Lo más bochornoso, meter “el tema” de derechos humanos en Venezuela y no en Chile. Tuvieron una pauta temática marcada conservadora, en la línea conductual de la derecha local. Hubo temas ausentes relativos a lo que muchas/muchos analistas, académicos, legisladores, representantes del mundo social y de la sociedad civil describen como “el nuevo Chile”. Un riesgo enorme abrir un capítulo de “voces ciudadanas”, donde surge la interrogante de quién decide quién pregunta y sobre qué pregunta.
Hugo Guzmán. Periodista. Santiago. 23/06/23021. Lo más bochornoso de los debates con miras a las primarias presidenciales del 18 de julio, fue que se pusiera “el tema” de los derechos humanos en Venezuela, pero no los derechos humanos en Chile. Peor aún. A los candidatos de la derecha (tres de los cuales fueron ministros del actual gobierno durante la crisis social y sanitaria) no se les preguntó sobre violaciones a los derechos humanos en Chile, pero a los dos candidatos de la izquierda se les preguntó sobre los derechos humanos en Venezuela.
Esa fue una de las evidencias de que los debates tuvieron una pauta temática marcada por una mirada conservadora, en la línea conductual de la derecha local, buscando abrir flancos en candidaturas de izquierda. Pero no abrirlos, en esos asuntos, con candidatos de derecha.
La línea de preguntas/emplazamientos apuntó precisamente, en lo global, a esa agenda de derecha/tradicional y sistémica. Por ejemplo, la priorización en seguridad pública, amenazas de cambios/reformas en Carabineros, peligros para la propiedad privada, amenazas a la prensa hegemónica/empresarial/trasnacional, riesgos para el privatizado/trasnacional sistema de pensiones, temor sobre un mayor papel del Estado y contingencia de la política elitista/institucional.
En sentido global, los contenidos de los debates mantuvieron una agenda tradicional/repetitiva, más vinculada a la llamada “vieja política”, a una realidad/país que se modificó y a asuntos de interés de sectores dominantes.
En el caso de los candidatos de derecha, exacerbando las disputas intra/sectoriales puntuales/contingentes, y en el caso de los candidatos de izquierda intentando “hacerlos pelear”, lo que derivó en una frustración mediática.
Hubo temas ausentes relativos a lo que muchas/muchos analistas, académicos, legisladores, representantes del mundo social y de la sociedad civil describen como “el nuevo Chile”, “el Chile que cambió” y lo que, en definitiva, está viviendo el país.
Ausencia prácticamente total de la discusión/posicionamiento sobre la nueva Constitución y la conversación constituyente, el nuevo modelo de desarrollo, la pobreza, la desigualdad, la vieja y nueva política, la grave situación (y en perspectiva) del medioambiente y los recursos naturales, cultura, derechos de las mujeres (la mayoría de la población).
Aquí se abre la interrogante/desafío de convocar/instalar un debate con medios no hegemónicos, sociales, alternativos, como un ejercicio comunicacional distinto/diverso, donde haya espacio para otra agenda comunicacional.
En ese marco, en estos debates se produjo mucha alusión a cuñas y declaraciones para “hacer pelear” a los candidatos, poca referencia a estudios, investigaciones y contenidos de los procesos que se viven. Es el sacarle punta excesiva al periodismo declarativo.
Un riesgo enorme fue abrir un capítulo de “voces ciudadanas”, donde surgió la interrogante de quién decide quién pregunta y sobre qué pregunta. Más cuando fueron harto pocas esas voces. Además, la mayoría ligadas a la agenda conservadora/dominante, sin espacios de consulta de gente representativa del mundo popular, de la protesta social, de organizaciones del movimiento social, del otro Chile.
En definitiva, todo esto tiene que ver con la credibilidad/influencia de los debates, con el acercamiento a la realidad/país, más allá de agendas tradicionales/conservadoras, con pautas/formatos más diversos y novedosos. Claro que, dadas las circunstancias, parece garantizado que los debates en la prensa tradicional tendrán un enorme alcance e incidirán de alguna manera en la disputa política. Más de cara a las presidenciales.