El sensible acercamiento entre México y Cuba

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El Presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, fue invitado por el mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, a conmemorar los 200 años de la independencia de su país, y en ese marco se avanzó en importantes acuerdos económicos y comerciales y se afianzó una alianza político-diplomática clave en la región, en una de las relaciones más estrechas entre naciones de AL. Se concordó colaboración en áreas de salud, biotecnología, deporte, educación y turismo. López Obrador exhortó “respetuosamente al gobierno de Estados Unidos a levantar el bloqueo” contra Cuba y aseveró que “ningún Estado tiene derecho a someter a otro; si tuviera éxito, se convertiría en un triunfo vil, pírrico, canallesco, aunque es algo que no parece probable”. Díaz-Canel manifestó que en la isla “sufrimos los embates de una guerra multidimensional, con un bloqueo criminal recrudecido oportunistamente con más de 240 medidas en medio de la pandemia de la Covid-19. Estamos enfrentando paralelamente una agresiva campaña de odio, desinformación, manipulación y mentiras”.

Equipo “El Siglo”. “Cubadebate”. “La Jornada”. Ciudad de México. 17/09/2021. Andrés Manuel López Obrador, el mandatario mexicano, decidió hace unas semanas invitar a su homólogo de Cuba, Miguel Díaz-Canel, a la conmemoración de los 200 años de la independencia de México. Un gesto simbólico, y al mismo tiempo, un paso decisivo en estrechar los vínculos económicos y comerciales entre ambas naciones, para afianzar una alianza político-diplomática clave en la región, en una de las relaciones más estrechas entre naciones de América Latina.

Uno de los denominadores comunes, el exigir a Estados Unidos el respeto a la soberanía de los países y la no injerencia en asuntos internos, una postura histórica tanto de México como de Cuba.

Ambos jefes de Estado intervinieron en un acto en Palacio Nacional, donde ratificaron la historia de amistad entre ambos pueblos, cuestionaron la política intervencionista estadounidense en la isla, llamaron a la solidaridad y colaboración, y rescataron la historia y luchas independentistas. (Ver discurso al final de la nota). López Obrador exhortó “respetuosamente al gobierno de Estados Unidos a levantar el bloqueo” contra Cuba y aseveró que “porque ningún Estado tiene derecho a someter a otro; si tuviera éxito, se convertiría en un triunfo vil, pírrico, canallesco, aunque es algo que no parece probable”.

“Podemos estar de acuerdo o no con la revolución cubana y su gobierno, pero 62 años sin sometimiento es una indiscutible hazaña histórica”, recalcó el Presidente de México y sostuvo: “Cuba, como pocos países en el mundo, ha defendido su dignidad y su derecho a vivir libre, y como la nueva Numancia -ejemplo de la resistencia-, debería ser declarada patrimonio de la humanidad”.

En tanto, Díaz-Canel, manifestó en su discurso que en la isla “sufrimos los embates de una guerra multidimensional, con un bloqueo criminal recrudecido oportunistamente con más de 240 medidas en medio de la pandemia de la Covid-19. Estamos enfrentando paralelamente una agresiva campaña de odio, desinformación, manipulación y mentiras”.

Enfatizó que “estamos enfrentando, paralelamente, una agresiva campaña de odio, desinformación, manipulación y mentiras, montada sobre las más diversas e influyentes plataformas digitales, que desconoce todos los límites éticos”.

Contundente colaboración bilateral

En el camino de estrechar los vínculos, los presidentes mexicano y cubano tuvieron una reunión de trabajo en un salón del Palacio Nacional, en el zócalo de la Ciudad de México, donde se acordaron varias colaboraciones que incluyeron de manera prioritaria la colaboración concreta para continuar combatiendo la pandemia del Covid-19 y suministrando, sobre todo a la isla, de insumos y productos no solo en salud, sino en alimentos y otros productos. Hay que considerar que contingentes de médicos cubanos participaron de acciones a favor de la población mexicana en asistencia ante el nuevo coronavirus.

El encuentro entre López Obrador y Díaz-Canel transcurrió en un ambiente cordial y de amistad, en el que ambas partes destacaron el interés de continuar profundizando el diálogo político de alto nivel y ratificaron la voluntad de ampliar las relaciones económico-comerciales, la inversión y cooperación en ámbitos como salud, biotecnología, deporte, educación y turismo; así como los vínculos culturales, académicos, entre otros.

El Presidente cubano se refirió a los entrañables lazos históricos y de amistad entre las dos naciones, al tiempo que agradeció la solidaridad y el apoyo recibidos en el contexto de enfrentamiento a la pandemia de la Covid-19 y de recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por EE.UU contra Cuba.

Asimismo, los mandatarios reiteraron el compromiso de trabajar por la unidad e integración de América Latina y el Caribe bajo la Presidencia Pro Témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) de México y por la defensa de Nuestra América como Zona de Paz.

Acompañaron al mandatario cubano, el canciller Bruno Rodríguez Parrilla; Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, asesor del Presidente; Rodrigo Malmierca Díaz, ministro de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera; Anayansi Rodríguez Camejo, viceministra de Relaciones Exteriores; Eugenio Martínez Enríquez, director general para América Latina y el Caribe del Ministerio de Relaciones Exteriores; y Pedro Núñez Mosquera, embajador de Cuba en México.

Por la parte mexicana también estuvieron presentes, el canciller Marcelo Ebrard Casaubón; el secretario de Hacienda y Crédito Público, Dr. Rogelio Ramírez de la O; el secretario de Salud, Dr. Jorge Alcocer Varela; el coordinador de Asesores de la Presidencia de la República, Lic. Lázaro Cárdenas Batel; el Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Dr. Hugo López-Gatell Ramírez; y el titular de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS), Dr. Alejandro Svarch Pérez.

Encuentro con la solidaridad mexicana

El jefe de Estado cubano sostuvo en el marco de su visita a México, un encuentro con los movimientos de solidaridad con la isla, donde se ratificaron los lazos de solidaridad entre ambos pueblos. Díaz-Canel transmitió a todos un fuerte abrazo del General de Ejército Raúl Castro Ruz. Se recordó que fue en territorio mexicano donde Fidel Castro, junto a un grupo de rebeldes, organizó la partida hacia la mayor de las Antillas para iniciar la lucha de liberación nacional. Entre unos cien amigos de Cuba,  estaba El Cuate, el hombre que puso el Granma en manos de Fidel.

Hablando a las y los mexicanos reunidos en la embajada de Cuba en México, Díaz-Canel les dijo: “Ustedes son de las personas bellas, con que se puede contar para construir un mundo mejor, que es posible, y que tiene que ser sin antagonismos y sin guerras…No puede ser un mundo de muros, tiene que ser un mundo de solidaridad, de cooperación; un mundo de entrega, un mundo de compartir lo que tenemos y no lo que nos sobra”.

Como parte del diálogo distendido y franco, el Presidente cubano agradeció a los amigos por el apoyo y la valentía con que asumen el reto de estar al lado de la Mayor de las Antillas, sin importar la complejidad de los escenarios.

A ellos confió también el honor que representó el gesto del Gobierno mexicano, y en particular del Presidente López Obrador, de invitar a Cuba de una manera especial, sentida, inusual, a una conmemoración como la del Grito de Dolores y permitir, además, hacer un discurso en una fecha tan importante para México y también para América Latina.

En sus palabras iniciales Díaz-Canel evocó las relaciones que han definido las esencias de ambos pueblos, estrechamente ligados por la historia, que recoge entrañables anécdotas que nos unen y distinguen. De agradecimientos habló el Presidente, “porque son muchas las razones para hacerlo”. Sientan que no es en vano lo que hacen, aseveró, fortalece mucho al pueblo cubano y el pueblo cubano reconoce todo su esfuerzo.

No tengo las palabras que hacen falta -les confesó- para “transmitirles a ustedes todo el respeto, toda la admiración y también todo el cariño que les tenemos por lo que le han aportado a Cuba, y por la fortaleza que nos dan con su ayuda y su solidaridad”.

“Es mucho lo que hemos recibido de Cuba: el ejemplo de la solidaridad, de la justicia, de todo lo bueno, y que nos ratifica que un mundo mejor es posible”, estremecida aún por las emociones de la jornada matutina en El Zócalo, con esas palabras, simples y a la vez profundas, definió la ex senadora del Congreso de la Unión de México, Yeidckol Polevnsky, su manera de ver y sentir a la Isla caribeña. De agradecimiento también fueron las palabras de más de una docena de amigos de la solidaridad que quisieron compartir con el mandatario cubano sus emociones y sentimientos. Y es que, tal como se escuchó decir a uno de ellos, “la solidaridad de los pueblos no es solo diplomacia”. En voz de la senadora Gloria Sánchez, el diálogo tomó también el camino del antimperialismo y el “respaldo incuestionable del Senado de la República siempre estará con Cuba, respaldando su autodeterminación y soberanía”. Desde la gratitud, habló el doctor Luis Raúl Cartagena Rivero, graduado hace algunos años en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), quien manifestó su orgullo por tener acá al Presidente cubano y desde la humildad solicitó reactivar la concesión de becas para que jóvenes de su país puedan estudiar medicina en Cuba. Tenga la certeza, aseguró, de que “estamos con la Revolución cubana hasta las últimas consecuencias”.

Tengo la certeza -compartió Díaz-Canel con los presentes- de que “Cuba no los va a defraudar, que la Revolución cubana va a seguir superando obstáculos y va a seguir cosechando victorias; las actuales generaciones que han ido asumiendo las responsabilidades fundamentales en el Estado, en el Partido, y en el Gobierno de Cuba, son generaciones de continuidad. Asumimos el compromiso con la generación histórica, y también estamos convencidos, porque nos lo enseñó esa generación, de que hay que continuar trabajando para seguir perfeccionando nuestra Revolución, para seguir perfeccionado nuestra sociedad y para seguir perfeccionando nuestro socialismo”.

Este ha sido un encuentro, aseguró, que vamos a preservar en la memoria revolucionaria, en la memoria sentimental y en la memoria histórica de cada uno de nosotros, “porque este ha sido un encuentro de sinceridad, de amistad, de amor, de convicción y de compromiso”.

Discurso del Presidente de Mexico, Andrés Manuel López Obrador

Excelentísimo señor Miguel Díaz-Canel, presidente de la República de Cuba; general Luis Cresencio Sandoval González, secretario de la Defensa; almirante José Rafael Ojeda Durán (secretario de Marina); representantes del gobierno de México, del Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Pueblo de México, amigas, amigos todos:

Por esas singularidades de nuestra historia, la fecha que más celebra el pueblo de México es la del inicio, la del Grito, y no la de la consumación de la Independencia nacional.

A los mexicanos nos importa más el iniciador, el cura Hidalgo, que Iturbide, el consumador, porque el cura era defensor del pueblo raso y el general realista representaba a la élite, a los de arriba, y sólo buscaba ponerse la diadema imperial.

Hidalgo fue otra cosa. A él le tocó, con Allende, Aldama, Jiménez y otros dirigentes populares, enfrentar a la oligarquía dominante y proclamar la abolición de la esclavitud.

El pensamiento de Hidalgo era subversivo. Nada en su personalidad lo distanciaba de ser un revolucionario y no se andaba por las ramas. Por ejemplo, en una de sus cartas al intendente Juan Antonio Riaño escribía:

No hay remedio, señor intendente. El movimiento actual es grande, y mucho más cuando se trata de recobrar derechos santos concedidos por Dios a los mexicanos, usurpados por unos conquistadores crueles, bastardos e injustos que, auxiliados de la ignorancia de los naturales y acumulando pretextos santos y venerables, pasaron a usurparles sus costumbres y propiedad, y vilmente, de hombres libres convertirlos a la degradante condición de esclavos.

Al mismo tiempo, Hidalgo era un hombre profundamente humano, un auténtico cristiano. Así lo demuestra el hecho de que, para evitar el degüello de miles de oponentes realistas, pero también de inocentes, prefirió quedarse en el Cerro de las Cruces y no tomar la Ciudad de México, que estaba prácticamente rendida.

Sin embargo, sus adversarios nunca le perdonaron la osadía de querer igualar a los pobres con las clases más favorecidas; baste recordar el juicio en que lo excomulgan y la manera en que lo asesinan, le cortan la cabeza y la exhiben como escarmiento por más de 10 años en la plaza principal de Guanajuato.

Ningún dirigente en la historia de México ha recibido más insultos que el cura Hidalgo. Paco Ignacio Taibo hace un recuento de todos los improperios: endurecida alma, escolástico sombrío, monstruo, taimado, corazón fementido, rencoroso, padre de gentes feroces, Cura Sila, entrañas sin entrañas, villano, hipócrita, refinado, tirano de tu tierra, pachá, lo-cura, imprudentísimo bachiller, caco, malo, malísimo, perversísimo, ignorantísimo bachiller Costilla, excelentísimo pícaro, homicida, execrable majadero, badulaque, borriquísimo, primogénito de Satanás, malditísimo ladrón, liberticida, insecto venenoso, energúmeno, archiloco americano.

Por si fuese poco, en el juicio de excomunión lo llaman demagogo, desnaturalizado y frenético. Él se defendía respondiendo que actuaba con apego a su conciencia y es célebre la frase que dirige a sus acusadores: Abrid los ojos, americanos. No os dejéis seducir de nuestros enemigos. Ellos no son católicos, sino por política. Su dios es el dinero y las conminaciones sólo tienen por objeto la opresión. ¿Creéis acaso que no puede ser verdadero católico el que no esté sujeto al déspota español?

En fin, si Hidalgo no hubiese sido auténtico, como lo era, no lo hubiesen sacrificado con tanta saña, como lo hicieron con Jesús Cristo.

Sin embargo, Hidalgo, en sus últimas horas dio muestra de un temple excepcional y de una serenidad conmovedora, y hasta tuvo el gesto de una insólita amabilidad de componer unas décimas de agradecimiento a sus carceleros por el buen trato que le brindaron; una de ellas, dedicada al cabo Manuel Ortega, dice así:

“Ortega, tu crianza fina,

tu índole y estilo amable

siempre te harán apreciable

aún con gente peregrina.

Tiene protección divina

La piedad que has ejercido

con un pobre desvalido

que mañana va a morir,

y no puede retribuir

ningún favor recibido.”

Lo que permitió al Padre de la Patria enfrentar la muerte con aplomo y tranquilidad fue la paz con su conciencia. La certeza de que, con fidelidad a sus principios y valores, había hecho lo correcto y lo que era necesario para el bien de pueblo al que se debía.

Cuando lo iban a fusilar, a cuatro metros de distancia, los soldados temblaban; le dieron varios tiros sin matarlo y el sargento del pelotón tuvo que ordenar a dos de ellos que le pusieran las bocas de los fusiles directamente en el corazón. Después de matarlo, le cortaron la cabeza y, junto con las de Allende, Aldama y Jiménez, las colocaron en cada esquina del edificio de la Alhóndiga de Granaditas.

Nosotros, los mexicanos, nos sentimos orgullosos de este héroe y de muchos más, porque aquí en México, como en ninguna otra parte, el movimiento independentista no se inició por simples reacomodos en las cúpulas del poder, ni se gestó únicamente por un sentimiento nacionalista, sino que fue fruto de un anhelo de justicia y de libertad. Por ello, el grito de libertad y justicia va antes que el de la Independencia política.

No obstante, este ideal profundo representó todo un desafío para los potentados, quienes lograron contenerlo y postergar su realización durante 100 años, porque es hasta un siglo después de consumada la Independencia que otro grito, el de la Revolución Mexicana de 1910, empezara a convertir en realidad los sueños y e ideales de los curas Miguel Hidalgo y José María Morelos, de Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Juan Aldama, Ignacio Allende, José Mariano Jiménez y de muchos otros dirigentes, mujeres y hombres, que comenzaron la lucha por la emancipación auténtica del pueblo de México.

El día de hoy recordamos esa gran gesta histórica y la celebramos con la participación del presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel, quien representa a un pueblo que ha sabido, como pocos en el mundo, defender con dignidad su derecho a vivir libres e independientes, sin permitir la injerencia en sus asuntos internos de ninguna potencia extranjera.

Ya he dicho y repito: podemos estar de acuerdo o no con la Revolución cubana y con su gobierno, pero el haber resistido 62 años sin sometimiento es una indiscutible hazaña histórica. En consecuencia, creo que, por su lucha en defensa de la soberanía de su país, el pueblo de Cuba merece el premio de la dignidad, y esa isla debe ser considerada como la nueva Numancia por su ejemplo de resistencia, y pienso que por esa misma razón debiera ser declarada patrimonio de la humanidad.

Ahora sólo agrego que el gobierno que represento llama respetuosamente al gobierno de Estados Unidos a levantar el bloqueo contra Cuba, porque ningún Estado tiene derecho a someter a otro pueblo, a otro país. Es preciso recordar lo que decía George Washington: Las naciones no deben aprovecharse del infortunio de otros pueblos.

Dicho con toda franqueza, se ve mal que el gobierno de Estados Unidos utilice el bloqueo para impedir el bienestar del pueblo de Cuba con el propósito de que éste, obligado por la necesidad, tenga que enfrentar a su propio gobierno.

Si esta perversa estrategia lograse tener éxito, algo que no parece probable, por la dignidad a que nos hemos referido, repito, si tuviera éxito, se convertiría en un triunfo pírrico, vil y canallesco, en una mancha de esas que no se borran ni con toda el agua de los océanos.

Es mejor el entendimiento, el respeto mutuo y la libertad sin condiciones ni prepotencia. Todavía vive y desde esta plaza principal de México le enviamos un saludo al presidente Jimmy Carter, quien supo entenderse con el general Omar Torrijos para devolver a Panamá el canal y su soberanía. Ojalá que el presidente Biden, quien posee suficiente sensibilidad política, actúe con esa grandeza y ponga fin, para siempre, a la política de agravios hacia Cuba.

En la búsqueda de la reconciliación también debe ayudar la comunidad cubano-estadunidense, haciendo a un lado los intereses electorales o partidistas. Hay que dejar atrás resentimientos, entender las nuevas circunstancias y buscar la reconciliación.

Es tiempo de la hermandad, no de la confrontación, como señalaba José Martí. El choque puede evitarse con el exquisito tacto político que viene de la majestad, del desinterés y de la soberanía del amor.

¡Que viva la independencia de México!

¡Que viva la independencia de Cuba!

¡Que viva la independencia de todos los pueblos del mundo!

¡Que viva la fraternidad universal!

Discurso del Presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel

Estimado Andrés Manuel López Obrador, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos:

Distinguidas invitadas e invitados:

Querido México:

Gracias por la oportunidad que nos das de traer el abrazo agradecido de Cuba a tus hermosas celebraciones patrias por aquel Grito de Dolores que tanto afán libertario despertó en nuestra región hace más de 200 años.

Entre todos los hermanos que nos dio Nuestra América, México cuenta, por muchas razones, como uno de los más entrañables para Cuba.

Ese afecto que une a nuestras tierras comienza con el deslumbramiento que nos provocan sus huellas profundas y diversas en la Literatura y la Historia de América:

“Cuánto es bella la tierra que habitaban los aztecas valientes”, dice en el “Teocalli de Cholula”, el cubano José María Heredia, abriendo una fascinante puerta a ese Mundo Nuestro, muy anterior al de la terrible conquista que iniciarían siglos después, con matanza y destrucción sin freno, las tropas españolas que venían de Santiago de Cuba, al mando de Hernán Cortes.

Pero nadie nos dirá más de México que José Martí. Cito fragmentos de su memorable discurso pronunciado en la velada en honor a este país en la Sociedad Literaria Hispanoamericana en 1891: “(…) hoy nos reunimos a tributar honor a la nación ceñida de palmeros y azahares que alza, como un florón de gloria, al cielo azul, las cumbres libres donde el silbato del ferrocarril despierta, coronada de rosas como ayer, con la salud del trabajo en la mejilla, el alma indómita que chispeaba al rescoldo en las cenizas de Cuauhtémoc, nunca apagadas. ¡Saludamos a un pueblo que funde, en crisol de su propio metal, las civilizaciones que se echaron sobre él para destruirlo!”.

Más adelante, refiriéndose a la significativa fecha que conmemoramos hoy expresa: “…Trescientos años después, un cura (…) citó su aldea a guerra contra los padres que negaban la vida de alma a sus propios hijos; era la hora del Sol, cuando clareaban por entre las moreras las chozas de adobe de la pobre indiada; ¡y nunca, aunque velado cien veces por la sangre, ha dejado desde entonces el sol de Hidalgo de lucir! Colgaron en jaulas de hierro las cabezas de los héroes; mordieron los héroes el polvo de un balazo en el corazón; pero el 16 de septiembre de cada año, a la hora de la madrugada, el Presidente de la República de México vitorea, ante el pueblo, la patria libre, ondeando la bandera de Dolores”. Fin de la cita.

Por sus características, el proceso independentista mexicano, que iniciara con el Grito de Dolores, protagonizado por el Padre Miguel Hidalgo un día como hoy de 1810, y se consumara 11 años después con la entrada del Ejército Trigarante en la Ciudad de México, tuvo un notorio componente de reivindicaciones sociales e indigenistas que lo diferenció de otros procesos que tipificaron a la época de las independencias. Su impacto fue, sin dudas, extraordinario en la lucha libertaria y anticolonialista de nuestra región y particularmente en Cuba.

Recogía aspiraciones ancestrales de pueblos enteros que habitaban el territorio, no sólo mexicano, sino también de centro y sur América y de las Antillas; reivindicaba a todos los sectores criollos pobres –blancos negros y mestizos- sumidos en la miseria, el hambre y la explotación y se oponía a la esclavitud del negro.

La amplia presencia popular influyó de forma decisiva en su radicalización y en la concreción de importantes demandas sociales y políticas, lo que constituyó una inmensa inspiración y aliento para nuestro movimiento independentista.

No son pocos los notables cubanos que dejaron su sangre y sus nombres en la Historia de México. Sobresale especialmente la solidaridad cubana en el enfrentamiento de México a las invasiones texanas en 1835-1836 y la invasión norteamericana de 1846 al 48, se destacan los generales Pedro Ampudia, Juan Valentín Amador, Jerónimo Cardona, Manuel Fernández Castrillón, Antonio Gaona, Pedro Lemus y Anastasio Parrodi.

Los cubanos Florencio Villareal y José María Pérez Hernández, lanzaron en marzo de 1854 el histórico plan de Ayutla, determinante en el rompimiento del ejército y la sociedad mexicana con el gobierno dictatorial del General Santa Anna.

Como ha confirmado el prestigioso investigador René González Barrios, varios de aquellos hombres ocuparon puestos claves en la vida político-militar mexicana y fueron gobernadores o comandantes militares en importantes plazas del país.

Dos de ellos, los generales de división Anastasio Parrodi y Pedro Ampudia Grimarest fueron ministros de Guerra y Marina en el gobierno de Benito Juárez durante la Guerra de Reforma.

En el Congreso, el Gobierno, el exilio o la Guerra al lado de Juárez hubo siempre cubanos. Elogian su obra magnífica compatriotas prominentes como el General Domingo Goicuría y Cabrera y los poetas Juan Clemente Zenea y Pedro Santacilia, quien fuera su yerno, secretario y agente de la República de Cuba en Armas ante el gobierno mexicano.

En la guerra contra los franceses, sirvieron al ejército mexicano los hermanos Manuel y Rafael de Quesada y Loynaz, general y coronel respectivamente; los coroneles Luis Eduardo del Cristo, Rafael Bobadilla y Francisco León Tamayo Viedman; el médico comandante Rafael Argilagos Gimferrer y el capitán Félix Aguirre. Todos regresarían a Cuba, al comenzar la Guerra de los Diez Años.

Fue México el primer país en reconocer nuestra lucha armada y en abrir sus puertos a los barcos con la bandera de la estrella solitaria. Lo aprobó el Congreso, lo sentenció Juárez y lo agradeció Carlos Manuel de Céspedes, el Presidente de la República en Armas, en carta memorable a su par mexicano y cito: “…altamente satisfactorio que México haya sido la primera nación de América que hubiese manifestado así sus generosas simpatías a la causa de la independencia y la libertad de Cuba…”.

Una de las principales tareas que entonces cumpliría Pedro Santacilia, con el consentimiento de Juárez, fue enviar a Cuba a un selecto grupo de militares mexicanos para contribuir a la formación y entrenamiento del naciente Ejército Libertador. Los mexicanos brillaron en los campos de Cuba y sus proezas inspiraron a la tropa y a cuantos oyeron hablar de ellas.

Otra vez dejó el Padre de la Patria cubana, constancia de aquella entrega, en carta al “Benemérito de las Américas”. Escribe Céspedes: “…algunos caballeros mexicanos han venido aquí y han derramado su generosa sangre en nuestro suelo y por nuestra causa, y todo el país ha mostrado su gratitud por su heroica acción…”.

Dos de aquellos bravos militares mexicanos, veteranos de la Guerra de la Reforma y la contienda contra el imperio francés, llegaron a ostentar los grados de General de brigada del Ejército libertador cubano y formaron parte del cuadro de sus principales jefes: José Inclán Risco y Gabriel González Galbán.

Queridas amigas y amigos:

Por esa memoria entrañable que compartimos, nos estremecen e inspiran estos actos que reverencian la historia y volvemos una y otra vez sobre cada línea escrita para México por José Martí, quien enlaza para siempre a nuestras dos naciones en toda su obra, pero especialmente en las cartas a su gran amigo mexicano Manuel Mercado.

Es también a ese amigo del alma a quien deja en carta inconclusa, su rotundo testamento político: la voluntad consagrada al objetivo de “impedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.

Años antes, en camino a Veracruz deja escrito: “¡Oh México querido! ¡Oh México adorado, ve los peligros que te cercan! ¡Oye el clamor de un hijo tuyo que no nació de ti! Por el Norte, un vecino avieso se cuaja (…) Tú te ordenarás: tú entenderás; tú te guiarás: yo habré muerto, ¡Oh México por defenderte y amarte!”.

Aquí murió por la Revolución, el joven comunista Julio Antonio Mella, asesinado en una calle de esta misma ciudad en la que se conocerían, años después, Ernesto Che Guevara y Fidel Castro, por intermedio de su hermano Raúl.

Aquí se entrenaron y organizaron su expedición los jóvenes de la Generación del Centenario. Aquí forjaron amistades y afectos que aún perduran y que se inmortalizaron en una canción que es como un himno de aquellos tiempos épicos: “La Lupe” de Juan Almeida Bosque.

De ese período mexicano quedaron para siempre en la historia cubana, entre muchos otros, los nombres de María Antonia González, Antonio del Conde, el Cuate, clave en la adquisición del yate Granma, Arsacio Venegas y Kid Medrano, luchadores profesionales que dieron entrenamiento físico a la tropa, Irma y Joaquina Vanegas, que ofrecieron su casa como campamento.

El paso de Fidel y sus compañeros por México dejó profunda impresión en los futuros expedicionarios del Granma y un cúmulo de leyendas por todas partes de las que todavía se habla con admiración y respeto.

No olvidaremos nunca que gracias al apoyo de muchos amigos mexicanos, zarpó el yate Granma de Tuxpan, Veracruz, el 25 de noviembre de 1956. De esa histórica embarcación, descendió siete días después, el 2 de diciembre, el recién nacido Ejército Rebelde, que venía a libertar a Cuba.

Tampoco olvidamos que a solo unos meses del histórico triunfo de la Revolución en 1959, nos visitó el general Lázaro Cárdenas. Su voluntad de estar junto a nuestro pueblo a raíz de la invasión mercenaria por Playa Girón en 1961, marca sensiblemente el carácter de nuestras relaciones.

Fiel a sus mejores tradiciones, México fue el único país de América Latina que no rompió relaciones con la Cuba revolucionaria cuando fuimos expulsados de la OEA por mandato imperial.

A lo largo de los años jamás se ha quebrado lo que la historia unió indisolublemente. Nuestros dos países han honrado sus políticas soberanas, al margen de cercanías o distancias entre los gobiernos. Impera lo que preconiza un principio muy mexicano: el respeto al derecho ajeno es la paz.

Hay un mérito indiscutible en quienes han dedicado vida y energías, alma y corazón, a alimentar esa hermandad con la ternura de los pueblos. Rindo tributo aquí a la solidaridad sostenida, invariable, apasionada y firme que siempre encontramos en esta tierra, que todos los cubanos debemos amar como a la nuestra.

Lo dijo el Apóstol cubano, quien además dibujó con su prosa colorida un retrato fiel de este pueblo generoso al afirmar: “Como de la raíz de la tierra le viene al mexicano aquel carácter suyo, sagaz y señorial, pegado al país que adora, donde por la obra doble de la magnífica Naturaleza y el dejo brillante de la leyenda y la epopeya, se juntan en su rara medida el orden de lo real y el sentimiento romántico”.

Desde aquellas palabras hasta hoy, no ha dejado de crecer el patrimonio común levantado por una infinita lista de prestigiosos intelectuales y artistas de ambas naciones. Nos unen la literatura, el cine, las artes visuales, el bolero y el mambo.

Podría decirse que el significativo intercambio cultural entre México y Cuba alcanza todas las manifestaciones de la cultura en su más amplia acepción, por cuanto no es menos influyente la relación en el deporte, especialmente el béisbol y el boxeo, donde la conexión se da tan natural y profunda que por momentos se pierde el origen exacto de obras y hechos y hay que concluir que proviene de ambos.

Amigas y amigos:

Por esas y otras razones que no caben en un discurso necesariamente breve, es un gran honor participar en el desfile militar que conmemora el inicio de la lucha por la independencia de México y expresar nuestros sentimientos ante su gobierno y su pueblo.

Lo hago consciente de que es un reconocimiento a los lazos históricos y de hermandad existentes entre México y Cuba, una muestra genuina de aprecio, cariño y respeto que agradezco profundamente en nombre de mi pueblo.

La decisión de invitarnos tiene un valor inconmensurablemente mayor, en momentos en que sufrimos los embates de una guerra multidimensional, con un bloqueo criminal, recrudecido oportunistamente, con más de 240 medidas, en medio de la pandemia de la COVID 19 que tan dramáticos costos tiene para todos, pero en particular para los países de menor desarrollo.

Estamos enfrentando, paralelamente, una agresiva campaña de odio, desinformación, manipulación y mentiras, montada sobre las más diversas e influyentes plataformas digitales, que desconoce todos los límites éticos.

Bajo el fuego de esa guerra total, la solidaridad de México con Cuba ha despertado en nuestro pueblo una mayor admiración y el agradecimiento más profundo.

Permítame decirle, Presidente, que Cuba recordará siempre sus expresiones de apoyo, su permanente reclamo por el levantamiento del bloqueo y porque se convierta el voto anual de Naciones Unidas en hechos concretos, algo que su país ha cumplido de forma ejemplar para con nuestro pueblo.

Agradecemos profundamente la ayuda recibida en insumos médicos y alimentos para paliar los efectos combinados del acoso económico y la pandemia.

Hermanas y hermanos:

Ante la compleja situación epidemiológica que enfrenta el mundo, la solidaridad y la cooperación entre nuestros pueblos adquiere mayor trascendencia.

Por esa razón, nuestros profesionales y técnicos de la salud, no dudaron en acompañar, en cuanto fue necesario, al pueblo mexicano. Y volveremos a hacerlo siempre que lo precisen.

Reconocemos el excelente trabajo desempeñado por México al frente de la Presidencia Pro Témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, mecanismo de genuina vocación latinoamericana y caribeña destinado a defender la unidad en la diversidad de Nuestra América, frente al proyecto de recolonización neoliberal que se nos intenta imponer.

Como expresara Fidel en un Acto de Amistad Cubano-Mexicana celebrado el 2 de agosto de 1980: “¡Nada soportaremos contra México! lo sentiremos como propio. ¡Sabremos ser fieles a la amistad que han forjado siglos de historia y de hermosos principios comunes!”.

¡Viva México!

¡Viva la amistad entre Cuba y México!

 

 

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