El pecho a las balas

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El caso de Karla Rubilar, la aparición de Enrique Paris, la presencia de Lavín y la caída de Mañalich.

José Luis Córdova

Periodista

15/06/2020. La salida del ministro Jaime Mañalich parecía darle un respiro al gobierno y a sus relaciones con los medios de comunicación, pero pasada la “luna de miel”, el ministro Enrique Paris comenzó a recibir las primeras andanadas desde un pasado pasional ambiguo y cierto manejo oscuro del subsecretario Arturo Zúñiga con una residencia sanitaria que abrieron los fuegos, aunque el secretario de estado promete transparencia total y colaboración con la prensa.

Asiduo panelista en los matinales el ex presidente del Colegio Médico e integrante del selecto “comité de expertos” tiene especial predilección por las cámaras y buenos amigos entre los “rostros” televisivos. El tiempo dirá si conservará esos contactos con sinceridad y franqueza.

Antes de la caída de Mañalich, la ministra vocera de gobierno, Karla Rubilar, hizo lo que la mayoría de los personeros de la actual administración se niegan o rehúyen de afrontar: poner el pecho a las balas (en jerga bélica del ex ministro Mañalich) en casos de errores, incumplimientos, engaños y falsedades ejecutadas por las autoridades. El ex secretario de salud ponía la cara, pero nunca el pecho al frente.

Ante los canales, radios y prensa escrita la secretaria de estado reconoció el “error” del instructivo oficial para el manejo comunicacional de la entrega de canastas de alimentos prometidas por Piñera y que deberían servir para destacar el rol del presidente y su gobierno en medio de la terrible pandemia, la falta de productos básicos y el hambre para los sectores más empobrecidos de nuestro país. Asimismo, Rubilar se había desmarcado de Mañalich cuando se le cayó su “castillo de naipes” o cuando se sorprendió por el alto grado de pobreza y hacinamiento en que viven millares de personas en Chile.

Otros, como el alcalde Lavín, luce su populismo desenfrenado durante más de 14 horas semanales en los canales de televisión -incluso ahora que está “recluido” en una “residencia sanitaria”- cumpliendo cuarentena por “contacto estrecho” con alguien que dio positivo en el examen de PCR.

El sempiterno pre candidato presidencial de la UDI compite en exposición mediática con rostros como Diana Bolocco que aparece 25 horas a la semana en Mega; con Julián Elfenbein que tiene 17 horas semanales en CHV y por sobre Pancho Saavedra de “Lugares que hablan” en Canal 13 (“Abrazo en línea”) y la actriz Paola Volpato de “Pituca sin lucas” y “Perdona nuestros pecados” (Mega).

En tanto, los departamentos financieros de la industria televisiva nacional revelan sus calamitosos estados contables, aunque “ponen el pecho a las balas” mirando el vaso medio lleno. Por ejemplo, TVN anuncia que disminuyó sus pérdidas en 52% con bajas de $1.469 millones frente a $ 3.037 millones en 2019. Al mismo tiempo indica que recibió ingresos por $ 9.906 en el mismo período, con una caída del 17%.

Por su parte, CHV indicó una reducción de sus ganancias brutas ya que habría obtenido $778,3 millones versus $ 2.143,7 millones en mismo período el año pasado.

La programación diaria muestra una grave “infodemia”, que se suma a la pandemia por coronavirus, es decir, la saturación informativa con poca creatividad y menos variedad en la entrega de noticias, testimonios, denuncias y los caóticos informes oficiales sobre el avance del virus.

Los canales, además, están instando al gobierno a satisfacer sus ansias de una “nueva normalidad” como un mantra, mientras que los departamentos de marketing y publicidad se soban las manos (ojalá después de lavárselas como indican los protocolos) por la suculenta cartera de avisos provenientes de la salud privada (clínicas, laboratorios, cadenas de farmacia, etc.), así como de los retail, empresas de telecomunicaciones y comercio on line.

La industria televisiva responsabiliza a sus eternas rivales -las redes sociales- por los incumplimientos de cuarentenas y otras faltas al código sanitario en situación de emergencia, mientras Facebook, Twitters, Instagram y otras plataformas se defienden culpando de “incivilidad digital” a los usuarios que usan y abusan del anonimato en las llamadas “fake news” (noticias falsas). Está por verse si la acusación directa a Paris de un supuesto caso de proxenetismo tiene base real o es una gigantesca injuria y calumnia. También habría que poner el pecho a las balas en ese caso.

Con todo, los canales chilenos tampoco ponen precisamente el pecho en su rol de informar oportuna y veraz, así como formar y entretener a la teleaudiencia.

 

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