Hablemos de la tele. Brutal ofensiva de la derecha

Compartir

Sería interesante que alguna empresa encuestadora se dedicara objetivamente a medir la aceptación del público, el nivel de credibilidad y convencimiento que tienen, sobre todo aquellos profesionales que asumen tareas de conducción de programas de debates políticos y que arriesgan opiniones, argumentos y posturas sin ningún remilgo.

José Luis Córdova. Periodista. 10/02/2022. Ante la ignominiosa retirada de la vida política de una serie de ex conspicuos integrantes de la derecha y para no enfrentar públicamente sus diferencias internas, el oficialismo y el gobierno han elaborado una estrategia especial: bombardear la Convención Constitucional en forma directa y propiciar el rechazo en el próximo plebiscito de salida para una nueva carta magna.

Aunque se sabe que las propuestas aprobadas -algunas apenas en general- en sus respectivas comisiones deben ser votadas desde mediados de febrero en el pleno de la CC, los canales de televisión siguen desprestigiando, desvirtuando e interpretando maliciosamente los primeros acuerdos en el seno de la convención que redactará la nueva Constitución.

En tanto y antes de salir de vacaciones, los «rostros» de los matinales recibieron los resultados de una encuesta Cadem, realizada entre el 5 y el 7 de enero entre hombres y mujeres de entre 13 y 71 años, para medir el conocimiento -no la calidad- de los animadores de matinales y conductores de noticias de la televisión chilena.

Entre los más populares, se encuentran el periodista de CHV Julio César Rodríguez, la modelo Diana Bolocco (Mega), además de la sorpresa por la presencia de la novel adquisición de canal 13, la empática y afable Angeles Araya. En materia de prensa, la conductora de noticias del Mega, Soledad Onetto se mantiene liderando el ítem de conocimiento del público, seguida de periodista Iván Núñez (CHV) y sus colegas Mónica Rincón (CNN) e Iván Valenzuela (canal 13).

Más atrás aparecen Macarena («cicatricure») Pizarro (CHV), el sostenedor escolar Matías del Río y Constanza Santa María (TVN) y cierran la muestra Juan Manuel Astorga (Mega) y Ramón Ulloa (canal 13). Menciones aparte merecen Daniel Matamala (CNN) y Rodrigo Sepúlveda (Mega) que han consolidado su presencia conduciendo programas y leyendo noticias. Este último pasó de comentarista deportivo a animador de programas de actualidad y el otro sigue destacándose con sus columnas en La Tercera. Respecto a Julio César Rodríguez está claro que no es lector de noticiarios, al igual que Diana Bolocco y María Luisa Godoy encasillados como animadores matinales.

En materia de animación, nuestro colegas comunicadores -profesionales o no- muestran una amplia gama de habilidades así como de extra versión e hiperventilación que lamentablemente no se miden en este tipo de encuestas. La disposición al ridículo y la farsa desenfrenada parece una condición sine qua non para esta labor de entretención cada mañana.

Sería interesante que alguna empresa encuestadora se dedicara objetivamente a medir la aceptación del público, el nivel de credibilidad y convencimiento que tienen, sobre todo aquellos profesionales que asumen tareas de conducción de programas de debates políticos y que arriesgan opiniones, argumentos y posturas sin ningún remilgo.

A este respecto habría que indicar que, dependiendo del medio, las líneas editoriales convergen hacia una desvalorización de la política, así como algunos grados de discriminación y negacionismo además de cierto nivel de anticomunismo acendrado desde la época de la dictadura pinochetista.

De esta manera, los mentados «rostros» se ven impelidos a mostrar facetas que convengan a los intereses de los propietarios de los medios, dejando de lado sus concepciones personales. Acá no vale la objeción de conciencia, el derecho a réplica ni la cláusula de conciencia. La popularidad, en muchos casos, sacrifica convicciones e intereses menos comprometido

Por su parte el empresariado, la derecha y el gobierno saliente velan las armas ante de desatar la ofensiva total contra la Convención Constituyente con el objetivo de imponer el rechazo en el plebiscito de septiembre y para ello cuenta con solícitos y obsecuentes «rostros» de la tele.