La estadística, el éxito y la realidad

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Vivíamos en el país en donde la estadística oficial nos decía que todo iba bien. Hasta que la realidad superó al manejo de las cifras.

Iván Sepúlveda. Analista de políticas estratégicas. 22/04/2020. Hasta el 18 de octubre pasado, los medios de comunicación, los líderes de opinión, los columnistas y liderazgos políticos y económicos alineados con el sistema imperante en Chile, tenían como arma para medir el éxito del modelo chileno y defenderlo de cualquier crítica, el aumento de la renta per cápita en nuestro país.

Hasta entonces, las discusiones predominantes era cuanto le faltaba a Chile para considerarse un país desarrollado, cuantos años más de crecimiento bastarían para considerarnos no como un miembro al debe y de la parte de muy debajo de OCDE, sino uno pleno. En esa vorágine de opiniones estaban  aglutinados los representantes  de la derecha económica, política, conservadora o liberal y los agoreros propagandísticos, de la  elite concertacionista que comando la gestión del país en los últimos treinta años.

La cifra era y es real, es un promedio. Una cifra que  se obtiene al dividir todo el producto interno, que es igual a total de ingresos del país, por la cantidad de habitantes y entonces  este país tenía la cifra de más de dieseis mil dólares por persona, lo que llevado a pesos chilenos significaría que por cada miembro de una familia tenemos un ingreso de 13.280.000 -según datos del Banco Mundial-, que a su vez se refiere como fuente al Banco Central.

Si esa cifra ya era bonita, se le podía adornar más y entonces se llevaba el valor de dólares netos, a un valor de dólares por paridad de precios. Solo diez días antes del estallido social el diario La Tercera publicaba que Chile llegaría a los treinta mil dólares de ingreso por habitantes el año 2022 según la modalidad que mejoraba las cifras.

¿Alguien podía dudar que éramos casi la copia feliz del Edén?

Vivíamos en el país en donde la estadística oficial nos decía que todo iba bien. Hasta que la realidad superó al manejo de las cifras. El 18 de octubre del 2019, un día normal, el país  saltó de manera masiva a las calles, a manifestarse de múltiples formas por el cansancio acumulado de tanto abuso social, político y económico. Entonces los promedios no pudieron explicarle a la gente que todo estaba bien y que ese estado de ánimo, no era sino una fiebre revolucionaria alimentada por intereses oscuros, orquestado desde Venezuela, Cuba, Rusia o quien fuese y que la defensa del sistema chileno o la patria misma, significaba una guerra en contra un enemigo muy poderoso.

Hoy, al igual hasta el 18 de octubre el gobierno festina con las estadísticas de la pandemia. Poco importa que las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, no de su vocero en Chile, sean contradictorias con el discurso y práctica de un gobierno. Para un país donde la economía es la relación de precios, incluido el de la vida de las personas, que cientos de persona puedan morir, esa situación es un costo más que puede disfrazarse con datos que maneja a su antojo el gobierno y su payaso distractor, el ministro de Salud.

Chile camina  hacia una situación agravada de crisis y diferencias sociales, con golpe a las economías de las familias más sencillas por esta pandemia y las políticas del gobierno, que derivará en un estado aún más perverso para los sectores populares, pero es la forma de defender al sistema. Con un país desbastado además emocionalmente, se dirá a los cuatro vientos, que no es el tiempo de reforma y que hay que poner en pie a la patria y sus costos los pagaran los trabajadores,  que ven como industrias millonarias financian la crisis con los recursos de los mismos laborantes, mientras ellos ni siquiera pueden recurrir, ni por emergencia a sus fondos en las AFP.

El gobierno y las elites económicas festinan como antes del 18 de octubre pasado y defienden al sistema como después de esa fecha, al costo de la vida de las personas. Es una forma muy degradante de disciplinar a la sociedad. Con una pandemia invisible hasta que mata y tritura. La gente, el pueblo y la realidad dirán cuál es la verdad.

 

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