Los talentos están repartidos en nuestra larga y angosta faja de tierra. Algunos se han cultivado y son hoy estudiantes, o profesionales que no encuentran trabajo en sus profesiones.
Pablo Ferrada Villarroel
Encargado de educación superior. Juventudes Comunistas.
Santiago. 04/2020. El modelo neoliberal, en sus más de 30 años, como único norte para las políticas públicas en Chile trajo consigo un costo tremendo para el sistema de educación superior público, lo puso a competir con el mundo privado en igualdad de condiciones y bajo las reglas del mercado, coartando sistemáticamente su capacidad de investigación, innovación y extensión, dejando así al estado sin su principal suministro de conocimiento critico.
Si la crisis del Covid-19 y sus graves repercusiones en la economía mundial es tratada con herramientas neoliberales traerá consigo los peores males del modelo para los sectores más vulnerables de la población. El Estado Chileno tiene distintas herramientas para poder afrontar momentos difíciles y debe ocuparlas, considerando que una de ellas puede ser el sistema publico de educación superior, lo que significa repensar por entero el financiamiento, las matriculas, el acceso, la democracia, pero sobretodo la oportunidad de modelar un nuevo modelo de desarrollo, siempre que el Estado deje atrás el dogma económico dándose la posibilidad de modelar un nuevo Chile.
La cúspide del sistema educacional, la educación superior le entrega a las fuerzas productivas la capacidad de que se incrementen y se perfeccionen y es así que debemos buscar que estas fuerzas dotadas de conocimiento se pongan al servicio de una política económica y productiva que nos aleje de los peores golpes de la crisis. Las comunidades de la educación superior debemos ser parte de un proceso distinto y que la organización de su mano de obra, que ya tiene diferentes niveles de calificación, sea orientada hacia un objetivo específico de desarrollo la producción de soluciones para las necesidades del pueblo.
El Estado tiene una responsabilidad colectiva y debe ocupar lo que esté a su alcance para cumplirla. Es hora de empezar a buscar que Chile disponga de la educación superior como un actor en el proceso de planificación de país y su modelo de desarrollo ya que contamos con mentes saludables e imparables que pueden romper la lógica de la profesión individual. Así, hay que preguntarse qué necesita el país para afrontar una crisis biológica que ha demostrado que aquellos países que han buscado mantener las reglas neoliberales, han tenido consecuencias muchos peores que aquellos que han revalorado las herramientas estatales, repensándolas de forma cooperativa.
Que tanto innovemos y dispongamos de nuestro conocimiento para el buen uso de nuestros recursos será un buen predictor de que forma saldremos de la crisis.
Las necesidades comunes que podemos resolver desde la educación superior pasa también porque los profesionales puedan cumplir un rol en el país, porque ser científico en Chile no siga siendo una carrera de hambre, para que podamos producir en masa los respiradores mecánicos fundamentales para salvar vidas que, por ejemplo, desarrollaron estudiantes de la USACH.
Los talentos están repartidos democráticamente en nuestra larga y angosta faja de tierra. Algunos se han cultivado y son hoy estudiantes, o profesionales que no encuentran trabajo en sus profesiones. El mercado y su mano invisible han dejado en evidencia que son incapaces de surtir de buena forma a estos talentos. La tarea es dejar que el valor público se robustezca y los ocupe para esto se necesitan aportes basales directos a las universidades públicas, con el compromiso y la oportunidad de que estas instituciones sean partes del modelamiento de la matriz productiva regional y nacional de forma coordinada. Que tenga las capacidades de investigar y de crear, orientado al fomento de la producción de nuestro país.
¿Por qué no podríamos desarrollar nuevas formas de riego? Nuestro desierto ¿podría producir energía de forma más eficiente? Lo mismo aplica para el litio y el cobre, que dígase de paso tiene altas propiedades que combaten bacterias e incluso, algunos especialistas apuntan al virus de la pandemia. Así, los invito a dimensionar cuantas oportunidades más estamos perdiendo por la inexistente inversión en conocimiento, investigación y desarrollo en nuestros centros de pensamiento.
Pongamos a disposición del Estado y de sus ciudadanos, los laboratorios, las y los académicos, los espacios físicos, pero de forma coordinada como un solo cuerpo para detener los avances de la pandemia, sin ánimo mercantil y avancemos en una sociedad solidaria que privilegia por sobre todo la vida.
Arriesguémonos a pensar que es lo que esta generación de universitarios y nuevos profesionales les puede entregar al país, y creo que existe una responsabilidad colectiva de una importancia gigante en desarrollar un espíritu transformador de sociedad. No solo por la pandemia de Covid-19 o su crisis económica asociada, si no porque se lo debemos a un pueblo que salió a las calles desde el 18 de octubre y que aún permanece en ellas.
En palabras del Rector Kirberg: “Toda transformación verdadera surge del esfuerzo y el entusiasmo”