabemos claramente que no existen las mismas condiciones para el arte que para la ingeniería. Ahí es donde el Estado debería cumplir con un modelo de educación superior que esté a la altura de la democracia de nuevo tipo que estamos expresando en este país con la nueva Constitución. Estos nuevos tiempos requieren de un nuevo desafío inventivo, pero sobre todo participativo y de actoría comunitaria.
Uno dice, tenemos poco presupuesto, pero los presupuestos no son equivalentes, no son proporcionales. Hay profesores que ganan 10 millones de pesos al mes, y hay funcionarios que ganan 500 mil pesos al mes. Alguien me preguntó una vez, qué tiene que ver quién barre mi laboratorio, no podemos ser todos igualmente importantes. Y una funcionaria respondió, usted en un laboratorio que no esté limpio, con estándares de calidad, de limpieza, de higiene, ¿podría desarrollar sus investigaciones? Lo que hay que entender es que la producción de saberes tiene equipos, corresponde al ensamblaje de múltiples voluntades, y lo que hemos tenido, con esta pobreza de recursos del Estado, las rivalidades por autofinanciarse, y las duplicaciones de campos y programas, son enormes obstáculos para avanzar realmente y la gobernanza pertenece a otro siglo pasado.
En este camino de nuevos tiempos para la Universidad de Chile y las universidades públicas, ¿qué valor le atribuye a lo que saldría de la Convención Constitucional respecto a educación superior, a las universidades?
Todo el valor. La Convención está planteando año luz adelante, las normas que tenemos en la universidad. Por ejemplo, se plantea la equivalencia, la igualdad, la equidad, epistémica de la Constitución. Eso es absolutamente una meta para entender que todas las formas de saber son igualmente válidas. Y no pretender que la educación cívica no tiene lugar, que el arte no tiene lugar, que las letras no tiene lugar. Con el Renacimiento logramos que todas las disciplinas fueran válidas, se pensaba en esa integración. Pero hemos llegado en el siglo XXI con el neoliberalismo, a la rivalidad y al desprecio de ciertas dimensiones de nuestras vidas y nuestros saberes. ¿Cómo llegar a tener ese renacimiento que tuvimos, cultural, a inicios de los años setenta, que como país nos puso en la primera línea? Hay un proyecto de desarrollo país, un modo de producir conocimientos, que no estamos llevando hasta sus máximas posibilidades. La nueva Constitución está mostrando claramente que eso es posible y necesario.
En ese sentido, se requiere de una voluntad diferente, voluntad de generar las condiciones que se están planteando a nivel de la Constitución, que son realmente unas metas del siglo XXI, de gobernanza distinta, de participación, de deliberación comunitaria, de igualdad de todas las áreas del saber, un desarrollo de conocimientos que nos ponga a nivel mundial, pero a partir de lo latinoamericano, a partir de nuestras raíces, de nuestros propios recursos, en una situación de autonomía, de soberanía. Colocarnos no en lo inmediatista, sino en la construcción de un país de nuevo tipo.
En varias de sus respuestas usted habla de los distintos estamentos que hay en la universidad: académicos, funcionarios, estudiantes, trabajadores. En la elección de Rector o Rectora solo vota uno de esos estamentos y hay otras diferencias. ¿Cómo abordar eso?
Bueno, lo primero, es que a partir de las elecciones no podemos pretender cambiar los estatutos, eso sería absolutamente irreal. Lo que creemos es que llegó el tiempo para reformular una universidad, un nuevo ecosistema académico, con calidad de vida de las personas, con respeto a condiciones laborales dignas para todas y todos los que trabajamos en la Universidad de Chile. Esto implica que todos los estamentos debemos volver a participar de la deliberación y no temer la vinculación. Que no le tengamos miedo a ser resolutivos respecto a los grandes cambios que debemos hacer. Evidentemente que esos cambios no los hacemos solo votando por la Rectoría, pero sí creo que la candidatura y en particular esta, es una candidatura que pretende sentar las bases para la conquista de un nuevo cuerpo y territorio para la universidad, que seamos todas y todos reconocidos.
El reconocimiento es esencial para tener capacidad de derechos. Hay distintos estamentos -aunque me carga esa palabra, la palabra estamento y estamental viene del siglo XIX, es casi como hablar de castas- y eso significa que todas y todos los que trabajamos en la universidad, y estudiamos en la universidad, tenemos el pleno derecho a deliberar sobre la nueva universidad que queremos, que esté en proceso de democratización. Hay que escucharse unos a otros, deben activarse distintas actorías, y eso no se da en estos momentos. No se puede pensar que en la universidad haya piezas que sean dispensables y se deben reconocer los distintos ámbitos, fuerzas, rangos, de todas y todos los que trabajamos y aspiramos a un trabajo digno y al respeto.
También me parece que la universidad debe comenzar a practicar la capacidad de escucha de los movimientos sociales y de la civilidad. Porque en el fondo la ciudadanía está dentro y fuera de la universidad. Está esa idea de que la universidad encoge su universalidad y eso no va con la necesidad de diálogos entre sectores, entre distintas disciplinas, entre distintos estamentos.
Este nuevo ecosistema académico tiene que ver con la importancia del equilibrio de los poderes en la gobernanza, en la transparencia, en la equivalencia de los saberes a partir de la equivalencia de los recursos.
Lo otro, es el Hospital Clínico. Nosotros hemos luchado porque sea de verdad público, que no tenga que autofinanciarse, que salga de las enormes deudas, y que pueda servir a la zona norte donde está, a su región, a su comunidad, como un Hospital Clínico que es docente y al mismo tiempo sirve a su comunidad a nivel de salud.