Desde la época de Lenin la derecha intenta contradecir la existencia de la lucha de clases, una realidad cada vez más palpable en todo el mundo.
José Luis Córdova. Periodista. 28/04/2021. La sola mención de la diputada Camila Vallejo al recuerdo de Lenin, a los 151 años de su nacimiento (22 de abril de 1870), desató la preocupación, el temor y la molestia de personeros de la derecha, la socialdemocracia y del oportunismo en nuestro país.
Nadie puede desconocer la influencia del pensamiento del líder soviético en los acontecimientos históricos del siglo XX en todo el mundo. No solo la victoria de la revolución en Rusia, la construcción de la potencia política, económica y social de un país feudal que superaba al capitalismo, sino sus imponderables aportes al desarrollo de políticas sociales, de desarrollo soberano, independiente y sustentable para grandes capas de la población mundial.
Lenin aplicó en la práctica las ideas del materialismo histórico y dialéctico desarrollados por Marx y Engels, una contribución indiscutible al desarrollo de la sociedad contemporánea.
Desde la época de Lenin la derecha intenta contradecir la existencia de la lucha de clases, una realidad cada vez más palpable en todo el mundo. Ricos y pobres están indisolublemente enfrentados en sus intereses, móviles y objetivos. Los exploradores no pueden vivir sin explotados y los propietarios sin los proletarios. La explotación capitalista es un hecho irrebatible en cualquier estado civilizado de nuestros días y la acumulación, la plusvalía son también lacras indesmentibles en Chile y cualquier otro estado contemporáneo.
El temor y la preocupación por conceptos como la dictadura del proletariado son tan irracionales como negar la actual dictadura de la burguesía en los principales países del orbe. La idea de gobiernos de la mayoría -es decir, de los trabajadores, de los que producen la riqueza- molesta e indigna a las minorías que profitan de sus ganancias y de la apropiación insolidaria de utilidades en perjuicio de vastas mayorías.
El Estado es una máquina puesta en manos de la clase dominante para aplastar la resistencia de sus enemigos de clase. En este sentido, la dictadura del proletariado realmente no se distingue en nada de la dictadura de otras clases. Todos los Estados de clase que han existido hasta hoy han sido la dictadura de una minoría explotadora sobre una mayoría explotada.
Este sistema de gobierno no puede ser una democracia “plena”, democracia para todos, para los ricos y para los pobres, debe ser un Estado democrático de manera nueva, para los proletarios y desposeídos en general y dictatorial, de manera nueva contra la burguesía.
Los cánticos de sirena sobre la democracia “pura” y la democracia “perfecta”, no son más que la tapadera burguesa del hecho indudable de que la igualdad entre explotados y explotadores es imposible. “La teoría de la democracia pura es una teoría de la aristocracia obrera, domesticada y cebada por los saqueadores imperialistas”, escribió Lenin.
Bajo el capitalismo -y menos en la época del neoliberalismo- no existen ni pueden existir verdaderas “libertades” para los explotados, aunque no sea más que por el hecho de que las riquezas naturales, los medios de comunicación, las armas y el poder son privilegio de los explotadores.
Bajo este sistema no se da ni puede darse una verdadera participación de las masas explotadas en la gobernanza, aunque no sea más que por el hecho de que, bajo el capitalismo, el gobierno no los forma el pueblo, sino los intereses creados, los grupos económicos -hoy día el marketing, la publicidad- y el consumo como carnadas para los explotados. De ahí el temor de una educación pública gratuita y de calidad para las masas de parte de los defensores de “su democracia”.
Bajo el neoliberalismo, la democracia es una democracia capitalista. La democracia de la minoría explotadora, basada en la restricción de los derechos de la mayoría explotada y dirigida contra esa mayoría. “La democracia debe ser una democracia proletaria con participación plena de los explotados en la gobernación del país”, escribió Lenin y se intentó en la Unión Soviética con resultados positivos y también negativos, que darían para otros temas.
Estas son algunas de las razones por la cual la derecha y el gran empresariado chileno le temen tanto a Lenin, caricaturizan, quieren dar por superadas y rechazan con los métodos más violentos, las ideas del materialismo histórico y dialéctico. El mismo fantasma que en el siglo XIX recorría Europa hoy día se extiende por todo el orbe.