Será ella la que nos ayude a enfrentar, comprender y recrear los desafíos por venir. Puede ser esta una fuerza transformadora al servicio de una humanidad más sensible.
Silvia Aguilera
LOM ediciones
Santiago. 16/06/2020. Nuestras vidas han sido impactadas por la emergencia sanitaria. El mundo ha detenido su vertiginosa carrera durante meses. El virus identificado como el SRAS-CoV-2 se ha cobrado de cientos de miles de vidas y permanece al acecho de otras tantas. Por ahora, no hay manera cierta de cómo enfrentarlo más que cubriéndonos la boca y la nariz con una mascarilla, lavándonos las manos a menudo, distanciándonos de los otros y finalmente recluyéndonos de manera “voluntaria” o impuesta.
Perplejos y confundidos, todos nos hemos visto pertubados, algunos más que otros.
Nos volcamos hacia el interior, mientras hacia el exterior se hace visible la lacerante realidad que cada uno ha sorteado y sobrellevado como ha podido durante tanto tiempo. Pero esa realidad hoy no da tregua, por el contrario, el tiempo se torna difuso y amenazante, por sus manifestaciones podemos advertir los signos del naufragio.
La epidemia avanza silenciosa y certera generando estragos, mientras el gobierno intenta seguir convenciéndonos de que la estrategia sanitaria es la acertada y que estaban preparados desde hace meses para enfrentar a este “enemigo poderoso, cruel e implacable”…Nos preguntamos, cómo sería si no se hubiesen preparado. Lo cierto es que nos cuentan uno y otro cuento, mal contados, contradictorios y no verosímiles como ficción ni como realidad. Saben que nadie les cree, porque cada día los hechos se ocupan de desmentirlos, y aún así siguen alentando la escena mediática con total desfachatez y desparpajo, vulnerando la dignidad de las personas, demostrado su profunda indolencia e ineptitud, así como su falta de humanidad. Las políticas implementadas para enfrentar la crisis, han sido erráticas, mesquinas y a cuenta gotas, y han puesto en evidencia su completa improvización. Dicen actuar en defensa de la vida, pero sus políticas y decisiones atentan directamente contar ella. Ayer no supieron contar los vivos, hoy no quieren contar los muertos.
Vivimos una revuelta interna, cada uno busca sus refugios para enfrentar los graves apremios inmediatos que nos impone la contingencia. Hay quienes se agrupan y organizan para sostener la subsistencia diaria, reconstruyendo o fortaleciendo la comunidad perdida; hay quienes siguen dando la batalla en solitario y se exponen de manera casi temeraria, desplegando estrategias para la sobrevivencia, porque bien sabemos que aquí no hay derechos que garanticen el resguardo de la salud y la vida, menos en condiciones de cuarentena, es por ello que no se trata solamente de dictaminar o “comprender-acatar” la orden de confinamiento. Y están los que se sienten inmortales, por su juventud, necedad o arrogancia.
Tal vez en tiempos de crisis se exacerban con mayor nitidez los rasgos de la cultura de una sociedad y son algunas de esas expresiones, las que vemos alimentar diariamente el espectáculo que nos entregan las pantallas y noticiarios.
¿Usted cree, por ejemplo, que “la humanidad está viviendo un momento estelar”?, según lo señalado en uno de estos discursos de la máxima autoridad en el que recurrió al título de un libro de Stefan Sweig. Sinceramente, lo dudo…No estamos en uno de los momento más brillante, ni de gran realización de la humanidad; más bien, nos encontramos en una dramática inflexión, que está por verse si será decisiva, y para qué. Lo que esta frase sí podría dar cuenta, es la distancia “estelar” que existe entre nuestros gobernantes y la ciudadanía, y refleja además esta cultura del simulacro, del “hacer como”. Se hace como si la prioridad de la emergencia fueran las personas y sus familias, pero no es posible fijar precios a los productos de primera necesidad, tampoco suspender el cobro de los servicios básicos, ni garantizar el agua a las más de ciento cincuenta comunas que sufren de escases hídríca y las más de treinta que simplemente no cuenta con ella. Estos grandilocuentes y cretinos discurso triunfalista, pronunciados ante la calamidad, intentan además hacer como si los sostuviera una cultura ilustrada, una cultura libresca, que no es más que parte del simulacro, el patético decorado de la escena.
En este contexto, los trabajadores de las artes y la cultura, en sus diversas expresiones, se encuentran en un descampado más desolador del que se acostumbra, porque la mayoría -y buena parte de ellos, trabajadores independientes- depende de las actividades presenciales y colectivas que desarrollan a diario para subsistir y que están completamente congeladas en su múltiple y diversa cadena. El área de cultura no hace parte de las prioridades del gobierno, ni del Estado; su presupuesto es menos del 0,4 % del gasto público, reducido además este año, siendo el gasto en defensa el 1,9%. Frente a la crisis, se han implementado algunas medidas desde el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y de otras instituciones públicas, que siguen la habitual lógica de los Fondos concursables y, peor aún, donde apenas se seleccionan un par de propuestas por región, “como si” ello resolviera algo. Aquí no opera la lógica que tanto les gusta: a mayor demanda, mayor oferta.
También en estos días, las agrupaciones del mundo del libro están alegando al Ministerio de Hacienda acerca de una resolución excenta que revoca el “Convenio Marco de Libros, Revistas, Películas y Música”, único en cultura. Este documento fue emitido en octubre de 2019 y levantado subrepticiamente en la web, sin informar directamente a ninguno de los actores que hace parte de dicho Convenio, por lo que venció el plazo para la apelación. ¿Cuál es la función e importancia de este Convenio Marco?, nada más y nada menos que ser EL mecanismo por el que se realiza buena parte de las compras públicas de libros. La decisión se habría tomado luego de un estudio del área de “inteligencia de mercado” y políticas de compras de la Dirección de Compras Públicas y se justificaría en “los principios de eficiencia y eficacia que debe observar los organismos de la administración del Estado”. Curiosa la “inteligencia de mercado”. Sin duda el Convenio Marco en Cultura presenta muchas falencias y dificultades, las que de manera reiterada se han venido exponiendo a las autoridades públicas, así como la gran concentración en la selección y la reducida presencia de autores y editoriales chilenas; pero la “eficiencia” no pasa por la disolución de este, sino, por hacerse cargo de su mejora. La revocación de este mecanismo significa acentuar la selección a “dedo” y propiciar la lógica colonial que normalmente prima, y que desplaza a segundo y tercer lugar la adquisición de la creación y producción editorial local.
Claramente no solo enfrentamos la peligrosidad del COVID-19, sino además las consecuencias del manejo de esta crisis bajo un gobierno que antepone los intereses de las élites por sobre las necesidades y urgencias de todo un pueblo, al tiempo que valiéndose del Estado de Excepción impuesto a mediados de marzo, afina leyes, procedimientos y acuerdos políticos que apuntan al mayor control y restricción de nuestros derechos y libertades, fortaleciendo la política autoritaria. Tenemos que pensar seriamente quién es el “enemigo peligroso, cruel e implacable, que no respeta a nada ni a nadie”.
La tormenta no parece pronta a amainar. Cada uno ha de aferrarse a la tabla que tenga más próxima. Se atisban ya los lazos de fraternidad y solidaridad, las acciones mancomunadas que serán el mástil que permita llegar a puerto. Y desde este descampado, los y las creadorxs: escritorxs, artistas plásticos, visuales, de la dansa, del canto, circenses, músicxs, pintorxs, ilustradorxs, cantorxs, comendiantes, actorxs, cineastas, editorxs, librerxs, productorxs, técnicxs, mediadorxs culturales y todos los que hacen parte de este mundo diverso y heterogéneo que hace posible la producción artística y cultural, no han dejado de sentir, interpretar, crear y producir. Muchos y muchas han comenzado a articular iniciativas de resistencia, acompañando y acompañándose en la lucha por la sobrevivencia.
La creación cultural, ha sido un soporte ineludible para enfrentar el confinamiento y las angustias que ha desatado el momento que vivimos. Será ella la que nos ayude a enfrentar, comprender y recrear los desafíos por venir. Puede ser esta una fuerza transformadora al servicio de una humanidad más sensible, empática, solidaria, justa y fraterna, que sobreponga la acción conjunta a la competencia.
Tenemos el imperativo de renacer, renacer una y otra vez para dejar de ser sus rehenes. Mantendremos la mascarilla, pero no como la mordaza que intentan imponernos.
Por ahora, ellos podrán seguir lavándose las manos.