Además de tener claridad del deber y responsabilidad de concurrir a las urnas, porque de ello depende el futuro del país, tenemos que aprovechar la oportunidad real de poder ser parte de la construcción de una sociedad justa, inclusiva y verdaderamente democrática. Este hecho nos concede, a cada uno y cada una, un rol fundamental, privilegiado, porque por primera vez en la historia de nuestra nación, seremos protagonistas en el diseño de nuestro destino y el de las generaciones futuras.
Margarita Pastene Valladares. Periodista. Casablanca. 13/05/2021. El 17 de octubre de 2019 se podría señalar como el último día de una transición pactada hacia la democracia chilena, basada en la lógica de que los temas complejos pendientes de la dictadura, se abordaría y resolverían “en la medida de lo posible”.
Fue un camino postdictatorial de los acuerdos, teniendo como base institucional la Constitución de 1980 redactada entre cuatro paredes, de espalda a la ciudadanía y aprobada en dictadura, mediante un plebiscito a punta de metralleta. Así se fue configurando un país, con los estándares establecidos por la OCDE y nos convertíamos uno de los modelos más exitosos de América Latina, ejemplo que debían seguir -según los organismos internacionales- nuestros alicaídos vecinos.
Era un simulacro de éxitos y logros del país en crecimiento: aumentaba la inversión, las exportaciones, se construían espléndidas carreteras, se firmaban importantes tratados de libre comercio para dinamizar los índices económicos, todo lo cual indicaba que los objetivos presentes en los discursos políticos, de un país en desarrollo, se estaba cumpliendo: “Asumamos el desafío del crecimiento”, interpelaron entusiastas un grupo de analistas, en un documento en el que se proponía “utilizar en forma responsable la holgura fiscal disponible para lanzarnos ya a la carrera del desarrollo acelerado”.
Sin embargo, había una trastienda de fragilidad e indefensión que soportaban en silencio, los sectores más vulnerables, a quienes se les mostraba en la televisión, una fiesta en la que no tenían cabida. Derechos fundamentales como la educación, la salud, la vivienda, el trabajo, el derecho a una vejez digna, se fueron soslayando sistemáticamente en estos tiempos neoliberales.
Por esta razón, ya antes de la pandemia, la sociedad civil le puso urgencia a los cambios políticos y sociales, y enarbolaron banderas para apurar el tranco. No había tiempo para recuperar la dignidad, aunque en ello se fuera la vida y los ojos por Chile.
Es así como estudiantes y las mujeres interpelaron al país a ir contra la corriente, para provocar cambios profundos, utilizando la calle como el espacio real y concreto exigiendo el término de un modelo económico y político que fue impuesto en dictadura, con represión estatal y con la prensa a su favor.
Allí radica la relevancia de la rebelión popular del 18 de octubre, que empujó el proceso constituyente en el que nos encontramos: una mayoría abrumadora del 78,26%, determinó en el plebiscito del domingo 25 octubre de 2020, terminara con el principal enclave autoritario heredado de la dictadura, la Constitución de 1980.
Por lo mismo, las elecciones de este 15 y 16 de mayo tienen la mayor relevancia. Sin desmerecer la importancia que revisten los comicios para elegir autoridades locales y regionales, votar por a quienes compondrán la Convención Constitucional, es clave. Y por lo mismo, no da lo mismo por quien votar.
Además de tener claridad del deber y responsabilidad de concurrir a las urnas, porque de ello depende el futuro del país, tenemos que aprovechar la oportunidad real de poder ser parte de la construcción de una sociedad justa, inclusiva y verdaderamente democrática. Este hecho nos concede, a cada uno y cada una, un rol fundamental, privilegiado, porque por primera vez en la historia de nuestra nación, seremos protagonistas en el diseño de nuestro destino y el de las generaciones futuras.
A la ciudadanía, a cada uno de nosotros y nosotras, nos corresponderá asumir una responsabilidad vital, de alerta permanente respecto de los derechos que esperamos se consagren en la Nueva Constitución, como, por ejemplo, el derecho a pensiones dignas, porque no podemos permitir que ocurran situaciones tan extremadamente graves, como lo acontecido este jueves, justo frente al palacio de Gobierno: Un jardinero identificado como Mario Cortés, de 80 años, fue hallado muerto en un banco de la Plaza de la Constitución. Una persona mayor que tuvo que trabajar hasta el fin de sus días, como tienen que hacerlo miles de chilenos y chilenas, por las razones que todos conocemos.
Pierde su tiempo la presidenta de las AFP, Alejandra Cox, al advertirnos que en nuestro país una persona que hoy día tiene 25 años, tiene cero probabilidades de pensionarse a los 65, porque es cierto y lo sabemos: miles de chilenos y chilenas deben seguir trabajando, porque el sistema previsional de las AFP entrega pensiones miserables y el derecho a una vejez digna y tranquila, es hoy igual a cero.
Para no perdernos en lo esencial, una vez constituida la Convención, debemos mantenernos en un estado de alerta y de vigilia permanente. Concuerdo en que, en un ejercicio democrático y ciudadano, nos cabe “rodear” el proceso constituyente. Tenemos mucho que aportar y el debate debe ser de cara a la ciudadanía.
Aquellos operadores invisibles enquistados en espacios fundamentales que condicionaron la transición hacia una verdadera democracia, no podrán empañar este proceso histórico. Estuvimos sumidos en un proceso sociopolítico maquillado, inconcluso. Como bien lo dijeran el sociólogo Tomás Moulian “esta transición enana, todavía aprisionada en los marcos de la Constitución elaborada por el dictador e impuesta en un plebiscito simulado, ha facilitado el desarrollo de la seudopolítica”.
Por ello, y precisamente en este episodio histórico que empezaremos a vivir a partir del 15 y 16 de mayo, es necesario atender la sugerencia del sociólogo Manuel Antonio Garretón, acerca de la importancia de identificar los enclaves autoritarios al interior de nuestra sociedad y repasar lo que está en juego, principalmente en relación a quienes vamos a elegir para que formen parte de la Convención Constitucional.
Si en el proceso de transición a la democracia, no nos fue posible desprendernos de los resabios de la dictadura cívico militar, incubados en diversos espacios sociopolíticos de nuestra sociedad, no perdamos la oportunidad en estas elecciones de expresarles nuestro rechazo.