Simplemente se trata de estructurar una prensa consecuente en su praxis social y moral para que sea trascendente y valorable. No puede entronizarse la “cultura” de la mediocridad.
Gonzalo Moya Cuadra. Licenciado en Filosofía. 18/02/2021. El periodismo actual no cumple cabalmente la responsabilidad social que la contemporaneidad exige como ente supuestamente ético y democrático. Avizorar un periodismo desarrollista es realmente construir una prensa que valide su responsabilidad noticiosa. Lamentablemente, la mayoría de los medios de comunicación pertenecen a poderosos consorcios empresariales que han distorsionado la esencia concreta de una noticia ecuánime. Hoy sabemos que el mal manejo noticioso conlleva una libertad de expresión anfibológica que está constantemente en peligro, a pesar de ser una garantía constitucional. El periodismo moderno debe ser, lingüística y culturalmente, ágil y diáfano en su expresividad, labor que cumple dignamente la prensa alternativa, aún con la presión económica a la que está sometida. La seriedad de la misma se hace proporcionando a la sociedad canales sólidos de información progresista y veraz que entregue a la comunidad inalterables valores solidarios y responsables, antítesis de la prensa alienada y metastatizada por la falacia. Simplemente se trata de estructurar una prensa consecuente en su praxis social y moral para que sea trascendente y valorable. No puede entronizarse la “cultura” de la mediocridad que ha sufrido el “pluralismo noticioso”. Hay que entender, entonces, que una autocrítica es imprescindible para racionalizar las nuevas circunstancias histórico-tecnológicas por las que atraviesa la realidad política. El periodismo profesional evita la insuficiencia verbal, la liviandad informativa y las opiniones poco fundamentadas para entregar al receptor cohesión cualitativa y reflexión consecuente. Prácticamente hoy en día estamos pagando las consecuencias de la desinformación, resultado nefasto para cualquier país que anhela un sostenido desarrollo de la condición humana, causada por un periodismo inoportuno, inexacto y opaco, cada vez más lejano del periodismo transformador de conciencias y de estructuras culturales que tiene como meta fundamental revitalizar las herramientas necesarias para que la humanidad comprenda la trascendencia del concepto ético informativo. El gran periodismo debe estar cercano al pueblo y a sus necesidades solidarias, construyendo una diáfana disposición por el progresismo y la tolerancia, como también, avizorar una visión sinóptica del conjunto social encarnada en los valores propios de la democracia representativa, formando espacios adecuados para el legítimo debate de ideas. Sólo así se podrá canalizar la verdadera elucidación noticiosa que la comunidad solicita con urgencia para aceptar una información lúcida, adscrita a los valores de la libertad y el ineludible respeto a los derechos humanos. El buen periodismo representa la voz del pueblo, el pueblo pobre, sencillo y humillado que espera impaciente profundos cambios sociales, políticos y económicos. Ergo, un periodismo sano, construye un país sano.